16 de agosto de 2017

La Tempestad

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21/11/2024

Artes visuales

Fotoperiodismo y cultura

Los lugares comunes del fotoperiodismo a luz del pensamiento de Susan Sontag, en este texto sobre los retos de la profesión.

Guillermo Núñez Jáuregui | miércoles, 1 de noviembre de 2017

El dolor y la imagen

¿Es verdad que debemos ver para creer, que una imagen habla más que mil palabras? Estos lugares comunes fueron atacado a inicios de siglo por Susan Sontag, en su referencial ensayo Ante el dolor de los demás (2003), un libro que respondía, claramente, a la proliferación en medios de información de imágenes bélicas suscitadas por los ataques del 11 de septiembre. Su provocación: «¿Podemos llegar a movilizarnos activamente en contra de la guerra por una imagen (o un conjunto de imágenes) de igual modo que podríamos alistarnos entre los opositores a la pena capital leyendo, digamos, Una tragedia americana de Dreiser o “La ejecución de Troppmann” de Turgueniev, relato del escritor expatriado al que se invita a observar en una prisión parisina las últimas horas de un famoso criminal de la guillotina? Una narración parece con toda probabilidad más eficaz que una imagen». A diferencia de una imagen o una instantánea, argumenta Sontag, los relatos narrativos implican una experiencia de tiempo: la duración del período en el que estamos obligados a sentir o reflexionar es decisivo para la acción política.

¿Pues no es ese el objetivo del fotoperiodismo? ¿Denunciar o desenmascarar efectivamente a través de la imagen? Desde que la disciplina cobró auge con medios especializados como Life o Look su vocación fue clara, pero el panorama ha cambiado desde entonces. Varios críticos han tomado la estafeta de Sontag para volver a problematizar el lugar que ocupa la fotografía en conflictos armados (un caso reciente y sonado es War is Beautiful, de 2015, un libro de David Shields cercano a la sátira; su subtítulo es “La guía pictórica del New York Times para el glamour del conflicto armado”). ¿Cómo debemos enfrentarnos a la imagen fotoperiodística? La pregunta cobra pertinencia cuando, al margen del impacto de estas imágenes en medios informativos, las exposiciones de fotoperiodismo puntean las agendas culturales.

 

Periodismo en los museos

Desde hace varios años durante el verano, por ejemplo, en el Museo Franz Mayer de la Ciudad de México –dirigido actualmente por Héctor Rivero Borrell– se pueden ver las imágenes que fueron reconocidas durante el World Press Photo, el certamen de la fundación internacional abocada al reconocimiento del trabajo de fotoperiodistas alrededor del mundo. Este año allí se presentaron cerca de 143 fotografías incluyendo la imagen, ya icónica, del fotoperiodista turco Burhan Ozbilici que registró el momento inmediato al asesinato del embajador ruso Andrey Karlov… en una galería de arte de Ankara.

Ese verano la curadora de la exhibición, Babette Warendorf, subrayó el aspecto narrativo (antes que el estético) de las imágenes presentadas. La aclaración parece necesaria toda vez que en un recinto cultural (como un museo dedicado al diseño) albergue imágenes fotoperiodísticas. La discusión sobre la manera en que se presentan estas fotografías al público ya es una parte intrínseca del ejercicio de exhibición. Es algo que continuamente se pone sobre la mesa en el Centro de la Imagen, también en la Ciudad de México: el próximo 26 de octubre, por ejemplo, allí se llevará a cabo la conferencia Paisajes forenses, donde se reflexionará sobre “los bordes de lo mirable”. Será impartida por la investigadora y curadora Anne Huffschmid y, como se ha anunciado, “se discutirá la agencia y la política de lo visual, así como las decisiones éticas y estéticas implicadas”.

 

Foros de discusión necesarios

El Centro de la Imagen es también una de las instituciones que ha colaborado con el Centro Cultural España de México para traer al país la exhibición fotoperiodística Upfront, que se inauguró en la Sala Donceles el 31 de octubre (pueden consultar la información aquí). También participan FOTOMÉXICO y la Secretaría de Cultura. La muestra, que continuará montada hasta febrero de 2018, fue curada por Ramiro Villapadierna. Vale la pena prestarle atención al trabajo de Villapadierna, quien ha cubierto zonas conflictivas de Europa Central y los Balcanes (actualmente dirige el Instituto Cervantes en Frankfurt). Como curador destaca el hecho de que está al tanto de los límites en que una exhibición de fotoperiodismo se desarrolla. Upfront se montó originalmente en el Centro Cultural Duque de Madrid de noviembre de 2015 a enero 2016. Entonces, Villapadierna aclaró que las imágenes incluidas «no buscan acongojar, ni incitar el vouyerismo» sino sugerir «un experimento que conecta en línea los muchos frentes del mundo con el sofá casero, desde el que contemplamos distraída e indiscriminadamente, todo el ruido y la furia visual que nos ensordece a diario». Durante el tiempo que se mostró en Madrid, la exhibición fue acompañada por una banda sonora y un libro: la muestra, en efecto, buscaba entablar una narrativa a partir de una experiencia visual (las imágenes se muestran sin marco, en comunicación entre sí, acompañadas de sonidos incidentales) que meramente montar imágenes que previamente habían aparecido en medios de comunicación.

La muestra incluye el trabajo de veintitrés fotoperiodistas que han cubierto conflictos alrededor del mundo (como en Afganistán, Haití, Siria, el Congo, Libia y Centroamérica): los argentinos Rodrigo ABD y Natacha Pisarenko; la colombiana Ariana Cubillos; el peruano Esteban Félix; y los españoles Manu Brabo, Olmo Cavo, Sergio Caro, José Colón, Luis de Vega, Raúl Gallego Abellán, Ricardo García Vilanova, Diego Ibarra Sánchez, JM López, Andoni Lubaki, Catalina Martín-Chico, Andrés Martínez Casares, Maysun, Alfonso Moral, Rafael S. Fabrés, Miguel Ángel Sánchez, Guillemo Valle, Álvaro Ybarra Zavala y Miguel Gil Moreno.

Con todo, el trabajo de Sontag y la discusión que puso sobre la mesa no puede ser obviado. Entre sus críticas vale la pena volver a señalar ésta, a propósito de la experiencia de ver una muestra de fotografía periodística: «Siempre que las fotografías de temas más solemnes o desgarradores sean arte –y en eso se convierten cuando cuelgan de las paredes, a pesar de cuanto se diga en contra– comparten el destino de todo arte colgado de paredes o apoyado en el lugar de exhibición en los espacios públicos. Es decir, son estaciones a lo largo de un paseo, por lo general acompañado. Una visita a un museo o galería es un acto social, plagado de distracciones, en el curso del cual el arte se ve y se comenta».

Al margen de la cuestión sobre la atención, vale la pena señalar que Upfront se presenta como parte de una narrativa curatorial e institucional que no ha dejado de cuestionarse por el lugar del periodismo en la cultura contemporánea. Es algo que, además de reflejarse en su aparato crítico, se aprecia en el hecho de que en México la muestra convivirá temporalmente con la sexta edición del Foro Latinoamericano de Medios Digitales y Periodismo. Entre las mesas de discusión destaca, a propósito de este tema, la que presentará Mireya Márquez, titulada “Fotoperiodistas ante los desafíos de la digitalización, la violencia y la precariedad”. Otras actividades colindantes con la muestra de Upfront es el ciclo de presentaciones Educación de la imagen, especializado en fotografía documental con impacto comunitario.

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