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Cine/TV

Entrevista con João Nicolau

Carlos Rodríguez | jueves, 20 de abril de 2017

Estos días se puede ver en México John From: descubriendo el amor (2015), filme del cineasta portugués João Nicolau. La película muestra cómo una adolescente, Rita, se enamora durante el verano de su vecino, un fotógrafo de más edad que vive en su mismo edificio. La cinta, de un acentuado poder evocador e imaginativo, es parte de los filmes producidos en Portugal que recientemente se han proyectado en México, como El ornitólogo (2016), de João Pedro Rodrigues, que muestran la vitalidad de la filmografía del país europeo, cuya actividad interna revela debates de poder económico. En esta entrevista Nicolau habla de las interpretaciones de su película y del peligro que enfrenta el cine portugués al perder independencia ante los representantes de los operadores de cable y de las televisiones.

 

 

 

 

A diferencia del tratamiento violento del amor y el deseo en el cine mexicano, John From lo aborda a partir de la fantasía, ¿por qué hacerlo a partir de esta óptica y con una adolescente?

 

En el cine mexicano contemporáneo hay una inclinación por explorar el sufrimiento y cierta estética de la culpa. No es mi vía de expresión cinematográfica. John From es una pesquisa sobre el inicio del amor, su esencia y cronología. El enamoramiento de Rita no es una disfunción social o psicológica. Hoy el que alguien menor se enamore de una persona mayor es parte del discurso del control social. El cine es una herramienta muy útil para poner juntas cosas que solemos apartar. Rita no es Lolita, el hombre del que se enamora no es como el de la historia de Nabokov. Eso influyó en la elección del actor. Él tiene algo muy difícil de hallar: una mirada sin intención, su relación con Rita no es culposa ni malsana.

 

La adolescencia es un periodo de intensidad que permite mirar ciertas cosas de una forma más concentrada. Algunos llevan trazos de la adolescencia hasta la tumba. También quise filmar el vacío, que no es lo mismo que el aburrimiento, propio de quienes no saben ver ni escuchar, para el que hoy quedan pocos espacios. La ficción tiene un poder particular porque el mundo también se constituye de la fantasía. En los últimos diez años hay una tendencia en la que los cineastas se contentan con elegir temas sociales. Hay otros rincones que merecen ser filmados.

 

 

 

 

Rita inventa su propio verano que pasa de lo meditabundo a la fantasía.

 

Mis películas anteriores empiezan como una historia paralela a la realidad, con esta quise mostrar la transformación progresiva de lo real en imaginario. Creo que eso es lo que tienen el común el cine y el enamoramiento, de facto empezamos a mirar distinto.

 

Ella también inventa a su vecino, construye una idea de él a partir de su trabajo como fotógrafo. ¿Cuál es tu lectura de esta pasión adolescente?

 

Cualquier apasionado intentará saber todo sobre el primer punto de contacto con su objeto de deseo. Ella investiga todo sobre Melanesia y el Pacífico. Si él fotografiara supermercados europeos eso alteraría la estética de la película. Pero elegimos algo lejano para hacer más radical nuestro gesto porque esas islas son las antípodas de Portugal. Quisimos ver eso como meta del amor: el tipo lejano que acaba siendo tu vecino.

 

 

 

 

¿Qué sensación tienes de ser parte de la vitalidad del cine portugués del presente, donde figuran Pedro Costa, Miguel Gomes y João Pedro Rodrigues?
Creo que somos muy distintos entre sí, no vamos en banda. En el cine de Portugal hay algo importante. En este momento se está tratando de decidir un decreto que podría ser perjudicial para la independencia del cine: se corre el riesgo de que representantes de cable y de las televisiones decidan qué tipo de películas se harán, de meter al cine en la lógica de mercado. El dinero público no debe satisfacer eso. Hemos hecho protestas, conseguimos que se postergara la aplicación del decreto. El cine en Portugal nunca ha sido pagado por el presupuesto del Estado, por eso siempre ha mantenido su independencia, son los impuestos sobre la publicidad, la televisión y el cine los que han financiado la actividad cinematográfica. El problema es que estos agentes, apoyados por el gobierno, desean intervenir en la elección de proyectos a través de jurados que representan a los grupos que concentran el poder económico. Pagar un impuesto no les da el derecho de decidir en que se gastará el dinero.

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