21/11/2024
Arquitectura
Corredor Cultural Chapultepec
«El Corredor Cultural Chapultepec es en realidad un centro comercial equivalente a un Walmart. El riesgo de su construcción es que una vez que a un desarrollador privado se le otorgue el permiso para construir sobre la calle, otros continuarán rompiendo un acuerdo muy antiguo: la calle es de todos», dijo a La Tempestad el arquitecto Alberto Kalach.
El 18 de agosto se dio a conocer el proyecto arquitectónico del Corredor Cultural Chapultepec, a cargo de Fernando Romero (FR-EE) en colaboración con Juan Pablo Maza (FRENTE), Ruysdael Vivanco (RVDG) y Mario Schjetnan. El diseño añadió una preocupación a las surgidas de la idea general: además de la polémica nacida de la propuesta de financiamiento (una concesión a la iniciativa privada por 40 años), se ha discutido la convocatoria de una consulta pública cuando tanto el inversionista (Invex) como el proyecto fueron ya elegidos. Simón Levy, director general de PROCDMX, la agencia de promoción, inversión y desarrollo para la ciudad de México, declaró a La Tempestad: «Respetaremos la opinión de la gente; nuestra voluntad es hacer lo que la mayoría decida el 27 de septiembre. Tres días después se sabrá la decisión».
«Los objetivos del Corredor Cultural Chapultepec son, fundamentalmente, agrandar seis veces el espacio público y ordenar la avenida Chapultepec, a través de un parque lineal y multinivel que conecte la calle de Lieja con la Glorieta de Insurgentes y las colonias que atraviesa la avenida», asegura Levy.
La voces opositoras consideran que el proyecto puede ser replanteado. El arquitecto Rodrigo Díaz, consultor de desarrollo urbano y movilidad, opina que «la principal debilidad arquitectónica del proyecto es que se instala como una barrera vertical entre las dos zonas que pretende unir. Si el objetivo es mejorar la conectividad, entonces es pertinente un proyecto a nivel de calle que fortalezca los recorridos longitudinales. La construcción de una estructura elevada, que cubriría una importante área de la calle, generaría un gigantesco bajo-puente que deterioraría la vida en la banqueta».
«Existen otras soluciones más sencillas y económicas: ordenar los carriles de autos, autobuses y bicicletas y hacer más amplias las banquetas. De esta manera, la plusvalía se derramará entre los vecinos y no en un solo inversionista. El Corredor es un proyecto abusivo», considera Kalach, quien participa en la iniciativa Otro Chapultepec Posible, que visibiliza las opciones alternativas al diseño presentado.
«La avenida Chapultepec es una calle conflictiva para los automovilistas y peligrosa para peatones y ciclistas. Un paseo peatonal mejoraría la calidad de vida de los vecinos. El piso elevado no es un nuevo Antara sino, más bien, un guiño a la “quinta fachada” que refería Barragán. En tiempos de drones y fotos aéreas, qué mejor que generar un espacio elevado que ofrezca al usuario la sensación de estar en medio de la ciudad pero lejos de los coches», argumenta Romero.
Díaz no lo ve así: «Si los problemas de Chapultepec son a nivel de calle, a nivel de calle es la solución. Todas las propuestas alternativas presentadas a la fecha hacen una combinación de ampliación de banquetas, mejoramiento de la superficie peatonal, eliminación de carriles de circulación vehicular; se busca privilegiar al transporte público y la bicicleta, así como colocar más árboles».
Otra de las preocupaciones de vecinos y organizaciones civiles es la aceleración del proceso de aburguesamiento de las colonias Juárez, Roma, Condesa y San Miguel Chapultepec, así como el encarecimiento del suelo y la expulsión de los colonos. «No ha habido una política en materia de vivienda ni a nivel local o federal. Lo que estamos haciendo es crear espacio público», considera Levy. Salvador Medina, economista y urbanista, sostiene que el proyecto «tiene el objetivo de incrementar la plusvalía del suelo. Esto generaría un aumento de las rentas».
«El proyecto no toma en consideración –ni financiera ni arquitectónicamente– las edificaciones y predios existentes a lo largo de la avenida. Si lo que inspira la propuesta es el dogma del autofinanciamiento, éste pudo haber sido obtenido mediante la aplicación de mecanismos de captura de plusvalías a los bienes inmuebles de la zona. Estas son herramientas fiscales y normativas utilizadas por el Estado para recuperar el aumento del valor de una propiedad producto de la ejecución de una obra pública; por ejemplo, el mejoramiento del espacio público», apunta Díaz.
«Una ciudad que cobra impuestos debe ser capaz de generar su propio futuro. En lugar de estetizar la ciudad, –como apunta Gilles Lipovetsky– “con arquitectos y urbanistas convertidos en decoradores de la ciudad al servicio del marketing y el retailing”, debemos apostar por un urbanismo resiliente que restaure las funciones básicas de la calle», ha declarado Miquel Adrià, director de la revista Arquine.
El proyecto del Corredor Cultural Chapultepec, criticado por Greenpeace y Otro Chapultepec Posible, que también realizará una consulta pública el 26 de septiembre para conocer las contrapuestas de sus participantes, tiene, entre otras características, la propuesta de convertir la Glorieta de Insurgentes en un anfiteatro público.
«El riesgo social no está tanto en el proyecto como en el dogma del autofinanciamiento del espacio público que lo inspira. ¿Habrá que ofrecerle a la iniciativa privada financiar la construcción y el mantenimiento de las zonas populares de la ciudad?», pregunta Díaz, quien subraya que lo que ha sucedido en las últimas semanas es, antes que una discusión, un ejercicio de publicidad. «Participación ciudadana ante hechos consumados no es participación, sino blanqueo de decisiones inconsultas».
«El gobierno tiene hoy un papel vertical en el que impone proyectos con poca transparencia a través de mecanismos justificatorios. Su papel debería ser el de un ente que permita realizar una construcción democrática de la ciudad», concluye Medina.