21/11/2024
Literatura
Santo Domingo sin Godzilla
Jorge Pedro Uribe recorre la plaza del Centro de la Ciudad de México, a la que define como ‘bella y añosa’.
Una plaza no es un espacio vacío que necesite ser dotado de cultura, como suponemos que suponen ciertos funcionarios. Cuando les escuchamos decir que se proponen llevar la cultura al Zócalo francamente no entendemos a qué se refieren. Resulta evidente, esto sí, que no lo frecuentan. Es una pena el uso agraviante que han dado a las principales plazas públicas del Centro, al tratarlas como propias con la excusa de recuperarlas para la gente. Con todo y remodelación ya casi no es posible disfrutar de la antigua Plaza Mayor sin tener que chutarse eventos (algunos laudables) que exhorten al dispendio y saturen con carpas, vallas, en ocasiones barricadas, estructuras metálicas y bocinas, y aun publicidad de empresas privadas y propaganda partidista; para colmo no hay chance, ni banqueta siquiera, de acercarse al Palacio Nacional. Se nota que quienes toman las decisiones no acostumbran caminar por aquí. ¿Qué cultura creen que traen?, ¿y de dónde?
Ojalá no se sigan con Santo Domingo, bien bella y añosa, de cuando la primera repartición de solares, o incluso antes, cabo del Camino Real de Tierra Adentro, hipotálamo del llamado barrio universitario. Abiertísima plaza cuyo máximo patrimonio respira, no son piedras ni legajos. Pero ya hemos notado que de unos meses para acá le tienen echado el ojo, y no precisamente para acabar con el feraz narcomenudeo. ¿Y la prensa? Fifí. Por fortuna quedan los recuerdos de la explanada funcionando con normalidad y no como zafio centro de convenciones (y por supuesto los anhelos de los usuarios cotidianos, nadie los objete ad hominem: que se mercara sin mordidas ni condicionamiento electoral, fueran permitidas las legítimas protestas y se aderezara el entorno –aun sin filmación– sin la ocurrencia de reemplazar el mobiliario o el piso, lo cual es caro y ocioso en comparación con un eficiente mantenimiento regular). Por ejemplo:
1
El padre Julián está bien padre, hace años que lo visitamos en su estudio de Leandro Valle, no obstante haber llegado con patente retraso, viejóvenes que somos. Lo bueno: nos toca oír anécdotas sobre aquellos que tuvieron la oportunidad de tratarlo antes que nosotros: Luis Buñuel (“Yo le eché la mano con La Voie lactée”), Octavio Paz (“Era como un caballero andaluz”), Carlos Monsiváis (“No bebía alcohol”). Es con seguridad el único fraile cineasta de México, además de ducho pintor y restaurador de arquitectura; a él debemos el aspecto actual del altar mayor de la iglesia. Julián Pablo es a un tiempo personaje de Buñuel, caballero tepiteño y afecto al vino en las comidas, así como discreto conversador, de los que discuten sin reñir y saben cómo argumentar; hombre de ideas y humanismo, acaso igual que su ancestro espiritual Servando Teresa. ¿Seríamos capaces de pensar en las plazas de Santo Domingo y 23 de Mayo, de solemnes edificios, sin evocar a nuestro octogenario amigo dominico? Qu’il soit anathème!
2
Más que una pregunta tenemos un comentario: hacen falta policías en los portales. Al menos un par, ya de perdida uno. Pero ahora hay que darle prioridad a Madero porque ahí están los turistas, son órdenes de arriba: explicación del entonces Jefe de Cuadrante luego de informarle de un asalto en carnes propias entre las imprentas Estrella y Enríquez, a escasos metros de la calle de Cuba. Donde el nuevo hotel boutique. El golpe en la cara, acudimos al Ministerio Público… en fin, etcétera. Pasan los meses y coincidimos con el ladrón en la casilla en la que fungimos como secretarios. Nos reconocemos, impertérritos, y así la herida va cerrando al recibir en carnes propias su credencial para votar, ninguna alharaca, no queremos ser #LordSantoDomingo. Estamos en la llamada Casa de la Malinche, en realidad de Juan Jaramillo (“capitán que fue de un bergantín, cuando estábamos sobre México; fue persona prominente; murió de su muerte”, lo describe Bernal), y en todo caso en el terreno, la placa lo deja claro: “Aquí estuvo la casa…”. A un lado la sarnienta mansión del mayorazgo de Medina, donde ahora alojan sus alhajas los periquillos del rumbo.
–¿Facturas, algún documento, algo de imprenta, qué buscaba?, ¿perico?
3
Cuánta vida en la plaza, hasta feliz luce la Corregidora, que esta tarde otea sin parasoles. Son las cinco de un sábado sin lonas ni decibelios impuestos con nuestros impuestos. Comemos una torta de La Hidalguense, qué picante, cuán sabrosa, se nos desmorona en las manos. Imaginamos cómo habrán sido las habitaciones de Cuauhtémoc o Cristóbal de Oñate o Manuel Acuña; experimentamos nostalgia vicaria por la sede original del Seminario de Cultura Mexicana y las cantinas Brasil, Salón Madrid y La Valenciana, no sobrevive ninguna y bien pocos se acuerdan hoy de Enrique González Martínez, cliente de la última. Quema mucho el sol, fijamos la vitamina, nos entran ganas de torcerle el cuello al cisne. Reparamos en la capilla de la Expiración, da la impresión de ser renacentista su portada, y no neoclásica. Un señor compra unos tacos, y antes de servírselos en unicel a su perro los desmenuza con detenimiento. Otro can, a lontananza, el del puesto de revistas de la plaza aledaña, la 23 de Mayo, se entretiene con los niños que juegan futbol afuera del prominente templo y el Toks desangelado. Ningún pájaro alrededor, de ahí tal vez la sensación de desamparo. Los aseadores de calzado nunca parece que descansen, tampoco el Metrobús. ¿Y los maestros del Sindicato? Hace bastante que no los vemos. Huele a elote asado y, desde hace generaciones, entre más viejo el comal más rápido se calienta, en esto pensamos. Cae enrarecida la luz, como de esmog y granizo inminente. Entornamos los ojos, junto a nosotros una viajera en la banca que sirve para que regurgitemos, expiremos, juventud de tanto en tanto, y ella comparte, puede que con el deseo de practicar su español:
–No sabía que el Centro fuera tan bonito, vine a México por el boleto de avión súper barato, ¿qué otros sitios por aquí me recomiendan?
Qué vergüenza mandarla a un centro comercial, acarrearla a un mitin encubierto.
Miércoles 6 de septiembre de 2017