16 de agosto de 2017

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24/04/2024

Artes visuales

Manuel Rocha Iturbide: oficios y azares

El compositor y artista sonoro abrió las puertas de su casa-estudio a ‘La Tempestad’; conversó con María Olivera sobre su trabajo

María Olivera | miércoles, 29 de noviembre de 2023

Manuel Rocha Iturbide retratado por Ignacio Ponce

La música, como el eco, ¿está en todas partes? En la producción del compositor y artista sonoro Manuel Rocha Iturbide (Ciudad de México, 1963) unas piezas tienen más sonoridad que otras. Las fotografías, por ejemplo, son momentos de silencio, de pausa en el tiempo. En cambio cinco pinturas realizadas en 2023 y expuestas en De oído, junto a Roberto Turnbull, sugieren movimiento, juego y sonido. Las piezas están hechas con acrílico sobre madera y herramientas antiguas de acero, dispuestas estas últimas de tal manera que generan escenarios lúdicos, laberintos o composiciones musicales. Para comprender su interés por el arte sonoro y el conceptual fue necesario dar un salto al pasado en la conversación que sostuvimos con el artista mexicano en su casa-estudio de la Ciudad de México, donde hay colecciones de todo tipo: libros, caseteras, herramientas, frascos, plantas…

Los padres de Rocha Iturbide provienen también de las artes: se trata del arquitecto Manuel Rocha Díaz y la fotógrafa Graciela Iturbide. Ambos brindaron a sus hijos herramientas de apreciación visual, pero no musicales. Rocha Iturbide comenzó a participar en talleres de arte y pintura desde chico y a los 13 años se inscribió en clases de piano, con la intención de especializarse en este instrumento. A los 20 años tomó una decisión radical sobre cómo relacionarse con la música: más que pianista quería ser creador. Tomó entonces la cámara fotográfica y se sumó al Taller de los Lunes, coordinado por Pedro Reyes, donde coincidió con personajes como Emmanuel Lubezki y Gabriel Orozco. Los estímulos visuales continuaron en su formación y así, en 1986, un libro sobre John Cage traído por Orozco a su vuelta de Estados Unidos permitió a Rocha Iturbide adentrarse en el arte conceptual.

Manuel Rocha Iturbide comenzó a participar en talleres de arte y pintura desde chico y a los 13 años se inscribió en clases de piano, con la intención de especializarse en este instrumento.

La música y el arte conceptual se iban fortaleciendo en su imaginario, así como la vocación por la investigación como lector y escritor. La fotografía es también una práctica muy arraigada en Manuel Rocha Iturbide: de 1998 a 2002 trabajó con una cámara Contax; ahora sigue tomando fotos con el teléfono celular porque la imagen y la fotografía están siempre al alcance. También crea fotomontajes con fotos vernáculas. La foto es el punto de anclaje para series como Poética del espacio, expuesta en 2020 en la galería Le Laboratoire (CDMX) como parte de la exposición Taxonomías isomórficas.

Manuel Rocha Iturbide

Fotografías en la casa-estudio de Manuel Rocha Iturbide. © Ignacio Ponce

Entre sonidos y conceptos

Artista de múltiples universos creativos, con un amplio reconocimiento como compositor, pionero de arte sonoro y artista contemporáneo, Rocha Iturbide ha desarrollado su trabajo, como hemos dicho, entre los campos de la música y las artes visuales. Aunque ambas tienen puntos de encuentro, el artista mexicano salta constantemente entre la composición sonora y el arte conceptual. “Aunque Ulises Carrión haya dejado la literatura”, comparte, “nunca dejó de ser escritor”. Habla del artista nacido en San Andrés, Tuxtla, pero podría referirse a sí mismo.

¿Cómo es, entonces, el proceso de trabajo de un creador plural? “El azar. Siempre es el azar”, menciona. “De pronto me invitan a una exposición con un tema específico y creo piezas que si no fuera por ese incentivo probablemente no habrían salido a la luz, o trabajo en colaboraciones con amigos artistas. Aunque he hecho pocas, han salido piezas muy lindas. Con mi hermano Mauricio, que es arquitecto, por ejemplo, creamos una instalación con sonido afuera del Museo de Arte Contemporáneo de San Luis Potosí, por encargo de Bárbara Perea y Guillermo Santamarina, quien ha sido mi mentor desde 1989”. Como si dibujaran una espiral, estos proyectos permiten revisitar ideas que habían quedado en el camino: “Nunca me aburro de cosas que hice hace muchos años porque es como regresar a un mismo punto pero desde otro nivel”.

Para Manuel Rocha Iturbide el tiempo de caminar y el tiempo de pensar están ligados. Cada tarde dedica un momento a transitar por las calles de la ciudad y crear un espacio mental para sus proyectos artísticos, pues el trabajo cotidiano como maestro en una carrera digital le absorbe una parte importante de la energía. Otro momento de pensamiento creativo lo encuentra viajando: “Cuando viajo puedo pensar mejor qué quiero hacer”, pues en los no-lugares la pulsión creativa se expande hacia otros horizontes. “Hasta que se abren ventanas para meterme en temas nuevos o revisitar ideas antiguas es que puedo desarrollar proyectos”, concluye.

