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SANTIAGO SIERRA

Christian Mendoza | jueves, 28 de mayo de 2015

 

«¿Y así ha estado todo el día?», dijeron algunos de los asistentes a la acción llevada a cabo el día de ayer en Soma, titulada Veterano de la guerra de México cara a la pared. La acción pertenece a un ciclo de performances, iniciada en 2014, donde Santiago Sierra se concentró en los voluntarios de las guerras de Estados Unidos. A través de distintos uniformes, abordó a los voluntarios de guerra de Estados Unidos y los diferentes conflictos bélicos de los que han formado parte. Ahora, un veterano de la guerra en México, un soldado real, se una a esta serie de acciones performáticas.

 

Dar la espalda y mirar a la pared es una táctica de amagamiento. Gráficamente, puede emparentarse a las fotografías de los estudiantes de Tlatelolco en el 68 (momento abordado en La lona, muestra de Sierra en la galería LABOR). Pero el gesto invierte a los sujetos y pone al militar en el centro.

 

¿En qué contexto se desarrolló la acción? Por un día y por cerca de seis horas, el soldado estuvo de pie con un uniforme militar en una semana en la que entraban movilizaciones al Distrito Federal, protestando a los ocho meses de lo ocurrido en Iguala. La noticia de la matanza en Tanhuato, Michoacán, también se enmarcó en el discurso de las marchas recientes, además de mantener presente la masacre de Tlatlaya, Estado de México. La acción abre distintas lecturas: ¿la milicia forma parte de las víctimas del estado de guerra nacional?, ¿se está escenificando un deseo ciudadano por ver a los militares siendo amagados?, ¿o tal vez lo que puede considerarse una alteración del amagamiento es un gesto tan simple e indolente como dar la espalda?

 

«Ha de estar chateando», fue otro de los comentarios emitidos por un miembro del público. El Distrito Federal, a pesar de constituir el territorio por antonomasia de las manifestaciones populares, continúa autorrepresentándose como un centro de poder tanto institucional como ciudadano. Se trata de la capital de la cultura. El público interactuó con Sierra a distancia –una distancia mayor que la que se suele imponer entre el espectador y una escultura o una pintura–, le sacaban un par de fotografías, o bien, permanecían en la sala charlando entre conocidos o emitiendo en voz alta comentarios de la índole ya descrita, hasta terminar dándole la espalda a la figura del soldado mexicano. Esta relación entre los cuerpos arroja un mensaje –voluntario por del soldadeo, involuntario por parte del público– no tanto de cómo se observa una acción performática (¿cuál hubiera sido el comportamiento de haberse tratado de Marina Abramović y su autorretrato vivo?), sino de cuál es la posición de muchos ante los hechos políticos recientes: ante lo que sucedía en las calles, unos metros más allá de Soma.

 

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