16 de agosto de 2017

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Literatura

Premio Aura Estrada

Guillermo Núñez Jáuregui | jueves, 22 de junio de 2017

A diez años del fallecimiento de Aura Estrada, el premio que lleva su nombre se ha vuelto un referente tanto para las autoras jóvenes como para el ecosistema literario mexicano: el certamen tiene varias particularidades que han abonado a su prestigio (incluyendo, claro, el trabajo de las ganadoras de sus ediciones pasadas, como Susana Iglesias en 2009, María José Ramírez en 2011, Verónica Gerber en 2013 o Liliana Colanzi en 2015), pues sólo se entrega a mujeres menores de 35 años que presenten textos inéditos, generalmente de proyectos aún en desarrollo. El próximo 2 de julio cerrará la convocatoria, que puede consultarse aquí.

 

El Premio Aura Estrada cobra relevancia en un momento en el que la discusión se ha orientado hacia la violencia ejercida contra las mujeres, incluso en el ámbito cultural, y señala un problema real de la industria editorial mexicana: si para los jóvenes autores es difícil publicar, lo es aún más si se trata de mujeres. Al respecto, Francisco Goldman, fundador del galardón que homenajea a Estrada, matiza: “Yo no soy el más indicado para hablar de eso. Se debería hablar con Gabriela Jáuregui, una de las fuerzas constantes detrás del premio. Originalmente éste nació por el espíritu del Taller de las Mecanógrafas, conformado por Aura, Jáuregui, Mónica de la Torre y Laureana Toledo, un colectivo con tintes anarquistas, feministas, del Oulipo y demás. En ese momento, recuerdo, Aura –aunque sin resentimiento– señalaba la atención desmedida que se daba a escritores masculinos. Grupos como el Crack, McOndo y todo eso. Hombres, hombres, hombres… El sentimiento era que las mujeres podían ofrecer grupos más radicales, menos comerciales, experimentales. Fue una especie de manifiesto en acción. Cuando falleció nos pareció obvio que debía seguir ese espíritu con el premio”.

 

El Taller de las Mecanógrafas convocado por Estrada consistió en un ejercicio de escritura colectivo que posteriormente cobró forma en el libro Taller de taquimecanografía (Tumbona, 2011). El título es un guiño a los roles menores que se esperaban de la mujer, vedada del ámbito creativo pero colocada en la posición de una especie de escritora ventrílocua. La escritora boliviana Liliana Colanzi (ganadora de la edición más reciente con el libro de cuentos Nuestro mundo muerto) hace eco de esta realidad: “Escribir es un acto egoísta que exige clausurar todos los reclamos del mundo, y la mujer ha sido educada para cuidar y entregar su tiempo a los demás”. Señalando las virtudes del premio, Colanzi asegura que el galardón “ayuda a dejar de lado esas demandas y distracciones y a enfocarse en la propia obra, es un gran incentivo para escritoras jóvenes”.

 

El premio no sólo consiste en un estipendio de diez mil dólares; involucra otras formas de apoyo, como señala el crítico Roberto Cruz Arzabal: “A diferencia de otros premios, que sólo dan dinero en efectivo, que el Aura Estrada provea también de tiempo para escribir mediante residencias de trabajo permite que los proyectos puedan desarrollarse con detenimiento. La combinación de un monto económico alto (similar al de varios premios de literatura nacionales) y tres estancias de escritura permite que la ganadora se concentre en escribir como actividad principal. Si lo comparamos con premios o becas semejantes, las becas del Fonca, por ejemplo, son de casi la mitad de este premio, pero no favorecen las condiciones de escritura concentrada, sino sólo el tallereo, casi siempre ineficaz debido al tiempo dedicado a cada proyecto”. Cruz Arzabal ahonda: “Si observamos la obra de dos de las escritoras ganadoras, Gerber y Colanzi, el premio apunta mantener un nivel de reconocimiento y capital simbólico de relevancia que también puede ayudar a otras escritoras jóvenes”.

 

Sobre las particularidades del premio, Verónica Gerber señala: “El Premio Aura Estrada, fundado e ideado por Francisco Goldman, es único en muchos sentidos: es un premio independiente, es decir, no lo entrega una editorial trasnacional ni se sostiene de dinero estatal. Es producto de muchas pequeñas donaciones de escritores y artistas, es un esfuerzo colectivo tal vez único en su tipo. Por otro lado, no se premia una obra publicada o terminada sino un avance y un proyecto a desarrollar. En este sentido, el jurado corre un riesgo al elegir un manuscrito en proceso y, en ese sentido, tiene la lógica de una beca”. Gerber señala el empuje que implicó el premio en su obra: “Es difícil detectar con precisión y justeza cómo ha cambiado las cosas para mí, pero, en primer lugar, siendo una especie de extranjera de la literatura (porque mi formación es en artes visuales y a eso me dedico), fue muy importante saber que un jurado con escritoras y escritores a quienes admiro me leyó y pensó que valía la pena que yo terminara mi manuscrito. Eso me alentó mucho. Por otro lado, dado que el premio se entrega en la Feria del Libro de Oaxaca, me acercó a Almadía, donde finalmente publiqué el libro en el que se convirtió aquel manuscrito [la novela Conjunto vacío, publicada en 2015]. En otro sentido, me dio un espacio completamente distinto para escribir del que normalmente me acompaña; esos meses en las residencias para artistas y escritores a las que asistí fueron ideales para hacer otro tipo de lecturas, para pensar y soltar las riendas del ocio, que también fue un aliado para terminar mi libro”.

 

Finalmente, sobre la realidad social en la que se inserta el premio, Gerber añade: “El medio cultural mexicano (cualquier medio cultural, en realidad) ni siquiera parece darse cuenta de que sus mesas de discusión, sus presentaciones de libros, sus premios, sus reseñas, sus libros publicados, son protagonizados por hombres en un porcentaje que, si hiciéramos los números solamente de los últimos cinco años, sería sin duda de más del 75%”. No debe sorprender que el premio, a contrapelo, haya cobrado la importancia que ahora tiene. “Nadie sabía que este premio adquiriría el perfil que obtuvo, originalmente fue creado por un grupo de amigas para recordar a Aura”, señala Goldman; “yo no soy un escritor mexicano, pero como observador externo puedo recordar los tratos horribles que se les ha dado a escritoras mexicanas. Y no me sorprende, basta dar un vistazo a cómo funcionan las cosas aquí. Con los años, tanto en América Latina como en los Estados Unidos las mujeres han cobrado una importancia sin par: es increíble el talento que se ha destapado, y que va de la mano con lo que ocurre en la sociedad en general. Son tiempos interesantes”. La mención del vecino del norte no es casual: la convocatoria contempla el trabajo –realizado en español– de mujeres residentes en Norteamérica, incluyendo Canadá.

 

 

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