16 de agosto de 2017

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El escritor oculto

El Fondo de Cultura Económica editará las obras de Francisco Tario. Si bien puede calificarse como una loable misión cultural, la decisión plantea dudas sobre el sitio que ocupan autores como Tario en el canon de la literatura mexicana o si aún puede hablarse de uno.   La producción literaria del siglo xx en México, […]

Christian Mendoza | miércoles, 4 de marzo de 2015

El Fondo de Cultura Económica editará las obras de Francisco Tario. Si bien puede calificarse como una loable misión cultural, la decisión plantea dudas sobre el sitio que ocupan autores como Tario en el canon de la literatura mexicana o si aún puede hablarse de uno.

 

La producción literaria del siglo xx en México, a la que se le dedican panegíricos ad nauseam y que mantiene ocupados a los secretarios de cultura (los festejos necrófilos son la orden del día) construye su aceptación a través de omisiones. Muchos nombres quedan fuera del imaginario cultural, tal vez a causa de un mal ejercicio crítico (pensemos en Vicens, en Vicente Melo, en Papasquiaro o en el Gurrola escritor). ¿Podemos hablar de un canon en México? ¿Cómo puede aplicarse la categoría cuando la gran parte de autores que se revisan se confunden con figuras de poder, y cuando su enaltecimiento se debe más a su presencia política que a sus méritos estéticos? Y en este contexto, ¿cómo se abordan obras como las de Tario?

 

Una retórica muy peculiar rodea a los autores que fueron omitidos: marginal, de culto, inclasificable. En pocos adjetivos se enmarcan obras que merecen una lectura más detenida y productiva, una lectura que no concluya en alabanzas sin fundamento y que permita ampliar el panorama de la literatura nacional. Desde el 2004, la editorial Lectorum puso en circulación los cuentos completos de Tario, en una edición que cuenta con una profusa investigación bibliográfica donde se consignan sus libros ya fuera de circulación. Aquello pasó desapercibido. Sin duda, el Fondo de Cultura Económica tiene un rango de mercado mucho más amplio. Tal vez la editorial no requiera de proveer de una plataforma de difusión muy insistente. Lo que queda en el aire es la respuesta de los académicos, de comentadores y reseñistas. ¿Con cuánta responsabilidad se analizará la obra de Tario? ¿Seguirá permaneciendo su caricatura de escritor underground, o finalmente se hablará de sus contribuciones formales a la narrativa de México? Disipar los malos hábitos de la crítica: quizá ahí esté la verdadera misión.

 

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