16 de agosto de 2017

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Arquitectura

La experiencia capitalista

Activados los algoritmos en potentes computadoras conectadas en otro continente se deciden los planos para construir en el norte de México. Zaha Hadid ha sido comisionada para construir una zona habitacional en Monterrey. Los departamentos se construirán en el Cañón Huajuco, al sur de la capital neoleonesa; el conjunto se ubicará a un costado de […]

Manuel Samayoa | lunes, 25 de mayo de 2015

Activados los algoritmos en potentes computadoras conectadas en otro continente se deciden los planos para construir en el norte de México. Zaha Hadid ha sido comisionada para construir una zona habitacional en Monterrey. Los departamentos se construirán en el Cañón Huajuco, al sur de la capital neoleonesa; el conjunto se ubicará a un costado de una carretera nacional. El despacho de la arquitecta dio a conocer los renders de Esfera City Center. No es extraño que la arquitecta haya sido seleccionada para este proyecto: se ha convertido en su propia esclava, no puede escapar de la imagen que se ha inventado. Es una mercader de ilusiones; la principal de ellas es que se puede vivir separado del resto de la comunidad. La ciudad deja de ser necesaria, cuando es habitada por poblaciones de espacios privados.

 

El único valor que tiene la obra de Hadid es monetario. Lo tiene claro, por eso su firma se comercializa. Su ingeniería siempre ha sido impresionante, por otra parte. Pero pilares que sostienen complejos techos ondulantes no es una virtud de la arquitectura, la abstracción que abraza el despacho de la anglo-iraquí no se vincula con nada. Las formas abstractas, en la arquitectura, no constituyen un estilo sino un síntoma de la era capitalista. La geografía es accidental: la de Hadid es una arquitectura sin territorio que descontextualiza las formas logrando una arquitectura globalizada. Las formas se crean a partir de algoritmos, su práctica es digital pero este imaginario, una vez construido, es perverso. La perspectiva desde el interior de los condominios es muy particular: un cuidadoso artificio. Una vez vaciado el concreto los algoritmos resultan demasiado humanos, las consecuencias son crueles: el modelo urbano –frecuente en la capital industrial de México–, donde se favorecen los espacios privados y comerciales, acentúan las diferencias de clase.

 

En 2018 concluirá la primera fase del proyecto de Hadid. Se mostrará entonces que el principal activo de la arquitecta es para el capital (por ello la arquitecta asume una posición neutra, como si sus construcciones estuvieran exentas de consecuencias y significados). Es común que sus diseños se festejen como “futuristas” (de tiempos mejores, no del presente). Pero el diseño nunca es ajeno a lo diseñado. Pareciera una obviedad en una primera lectura pero lo construido –las formas útiles– siempre tienen consecuencias. Vale la pena cuestionarse si es lo que necesitamos en México, un país donde el espacio común se lastima con cabezas rodando, donde los niños juegan a sacarse los ojos, donde no hay confianza en instituciones políticas ni policiacas. Nada de esto es culpa de Hadid, al fin de cuentas es una empresaria. Pero su modelo arquitectónico promueve la experiencia capitalista: mantente seguro evitando los peligros de la comunidad, enciérrate en tus propios parques de concreto. La belleza, artificial, evitará por un rato el aroma de las clases más desprotegidas hasta que sea inevitable el contacto y tengamos que buscar modelos urbanos que favorezcan a una ciudad y no sólo a quien puede pagar las vistas de las montañas desde el absurdo futuro de Hadid.

 

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