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Música

La escena del jazz en México

Carlos Rodríguez | viernes, 29 de mayo de 2015

Rutas del jazz

 

El jazz que se realiza en México no se restringe a una búsqueda única. Es complejo hablar del jazz mexicano contemporáneo, que escapa a definiciones absolutas. «Al profundizar en el jazz hecho en México se encuentran muchas rutas, la mayoría tiene influencia del jazz de Estados Unidos, pero hay muchas fusiones. El grupo Astillero es un claro ejemplo, su sonido se nutrió de la música tradicional mexicana. Estoy seguro de que esa búsqueda sigue vigente entre los músicos. Vale la pena aclarar que el jazz hecho en México no tiene que ser nacionalista», considera el saxofonista Remi Álvarez, cuyo trío –que completan Arturo Báez (contrabajo) y Gustavo Nandayapa (batería)– tiene una fuerte influencia del free jazz de los sesenta.

 

La saxofonista Itzel Salinas Reyna considera que siguen predominando las tendencias de los músicos mexicanos a estudiar y escuchar primero a los grandes del jazz como Sonny Rollins, John Coltrane, Hank Mobley o Miles Davis. «Por otro lado, los jóvenes mexicanos hemos tomado como ejemplo a jazzistas mexicanos para nuestro desarrollo como músicos. Por ejemplo, mi primer acercamiento al jazz fue gracias a Remi Álvarez, Gustavo Nandayapa, Arturo Báez, Carlos Maldonado, Blair Latham o Adrián Terrazas-González», puntualiza. Aarón Flores, que el año pasado publicó Loto con el trío que forma junto a Hernán Hecht y Benjamín García, considerado el disco de 2014 en el Presente de las Artes en México de La Tempestad, opina que «conforme el jazz en México siga buscando un sonido propio, la principal función será la de generar identidad, alejándose del simple entretenimiento. La otra función, que se ha dado poco a poco en años recientes, es la de la enseñanza de la improvisación; algo que me parece muy importante en el desarrollo de cualquier músico y de cualquier persona».

 

Necesidad de difusión

 

Flores considera que son tres las corrientes principales o subgéneros que predominan entre los jazzistas mexicanos: el bebop de los años cuarenta, el free jazz y la improvisación libre y el que aglutina las influencias del rock, el funk y la música tradicional mexicana. ¿Qué importancia tienen los festivales y los sellos discográficos en la difusión de esta música? «No importa si eres promotor, dueño de algún sello discográfico, locutor de radio, socio de algún club, compositor, músico, público, profesor o director de alguna escuela, los esfuerzos de todos son valiosos», apunta Álvarez.

 

Los colectivos de música utilizan las redes sociales para promover sus conciertos, eliminando intermediarios. La estrategia es útil, aunque todavía es relevante el papel de los medios de comunicación audiovisuales e impresos, así como el de la crítica. «Sin lugar a dudas, los festivales tienen el papel más importante en la difusión del jazz. Cada vez son más los estados de la República en los que se crean y se apoyan estos eventos, con una creciente infraestructura. Sin embargo, creo que los programadores de festivales no han asumido la relevancia que tienen dentro de la difusión, y la necesidad de conocer a fondo la escena, cada vez más amplia, del jazz en México». «El interés no debe centrarse en el éxito de un evento, debe rebasar ese umbral y acercar a más gente a una investigación posterior de los exponentes, de ahí el valor de la crítica musical», afirma Salinas Reyna.

 

Conexiones

 

El jazz no es un fenómeno aislado, se relaciona estrechamente con otras disciplinas artísticas. «Los paralelismos del jazz con lenguajes como la poesía, donde todo se convierte en un proceso casi inmediato, de intuición, que crea un panorama visual de la situación o el momento, constituyen una de sus riquezas principales», asegura Salinas Reyna, integrante del proyecto Deimusaranea, un grupo con influencias de rock, noise y progresivo. «El jazz en México se ha relacionado con otras disciplinas desde años atrás. Probablemente la pintura sea la que ha obtenido mayor difusión. Sin embargo, no existen trabajos a profundidad a partir de los cuales se pueda dar un subsecuente desarrollo interdisciplinario (pienso, tal vez, en la escena de Fando y Lis (1968), de Alejandro Jodorowsky, en donde Henry West improvisa con el saxofón mientras un piano es incinerado; no como un gran ejemplo de interpretación jazzística, pero sí como un ejercicio de repensar la figura del jazzista dentro otros ámbitos artísticos o estéticos). En la actualidad, otras disciplinas han realizado el ejercicio de relacionarse con el jazz: la danza, la poesía y el performance; pero no hay continuidad en el trabajo. Estos encuentros, que rara vez se dan, no pasan del simple ejercicio. Se requiere de mayor trabajo y continuidad en la experimentación por parte de músicos y artistas», opina Flores, que el año pasado dio a conocer Otras estampas citadinas, álbum que crea una narrativa a partir de paisajes sonoros de la ciudad de México.

 

«Expresar lo que no puede ser nombrado», en palabras de Remi Álvarez, es otra de las rutas y objetivos del jazz en un escenario que intenta consolidarse dentro de la música y las artes en México.

 

 

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