Manuel Rocha Iturbide

Manuel Rocha Iturbide en su casa-estudio, Ciudad de México. © Ignacio Ponce

“Por mucha tecnología que uses la música sale de dos altavoces a partir de ondas, ésa es la diferencia entre la música con tecnología y del arte con tecnología que depende de pantallas.”

Las clases que imparte de manera regular en la Universidad Autónoma Metropolitana le han permitido estar en contacto teórico y estético con la historia y, dice, “como soy artista autodidacta se proyecta esta misma forma de trabajo en la docencia”. Ante el avance de la tecnología en el arte, desde su experiencia como docente en una carrera de arte digital considera que “por mucha tecnología que uses la música sale de dos altavoces a partir de ondas, ésa es la diferencia entre la música con tecnología y del arte con tecnología que depende de pantallas. Yo, al revés, empecé a retroceder después de mi doctorado en Francia, en música y tecnología –donde hice una investigación sobre física cuántica y música–, para hacer cosas analógicas sin sensores y a veces sólo conceptuales, sin bocinas ni nada”.

El sentido de los objetos

Manuel Rocha Iturbide va cada fin de semana al mercado de pulgas a comprar objetos, como un manifiesto sobre la permanencia de las cosas, sobre sus posibilidades como materia artística. Hay un diálogo constante entre el coleccionista y del compositor, una pulsión que busca clasificar, ordenar y crear lógicas desde la sensibilidad. Estos intereses se perciben en su obra fotográfica: “Tanto en las fotos que yo he hecho como en las imágenes vernáculas con las que hago fotomontaje me encanta la idea de agrupar para crear algo poético, no en aras de encajonar algo sino para entender la cantidad de cosas que ves, escuchas y te interesan”. Esta creación de lógicas propias, o que responden a un interés particular, detona también una conversación sobre el tiempo, como sucede en la idea del archivo como forma de arte.

“Hace poco di una conferencia sobre los fotomontajes y estuve leyendo sobre fotografía y archivo y puse ejemplos de varios artistas y no artistas. Es interesante cómo vas conectando todo. Hannah Höch, por ejemplo, creaba una no linealidad que puede ser muy complicada si se meten demasiados símbolos o imágenes, pero hay que ser arriesgados y atreverse a hacer un contrapunto. Siempre hay que arriesgarse al caos”. A lo largo de los años Rocha Iturbide ha realizado también ejercicios curatoriales con la intención de hacer dialogar distintas obras. “He hecho curadurías de fotografías, una en España y dos de mi madre; empecé en el Taller de los Lunes, donde la primera exposición importante fue en 1987 en la Fototeca de Cuba; con Pablo Cabado hicimos la propuesta para museografiar la obra del Taller y fue muy interesante. También fui curador del Festival de Arte Sonoro”.

Manuel Rocha Iturbide

Un acordeón en la colección de objetos de Manuel Rocha Iturbide. © Ignacio Ponce

Nuestra mente constantemente busca espacios de posibilidad entre los límites de las disciplinas, como sucede en el arte sonoro como transdisciplina entre dos universos. Para Rocha Iturbide es claro que “todo lo que pasó a finales de los noventa con el arte sonoro fue creando un momentum. Hay varios artistas que no se han dedicado formalmente a la música pero que han hecho arte con relación al sonido. Aunque no hay un espacio específico institucional donde crear o presentar arte sonoro, siempre ha estado ahí metido”, comenta sobre el contexto mexicano. “Es mucho más ambiguo hablar de arte sonoro que de videoarte, porque los medios son difíciles de identificar”.

Para Rocha Iturbide es claro que “todo lo que pasó a finales de los noventa con el arte sonoro fue creando un ‘momentum’. Hay varios artistas que no se han dedicado formalmente a la música pero que han hecho arte con relación al sonido.”

Quizá por esta complejidad respecto al soporte la experiencia del público general con las propuestas de arte sonoro varía considerablemente: “Hay una obra que me gusta mucho que se llama Toco la batería con frecuencia, donde se tiene que afinar constantemente la onda sinusoidal. A la fecha no sé por qué sucede ese fenómeno pero es increíble porque funciona con procesos de azar y es una especie de composición infinita que nunca termina. Son cinco tambores con siete timbres para uno, con variaciones aleatorias… Puedes estar diez minutos, una hora, irte y volver porque es una composición siempre distinta”. Al sumergirse en una instalación sonora, el espacio-tiempo de encuentro queda a la deriva, pues el espectador decide cuánto tiempo permanecer en la obra.

El 15 de diciembre se inaugura, en el Museo Morelense de Arte Contemporáneo Juan Soriano de Cuernavaca, Relieves pétreos, una instalación escultórica y sonora creada con roca ígnea, encontrada en las distintas localidades donde se presenta la pieza.

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