16 de agosto de 2017

La Tempestad

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26/04/2024

Artes visuales

El juego de azar de Dorfsman

Carlos Rodríguez | viernes, 14 de agosto de 2015

«Me interesa la ambigüedad de la imagen, la sensación de ver algo que podría ser muchas cosas a la vez, ya sea por el encuadre de las fotografías o por su yuxtaposición con otras imágenes. La abstracción desata la imaginación y la interpretación», asegura Alex Dorfsman, cuya práctica artística se caracteriza por crear combinaciones poéticas.

 

El artista visual, que actualmente expone en la primera Bienal Nacional de Paisaje en el Museo de Arte Carrillo Gil, creó Amidakuji, un libro publicado por Ediciones Acapulco, que retoma un juego de azar japonés en el que «se adivina el significado y posteriormente se devela el misterio gracias a otros interlocutores».

 

Durante un viaje a Japón, Dorfsman –que confiesa que desde niño recortaba imágenes para clasificarlas y contextualizarlas en nuevos soportes: «le perdí el respeto a las revistas de colección y los libros viejos: los deshacía»– fotografió letreros y señales, dando mayor importancia a lo formal debido a que no entendía lo que capturaba.

 

 

 

El creador explica: «Amidakuji es un libro partido a la mitad por el horizonte; arriba hay una fotografía, abajo otra que, debido a su corte, las separa y forma uniones con una página de atrás o tal vez alguna de adelante. La idea del libro es que sea interactivo pero siguiendo un orden que se manifiesta de la misma manera en la que suelo trabajar con mis imágenes, relacionándolas por tonos, formas, colores, contrastes o similitudes. En las páginas izquierdas está la traducción literal correspondiente a la fotografía de la derecha. Cada imagen tiene un número que corresponde a una especie de glosario que se encuentra en la parte final». Dorfsman configuró un orden, al repetir dos números, pero eso no restringe el juego de imagen-palabra del libro.

 

En marzo, el artista expuso Confluencia topográfica en la Casa del Lago de la ciudad de México. Las imágenes exhibidas revelaron el estudio de la imagen del artista. A través de encuadres, agrupamientos y constelaciones de imágenes se crea un espejismo o juego perceptual que sugiere al espectador múltiples lecturas. «La fotografía permite hacer abstracciones y crear nuevas realidades, a veces difíciles de expresar con palabras, pero que podemos intuir visualmente. La observación nos hace conscientes de que somos parte de la naturaleza, de que estamos en la Tierra. Pertenecemos a un universo que no podemos ver con claridad», asegura.

 

 

 

¿De qué forma influye en la mirada del artista la saturación de imágenes en la que estamos inmersos? «La cantidad de imágenes que consumimos al día es brutal, puede causar ansiedad y producir la sensación de que el mundo es algo muy reducido. Hay un espejismo que nos hace pensar que podemos tener acceso a todo en cualquier momento y dejamos de valorar lo sorpresivo. Trato de utilizar la tecnología de manera mesurada. Esto puede generar un aislamiento en ciertas plataformas de comunicación. Es una manera de resistir, una postura política y una forma de supervivencia emocional. Entre otras cosas, hacer fotografía es una estrategia para ubicarme en el mundo», considera Dorfsman.

 

«El ejercicio de esta selección, que se convirtió en Amidakuji, evidenció en mí que en el presente pensamos que todo lo sabemos y entendemos. Es maravilloso darse cuenta de que estamos en un lugar desconocido, con diferencias y similitudes. Hay mucho por descubrir. Hay una predisposición a ver determinadas cosas de cierta manera. Es crucial replantearse la importancia del trayecto y la espera en un viaje, en un paseo». Dorfsman quiso romper con su forma de editar para permitir que el lector haga sus propias ediciones.

 

«En Ediciones Acapulco tenemos una colección dedicada a la elaboración de proyectos individuales, invitamos a artistas a desarrollar proyectos en forma de libro; éstos se agrupan en la colección Edición de Autor. En el caso de Amidakuji, de Alex Dorfsman, él mismo desarrolló el trabajo de diseño y edición de la mano con Blair Richardson», comenta Selva Hernández, directora editorial.

 

 

 

«Un libro de artista es un espacio para experimentar. Hay que tratar de abrir los términos sobre lo que es y debe ser un libro de artista. No tiene que ver con la técnica o el número de ejemplares, sino con la experiencia que brinda al lector. El lugar y el espacio en donde se presenta el libro también influyen en la manera de percibirlo», asegura Dorfsman, que actualmente trabaja en Archipiélago, un proyecto que utiliza la metáfora de un conjunto de islas para crear una unidad de imágenes.

 

La dificultad de la distribución de estos libros es problemática. «El proceso burocrático de distribución es un gran problema, que entorpece su adquisición o consulta», dice Dorfsman. «Hace mucha falta la exposición y la visibilidad para libros de este tipo. Pensábamos que se iban a vender muy pocos ejemplares de Amidakuji, pero estamos sorprendidos porque las ventas han superado por mucho nuestras expectativas», concluye Hernández.

 

 

 
En el número 103 de La Tempestad, de actual circulación, Luis Felipe Ortega reseña Confluencia topográfica, la muestra de Alex Dorfsman en la Casa del Lago.
 
 

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