25/11/2024
Artes visuales
Colectivo DIS, entrevista
El colectivo neoyorquino estuvo a cargo de la curaduría de la novena edición de la Bienal de Berlín que llegará a su fin el 18 de septiembre de este año. En La Tempestad 111, junio de 2016, Teobaldo Lagos conversó con ellos a propósito de las contradicciones que buscaron señalar.
DIS es un colectivo situado en Nueva York y compuesto por Lauren Boyle, Solomon Chase, Marco Roso y David Toro. Sus intervenciones culturales se manifiestan en un amplio rango de medios y plataformas, desde las exposiciones de sitio específico en museos y galerías hasta algunos proyectos en línea que siguen en curso. Entre los más notables de estos últimos está DIS Magazine, publicación cofundada en 2010 por Nick Scholl, Patrik Sandberg y S. Adrian Massey iii. La revista, como afirman desde su sitio, «es una plataforma virtual que examina el arte visual, la moda, la música y la cultura, construyendo y apoyando a nuevas prácticas culturales». Desde su fundación, la revista se ha expandido a una comunidad internacional de escritores, fotógrafos, músicos y DJs. Entre los proyectos recientes del colectivo se encuentran DISimages (2013), una agencia de fotografía de stock en pleno funcionamiento que enrola a artistas para producir imágenes disponibles para el uso privado o comercial, y DISown, una plataforma de distribución en línea y laboratorio que prueba el estatus actual del objeto de arte.
DIS explora la tensión entre la cultura popular y la crítica institucional, poniendo a nuestra disposición sus proyectos para el más público y democrático de todos los foros: Internet. ¿Cómo toleramos e incorporamos las paradojas del capitalismo? Responder a esta pregunta es de interés para el colectivo: implica asumir la imagen e incorporarla, quizá crear nuevos estereotipos.
Hablemos de Berlín. ¿Por qué al hacerlo ya no nos referimos a espacios abandonados? La última Bienal, curada por Juan A. Gaitán, y la anterior, Forget Fear, se comprometieron con el espacio público de la ciudad. Se aprovecharon formas y discursos particulares para aproximarse a ellos. ¿Cuáles son las tensiones a las que quieren acercarse ahora?
Al llegar miramos dentro de un archivo lleno de espacios previamente abandonados en el Mitte. Se nos decía, uno por uno, «éste se volverá un gimnasio, éste un spa, ése es una obra nueva en construcción». No es que hayamos querido usar estos espacios sobrantes, de cualquier forma, pero esto explica mucho acerca de cómo la ciudad, y específicamente el Mitte, ha cambiado en los últimos años. Se escucha a la gente decir que Berlín ya fue, que quizás es bueno que seamos de Nueva York y no tengamos esa nostalgia.
En el corazón de la 9a Bienal de Arte Contemporáneo de Berlín está la Academia de las Artes, el único espacio público de arte en la Plaza de París (donde está la puerta de Brandenburgo), una suerte de rostro de la nación y zona turística rodeada por fachadas inaccesibles: las embajadas de los Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña y las oficinas corporativas del DZ Bank y Lockheed Martin, entre otras. Hay un flujo de turismo y capital con estructuras de poder estéticamente discretas que surgen sobre una plaza histórica para turistas que sostienen en alto sus selfie sticks. La Academia de las Artes es un ejemplo de los códigos visuales contemporáneos de un Estado: el legado nacional con un brillo de transparencia.
Usar una escuela de administración como una de las sedes de la Bienal es muy interesante. ¿Podrían explicar cuál es la importancia de este edificio y por qué lo escogieron?
La Escuela Europea de Administración y Tecnología (ESMT) es una institución internacional de negocios que encarna los códigos contemporáneos de los intercambios globales, pero se aloja en el edificio del Consejo de Estado de la antigua República Democrática Alemana. En ella puede verse una pantalla que registra cómo la bolsa alemana de valores sube y baja; un poco más allá puedes ver cristaleras con iconografías propias de la extinta Alemania oriental. Es una paradoja materializada, uno de los puntos enfatizados por la Bienal: hay una tensión entre el espacio público y el espacio privado, pues parece que lo público desaparece en las manos de particulares.
