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Buñuel en el presente

Carlos Rodríguez | viernes, 19 de junio de 2015

La violencia, el absurdo y la naturaleza

La idea es entender, a través de diferentes disciplinas artísticas, de qué forma la obra de Luis Buñuel ha alimentado a la cultura contemporánea, cuáles son los motivos sobre los que reflexionó y que siguen siendo material para los artistas del presente. La influencia de su obra no es tan clara como la de Alfred Hitchcock o Stanley Kubrick, autores con los que comparte un lugar esencial. Las tres fases en las que se puede clasificar su obra –las películas francesas surrealistas (El perro Andaluz, La edad de oro), el período mexicano (en el que se gestaron Él, Los olvidados y El ángel exterminador) y su faceta final en Francia (Bella de día, El discreto encanto de la burguesía, Ese oscuro objeto del deseo)– constituyen una provocación narrativa y social, más que formal. Los motivos de Buñuel se encuentra en la novela gótica, el romanticismo tardío de Emily Brontë (cuya obra Cumbres borrascosas adaptará en Abismos de pasión) y las obras de Sade, Poe y Lautréamont, es decir, en los referentes del surrealismo, movimiento del que se desmarcó para hacer un cine de la violencia y del absurdo.

Buñuel se instaló en la ciudad de México en 1946 con la intención de realizar la adaptación de La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca, con quien mantuvo una amistad, aunque el proyecto no se realizó. Luego de varios intentos, Buñuel finalmente se integró al cine comercial mexicano y en 1947 se estrenó Gran Casino, filme de poco éxito que inauguró uno de los tópicos favoritos de su director: el de la naturaleza imponiéndose a la organización social, como volvió a tratar en Robinson Crusoe, La muerte en este jardín, La fiebre sube al Pao o El ángel exterminador.

¿De qué forma han retomado los artistas contemporáneos estos temas?

Buñuel en el escenario

«La primera película de Buñuel que vi, de muy pequeño, fue Los olvidados, una de sus primeras obras de la época mexicana. Me impresionó mucho. Luego, en plena pubertad y adolescencia, vi Bella de día y El discreto encanto de la burguesía, que desarrollaron en mí una relación entre la erótica, el cuerpo, lo onírico y el dispositivo político de estos elementos. Esto no fue percibido concretamente (quizás el contenido erótico de ambas fue lo que me fascinó), aunque después, al conocer otras películas de su filmografía, me permitió reflexionar en retrospectiva», dice el dramaturgo argentino Emilio García Wehbi, director de Dr. Faustus, a La Tempestad, que fue comisionado por el Teatro Konzert de Berna para realizar una adaptación de La casa de Bernarda Alba, de García Lorca, con el título Casa que arde. Los materiales –literarios, filosóficos y visuales– de los que se nutre la nueva versión del clásico lorquiano para su reescritura y su puesta en escena van desde las Fantasías masculinas, de Klaus Theweleit; Juana de arco, de Carl Theodor Dreyer; La invención de la histeria, de Georges Didi-Huberman; la literatura de Marguerite Duras y las imágenes de las niñas-guerreras de Henry Darger.


«Sin embargo, el dispositivo escénico remeda de algún modo al de El ángel exterminador, en el que los personajes están imposibilitados de salir (sin que medie una explicación racional)», confiesa García Wehbi. «No sabía que Buñuel había ido a México a hacer una película de Bernarda Alba. Esto hace aún más apropiado el accidente de que Casa que arde, mi versión de la obra de García Lorca, funcione del mismo modo cerrado y panóptico que el de su obra de 1963. Sin bien en mi montaje no hay una referencia explícita a esa película de Buñuel, sí podría decir que tanto su funcionamiento real como surreal tiene algo de su atmósfera».

