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Artes escénicas

El acto político de bailar

«Al vivir es un sistema social y económico que define y constriñe el goce a ciertos lugares, el empoderamiento a través del baile es un acto político», considera Mariana Arteaga, que actualmente desarrolla el proyecto piloto Úumbal: coreografía nómada para habitantes en el Museo Universitario del Chopo. Hace unos meses Arteaga, intérprete y coreógrafa, egresada […]

Carlos Rodríguez | martes, 23 de junio de 2015

«Al vivir es un sistema social y económico que define y constriñe el goce a ciertos lugares, el empoderamiento a través del baile es un acto político», considera Mariana Arteaga, que actualmente desarrolla el proyecto piloto Úumbal: coreografía nómada para habitantes en el Museo Universitario del Chopo.

Hace unos meses Arteaga, intérprete y coreógrafa, egresada de la carrera de Comunicación Social de la UAM Xochimilco, participó como cocreadora y bailarina (al lado de Tania Solomonoff) de la videoinstalación coreográfica que fue parte de la muestra Geometría, acción y souvenirs del discurso insurgente, de Alexander Apóstol, en la Sala de Arte Público Siqueiros (SAPS). «Busco complejizar el puente que hay entre el discurso artístico y político con la creación artística. Sin embargo, mis preguntas principales son ¿qué es y dónde se ubica un artista político en la actualidad?», dijo el artista venezolano a La Tempestad, que guió la exposición a partir de la noción de colectividad en la producción artística, idea que defendió David Alfaro Siqueiros, a través del dibujo técnico, la música, la danza y la documentación.

La transdisciplinariedad es una de las características del trabajo de Arteaga, interesada «en desarrollar relaciones expansivas entre la danza y otras disciplinas, así como el propiciar diálogos e intercambios nacionales e internacionales para ampliar las posibilidades de reflexión». La primera fase de Úumbal, la Pasoteca –en la que un grupo de aficionados al baile donó pasos para crear un acervo de movimientos que servirán para crear una coreografía que se presentará en las calles de la colonia Santa María la Ribera y otros espacios­­­– es elocuente con este discurso.

Las «sabrosas formas de bailar» de los habitantes de la ciudad de México se convertirán en la materia prima a partir de la cual, en una segunda fase llamada Tejedores/Laboratorio piloto de creación coreográfica, quince voluntarios y un equipo de profesionales construirán una coreografía. «Es importante señalar que es un proyecto procesual, un piloto, una suerte de prueba-error. Es una coreografía nómada porque se desplaza mientras se hace. ¿Cómo se desplaza? Es algo que vamos a construir y averiguar en el proceso».

La particularidad nómada es una de las características de Úumbal. «Me parece algo importante visibilizar al cuerpo en la calle, pero no en un lugar fijo. Los lugares donde se baila son sitios normalizados, no es que eso esté bien o mal, pero es importante que el cuerpo recupere el lugar que le pertenece a partir del baile. Cuando decimos “vamos a bailar” es porque asistimos a un espacio cerrado; cuando se baila en un lugar público es un acto festivo, ritual, pero no es una manifestación espontánea. La forma de bailar que se propone con este proyecto te confronta con la idea del peatón, que no fue considerado en la planeación de la ciudad. El peatón ha perdido su espacio. Es importante que recupere y defienda la capacidad de gozar, de pensar el propio cuerpo, de que se encuentre con un cuerpo colectivo y que entienda que el goce no se relaciona necesariamente con el dinero», sostiene Arteaga.

La coreógrafa considera que el reto de Úumbal es doble: además del trabajo que la comunidad ejercerá sobre sí misma, que consiste en crear una historia y una vivencia, se pretende hacer una fractura a través de la cual los transeúntes puedan visibilizar un cuerpo bailando.

«Desde 2010 trabajo con comunidades. He comprobado su poder transformador. Esta pieza es una construcción colectiva que enfrenta tensiones porque una colectividad no es sinónimo de hermandad, hay que encarar la definición de las estructuras dentro del grupo. Bailar es tan amable, incluso sanador, que hay posibilidad de llegar a acuerdos por esa vía. Cuando una comunidad se encuentra para bailar se vuelve a empoderar, se reafirma el cuerpo, se ejercen relaciones sociales distintas», concluye Arteaga.

En noviembre se presentará la coreografía, previo a la congregación de cincuenta voluntarios aficionados al baile que vivirán el proceso de montaje que da vida al proyecto.

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