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ARTICULACIONES DEL SILENCIO

Christian Mendoza | viernes, 17 de julio de 2015

 

El día de ayer, en Articulaciones del silencio, ciclo de conciertos de música improvisada curado por Fernando Vigueras, se estrenó la pieza Derrumbe, preparada especialmente para el evento por Concepción Huerta y Rodrigo Ambriz.

 

La improvisación es, probablemente, uno de los ejercicios que implican una atención más puntual sobre el sonido. Lejos de tratarse de un arrebato «destructivo», la improvisación expande las posibilidades del hecho sonoro –Plus Minus de Stockhausen; Spanish Key de Miles Davis–, enriqueciéndolo. No es posible un oído conservador en lo que respecta a música improvisada. Aunque podemos decir que, como formato, la improvisación pertenece a un paradigma de la música, desde el bajo continuo barroco hasta los postulados del azar de John Cage. Articulaciones del silencio propone revisar las aristas de la improvisación, las formas distintas en las que puede suceder: Dafne Vicente-Sandoval participó con un set en una vena más académica; Angélica Castelló puso en tensión las tecnologías electrónicas con la acústica de los instrumentos de viento.

 

Desarrollada en el Espacio X del Centro Cultural España, Derrumbe intentó un diálogo entre artistas de dos disciplinas: una visual y uno sonoro, conocido por su trabajo vocal. Durante la manipulación de consolas y computadoras se proyectaron visuales. Los recursos estaban ahí, también los deseos de llegar a un buen resultado. Pero tal vez las ambiciones de los ejecutantes fueron tan grandes que sus intenciones quedaron en gesto, en ejercicio estudiantil bastante decente. El riesgo particular de Huerta y Ambriz tal vez no haya fructificado como el tomado por Vigueras en este ciclo que ha logrado que se repiense al sonido y a la música.

 

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