Ambas obras, la de Buñuel y la de García Wehbi, juegan con la idea del orden ideológico y de la dialéctica del adentro y el afuera. Adela, uno de los personajes de la obra de García Lorca, en la versión del creador argentino, dice: «El problema es que ya no sabemos cuál es el bosque y cuál es la casa. El adentro es más letal que el afuera». La frase dialoga con El ángel exterminador, que Buñuel hizo en México a pesar de su intención de realizarla en Francia; en ella, un grupo de invitados, luego de asistir a la ópera, mantienen la etiqueta y las buenas maneras en una mansión hasta que se ven impedidos a salir del salón en el que se encuentran. La contención del grupo, un absurdo, desata la subversión al orden social, hasta que el ensayo termina restituyendo la estricta normalidad.

Desde la gráfica y la literatura

El año pasado apareció en España el cómic Los caballeros de la Orden de Toledo, del guionista Javierre y el dibujante Juanfran Cabrera, obra de ficción que retrata a los jóvenes Federico García Lorca, Salvador Dalí y Luis Buñuel durante su estancia en la Residencia de Estudiantes de Madrid, a principios de los años veinte. Este inusual proyecto «surgió parafraseando al propio Buñuel, a quien se le ocurrió la fundación de la Orden de Toledo como una iluminación. Estaba detrás de la idea de crear un guion de acción y aventuras con personajes que el público conociera», comenta Javierre a La Tempestad.

El cómic es una parodia de los días de juventud de los tres creadores españoles, que conformaron, al lado de André Breton, el grupo surrealista varios años después en Francia. Buñuel es presentado como un joven atlético, de gran carácter, bromista y espontáneo. «De momento, la parte de la biografía de Buñuel que contamos en Los caballeros de la Orden de Toledo es anterior a su viaje a París, donde empezaría a relacionarse con el grupo surrealista. Y algo antes de su interés por el cine. Aún así, presentamos a un Buñuel deportista y pendenciero, al que le gusta el boxeo y las armas de fuego. Y sobre todo un gran vividor cuya máxima era el Carpe Diem, que disfrutaba haciendo bromas y disfrazándose», agrega Javierre.

Gráficamente, el personaje de Buñuel es representado con sus característicos ojos saltones y el peinado partido en medio. Al respecto de su estrabismo, Cabrera ha comentado que supuso un reto ya que la mirada en la representación gráfica es tan importante como compleja: al ser imágenes sin movimiento debe entenderse hacia dónde mira el personaje.


Sobre el aporte de Buñuel a las artes contemporáneas, que pueden rastrearse en creadores como el director de teatro italiano Romeo Castellucci (además de utilizar iconografía religiosa –como en las imágenes paródicas de Viridiana y Simón del desierto­–, su trabajo se caracteriza por el recurso de lo absurdo y lo extraño, sin un compromiso con la verosimilitud) o el cineasta danés Lars von Trier (la incompleta trilogía América: Tierra de oportunidadesDogville, Manderlay– se vincula con aquélla que conforman Nazarín, Viridiana y Simón…), Javierre considera que su obra es «un canto a la provocación. Su pretensión, más que artística o plástica, es buscar la incomodidad del espectador, hacerle reaccionar. Él mismo decía que Un perro andaluz era un apasionado llamamiento al crimen. Fue un artista que usó el arte con la finalidad de remover conciencias para que no caigamos en el aletargamiento».

La serie de Los caballeros de la Orden de Toledo se vende en España en un formato de libro de cómic de veintiocho páginas. Su objetivo es completar nueve historias; la primera de ellas consta de cinco números, a través del sistema de financiación colectiva de la plataforma Verkami.

«¡Qué voluptuosidad la de destruir!», menciona uno de los personajes de Justine, de Sade. La sentencia es citada por Víctor Fuentes en el libro Buñuel, del surrealismo al terrorismo (2013), y con ella identifica a Modot en La edad de oro, el Jaibo en Los olvidados, Alejandro en Abismos de pasión, Francisco en Él y Archibaldo en Ensayo de un crimen. El uruguayo Lautréamont, como menciona Fuentes, nutrió el imaginario de Buñuel. Una de sus imágenes más célebres, la de la navaja en Un perro andaluz, ya aparece en Los cantos de Maldoror.

