16 de agosto de 2017

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Literatura

Espeleología literaria

Ensombrecida por la luz encandiladora del Boom y la velocidad vertiginosa del mercado editorial, la obra de Héctor Libertella (Bahía Blanca, 1945-Buenos Aires 2006) permaneció relegada a un círculo reducido de lectores –me atrevo a afirmar– exclusivamente argentinos.   Libertella escribía libros que trabajaba obsesivamente hasta que quedaba satisfecho; pasado algún tiempo de su publicación, […]

Ana Negri | lunes, 8 de junio de 2015

Ensombrecida por la luz encandiladora del Boom y la velocidad vertiginosa del mercado editorial, la obra de Héctor Libertella (Bahía Blanca, 1945-Buenos Aires 2006) permaneció relegada a un círculo reducido de lectores –me atrevo a afirmar– exclusivamente argentinos.

 

Libertella escribía libros que trabajaba obsesivamente hasta que quedaba satisfecho; pasado algún tiempo de su publicación, no era raro que retomara un viejo texto, lo releyera, reorganizara y reescribiera para volver a corregirlo y proponer un libro nuevo a partir de aquél. Ese sistema de trabajo no sólo no coincidía con los programas de ventas de las grandes editoriales transcontinentales, sino que se oponía incluso a la carrera de producción a la que muchos autores comenzaron a someterse.

 

Así, fue construyendo lo que denominó “literatura de cuevas”: una escritura que explora nuevas vías de acceso en la tradición indagando y estableciendo vínculos más allá del tiempo y el espacio. Respondiendo a su vanguardismo innato, Libertella estaba comprometido con el experimento y la innovación del lenguaje, de modo que se convirtió en un “escritor cavernícola”, como él llamaba a quienes vivían en esos espacios subterráneos de la literatura des-componiendo la tradición. Escribió historias a partir de temas de la Edad Media como el amor cortés o los viajes durante la Colonia, lo mismo sobre duelos entre cuchilleros en medio del “sopor porteño” de principios de siglo XX; todo ello sin abandonar el tono lúdico y la ironía. Después reescribió esas historias haciendo risibles, mediante desvíos y fugas, los conflictos que en la versión anterior parecían cruciales y orquestando toda una nueva escala de sentidos.

 

En 1985, Libertella publicó ¡Cavernícolas!, un libro que reúne tres relatos: “La historia de historias de Antonio Pigafetta”, “La leyenda de Jorge Bonino” y “Nínive”. En el primero, el autor reescribe la crónica de Antonio Pigafetta durante los viajes de Fernando de Magallanes de tal forma que la epopeya consiste en el proceso mismo de tejer la nueva crónica, como sugiere desde el comienzo:

 

[…] Estomismo subrayo con mi mejor plumín, para que su orgullo de capitán quede aquí bordado y engalane la más rica de las telas.

Una tela más bella, debo decir, más variada y densa que aquellos carretes de terciopelo apilados en la bodega, mucho más recargada que esos tapices hindúes echados por cientos de brazas en los pasillos. Pues así como los españoles cuidaban los mejores paños para hacer trueque en el Oriente, con idéntica pasión imaginaba yo mi manuscrito de fino hilado para darme un trueque, cuando volviera a la madre Italia.

 

“La leyenda de Jorge Bonino” surge a partir de la entrevista que le hiciera Tamara Kamenszain al actor cordobés quien, a través de neologismos y onomatopeyas, hacía del escenario una plataforma para transgredir lo cotidiano con lenguaje. El texto de Libertella es, por tanto, un atentado contra las construcciones habituales del español y las buenas costumbres en el que Bonino ocupa el centro dislocado de un viaje de ida y vuelta. Por ejemplo, la oración «–Ƨi ɘn mi méƚobo ɘƨƚá mi ɿuibo, ɘƨƚɘ ɿuibo ƨɘɿáƨ ƚú miƨmo, y ɘƨƚɒ miƨmɒ lɒ ɘƨƚuqibɘz bɘ ƚu ǫɘnɘɿɒɔión, ¡qɘbɒzo bɘ dolubo!».

 

En el último relato de ¡Cavernícolas!, los textos reescritos son los diarios de excavación de Hormuzd Rassam, el arqueólogo que encontró una gran parte de las tablillas que conformaban la biblioteca de Asurbanipal, una de las más grandes de la antigüedad, entre la que se encontraba la epopeya del Gilgamesh. El trabajo de reconstrucción, restauración y, sobre todo, la fallida interpretación de los fragmentos encontrados por ingleses y franceses durante el relato da lugar, bajo la mira libertelliana, a establecer un juego “si mi lar” con el discurso pues las palabras se rompen para multiplicar sentidos y las interpretaciones conducen a equívocos o a nuevas develaciones.

 

En ¡Cavernícolas! se reúnen reescrituras de textos previos, sí, pero también relatos que Libertella volvería a barajar, redistribuir y revisar más tarde para construir otros: de “La historia de historias de Antonio Pigafetta” surge El lugar que no está ahí (2006); de “La leyenda de Jorge Bonino”, La leyenda de Jorge Bonino (2010) y de “Nínive”, Diario de la rabia (2006). Esto, junto con la alusión a su sistema de escritura espeleológica y los juegos con el lenguaje, deben haber llevado a Ricardo Piglia a elegir éste y no otro libro del escritor bahiense, para rescatar la obra de Libertella al incluirlo en su Serie del Recienvenido (donde apareció el año pasado). Con ¡Cavernícolas! no sólo se pone en duda la rigidez de la piedra en la que se ha escrito antes, sino que se socava en ella para proponer una estrategia distinta de escritura y, quizás aun más, de lectura.

 

 

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