Ustedes relacionan metafóricamente la noción de “presente” con alguien haciendo spinning en un gimnasio, con resaca, tratando de usar su fuerza y dar todo lo que tiene. La imagen resultante es quizás una de las últimas del capitalismo actual. ¿Qué pasa en este momento? Ustedes preguntan: «¿Me gusta Shakira?», «¿Soy depresivo?», «¿Es Francia una democracia?», «¿Estamos en guerra?». Tratar de responder provoca una ansiedad que parece un elemento importante de esta Bienal.
Este es un presente donde hay diferentes ideologías en conflicto. En él incluso un producto, una imagen o una obra de arte habitan posiciones contradictorias en sí mismas. El presente es esquizofrénico y parecemos estar en el umbral de la prosperidad y el colapso. Estamos interesados en amplificar el momento presente para sentir estas paradojas de un modo visceral. En vez de hacer un simposio que trate el tema de la ansiedad queremos que la gente sienta la ansiedad.
Como sugiere el título, en vez de desenmascarar el presente, a pesar de que contiene algo que tenemos que “descubrir”, queremos mirar sus múltiples rostros y encarnaciones. Una manera de verlo es el drag [transformista]. Un drag no es sólo un hombre en ropa de mujer o viceversa. Usamos el término en un sentido más amplio: como la representación formal de uno mismo y del medio ambiente. El drag, por un lado, implica el engaño y la máscara, y, por otro, la expresión del verdadero yo. En cierto sentido, sentimos que el presente está actualmente en drag, donde la transparencia es sólo un tipo de máscara. Las estructuras de poder producen confusión a propósito. Por ejemplo, el lenguaje neoliberal usa la misma palabra para diferentes actividades, de manera que se camufla el origen del capital. Palabras como “libertad”, “mercado”, “inversión” y “radical” son usadas por los corporativos y las marcas para vender una sensación de felicidad y plenitud, como es el caso de la campaña de la marca Patagonia, «No compre esta chaqueta», que usa la lógica del anticonsumismo para vender ropa de excursiones. O el eslogan de Nike: «Únete a la revolución de la libertad».
Las imágenes de DIS nos recuerdan la brevedad y la volatilidad de los estereotipos, y cómo son comunicados y mercantilizados. Ilustran el modo en que el medio y la masa son conceptos generados por la industria del lujo para crear y mantener una esfera o nivel de privilegio, invulnerable a los ojos y los cuerpos de los “comunes”. ¿Qué forma tienen lo político y lo público en tal contexto?
“Masa” y “lujo” son nociones que van de la mano una con la otra. El proceso consiste en producir aspiración. Lo alto y lo bajo no se encuentran separados, son simbióticos e intercambiables, como cinturones y ropa interior versus alta costura o Picassos de 179 millones de dólares versus postales de Picasso. La construcción de aspiraciones y la ideología que se le asocia (crecimiento, productividad, conformidad, etc.) es algo que a menudo llamamos “herramientas de la persuasión”. Muchos artistas de bienales usan estas formas visuales, textuales e ideológicas como materia prima para deconstruir las estéticas aspiracionales y su performatividad, que encarna clase y género.
La artista mexicana Débora Delmar detecta la iconografía y las mercancías de los estilos de vida basados en la idea de salud, abordando así la conciencia de clase y la movilidad ascendente en México y otros países. Su proyecto para la Bienal es un bar geopolítico de jugo verde y la instalación MINT, llamada así tanto por la menta como por la producción de la divisa monetaria, aunque también con relación a las economías globales emergentes de México, Indonesia, Nigeria y Turquía. Es interesante ver cómo algo tan básico como el jugo verde puede encarnar tantas contradicciones e incertidumbres. Nos permite, metafóricamente, viajar entre concepciones micro y macro del mundo que nos rodea.