¿Qué hay con respecto a la literatura actual? «Pensando sólo en México hay varios autores que hemos retomado, si no a Buñuel directamente, al menos sus influencias. El grupo va desde algunos autores de carrera casi contemporánea a la de Buñuel, como Amparo Dávila, hasta autores vivos como Bernardo Esquinca, Mauricio Molina, Rodolfo JM, Norma Lazo, Guadalupe Nettel o Daniela Tarazona», explica Alberto Chimal.

«De Buñuel me interesan los motivos y las imágenes desconcertantes. Aprendí la irrupción de lo inusitado, que puede ser metáfora de otra cosa o solamente el choque producido por no poder abarcar una realidad que no se ajusta a las expectativas humanas, de El ángel exterminador y de Simón del desierto tanto como de algunos libros favoritos», amplía el autor de La torre y el jardín, novela en la que la naturaleza y el deseo encuentran forma a través de la imaginación.

En otras latitudes, comenta Chimal, Anna Starobinets, Thomas Ligotti y Nic Pizzolatto, creador de True Detective, pueden ser entendidos como conocedores de la obra de Buñuel.

Diálogo con el cine contemporáneo

Más que la atmósfera, como se ha visto con respecto a los creadores mencionados anteriormente, Lars von Trier parece haber asimilado el cine de Buñuel, especialmente el de la etapa europea donde a través de los personajes femeninos se cuestiona la ideología occidental. Es interesante que en el cine hecho en México, el director aragonés se haya abocado a los roles masculinos, que tomaron distancia de la visión maniquea de la obra de Ismael Rodríguez o del idealismo de Gabriel Figueroa, con el que trabajó en múltiples ocasiones, aunque adaptándolo a su característica economía visual. A pesar de que el danés nunca se ha referido a Buñuel, a diferencia de Michael Haneke, otro de los referentes del último cine, es posible realizar una asociación entre Viridiana y Dogville.

Ambas películas son agudos estudios de la violencia del orden social, de la dominación y de la pulsión destructora del hombre, un motivo que ambos directores han explorado como pocos artistas visuales. Confinadas a un lugar específico, una hacienda en el caso de Viridiana y un pueblo minero en Dogville, sus protagonistas están fuera de su contexto original –una deja el convento y la otra huye del padre–, como si de pronto se encontraran perdidas en un bosque, igual que en un pasaje aterrador de un cuento de hadas. Grace, en el filme de Von Trier, es el reverso de Viridiana. Esta cree en la comunidad, en la caridad como una forma de enseñanza. Si Viridiana asigna actividades en el microcosmos que crea, la rubia de Dogville juega ajedrez para que gane el tonto del pueblo y lee libros al ciego. Grace, que guarda un secreto, ve truncado el deseo de Viridiana. El abuso se impone a la bondad como una consecuencia que en ambas experiencias cinematográficas es sentida como natural.

Finalmente, Chimal rastrea lo buñuelesco en True Detective: «No necesariamente influido por Buñuel, pero sí cercano a su obra es atmósfera, más que en la trama o las ideas de sus personajes, y sobre todo en las escenas en las que el mundo de Rust y Marty deriva hacia la pesadilla, en los últimos capítulos de la primera temporada. La cultura audiovisual de Hollywood se ha insensibilizado a fuerza de repetir durante décadas estereotipos sobre serial killers, sectas y otros elementos de su propia cultura, y a la vez los ha anquilosado, por tomarlos siempre de unas pocas obras precursoras y repetirlos con tan pocas modificaciones como les es posible. Pero los creadores (casi siempre involuntarios) de esos estereotipos, desde Herk Harvey hasta David Fincher, tienen más de un punto de contacto no sólo con el cine clásico de horror sino también con el surrealismo».

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