Como anunciamos, en la próxima edición de la Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional podrá verse en pantalla grande Stalker: La zona (1979), el clásico de Andréi Tarkovski que adaptó Picnic extraterrestre (1972) de los hermanos Strugatski, y cuya influencia aún es palpable en el cine de ciencia ficción. Esta semana llegó al mercado internacional Aniquilación (2018) del realizador británico Alex Garland, en la que, como en La zona, se plantea la existencia de un lugar que funciona con reglas singulares y potencialmente peligrosas (la “Zona X”, como se le llama, parece estar expandiéndose y engullendo –alterando– el ecosistema que cubre). Basada en la novela de Jeff VanderMeer que abre una trilogía que comprende también las novelas Autoridad y Aceptación (las tres se publicaron a lo largo de 2014), el filme también hace alusiones a El mundo de cristal (1966) de J.G. Ballard: algunos personajes comparten nombres y el imaginario tiene vínculos claros; el fenómeno de la cristalización que los científicos británicos de la novela de Ballard descubren en África central, recuerda al extraño “resplandor” de la novela de VanderMeer.
Aunque Garland se permitió una cinta con más concesiones al espectáculo (en muchos sentidos se trata de una película de aventuras, con un enigma en su centro), no ha dejado de mostrar interés por la manera en que los relatos especulativos contemporáneos han llevado su interés hacia el “espacio interior”. Si en Ex Machina (2014) exploró, con el lenguaje del thriller erótico y la excusa de la inteligencia artificial, las problemáticas fantasías masculinas, en Aniquilación explora las fricciones de las parejas románticas y sus deseos. Una mujer (Lena, una bióloga interpretada por Natalie Portman) busca a un hombre (su esposo, un soldado llamado Kane que logró salir de la Zona X, interpretado por Oscar Isaac), ¿motivada por la culpa? Sería más apropiado decir que ha sido motivada por sus deseos personales, profundamente humanos (o demasiado humanos). La idea nuclear del filme es esa: que el humano posee deseos, a menudo autodestructivos, mientras que una existencia inhumana (extraterrestre) bien podría no tenerlos para ser voluntad pura y expansiva. El encuentro entre la existencia humana, que desea, y una existencia que sólo es y crece sin consideraciones morales, tendría –para el marco humano– consecuencias aterradoras.
Es interesante que, visualmente, el “resplandor” que envuelve a la Zona X evoque al Deep Dream, el programa de visualización desarrollado por Alexander Mordvinstsev para Google; no sólo parece estar en un continuo flujo, sino que refracta patrones de maneras extrañas. En cierto sentido, ¿no es esto una especie de actualización de algunos temas tratados en “El color que cayó del cielo”, el popular relato de Lovecraft? Excepto que aquí el aspecto alienígena parece, de nuevo, moverse hacia el interior: dentro de la Zona X los personajes parecen estar desorientados, incapaces de dar cuenta del paso del tiempo, enfrentándose a criaturas imposibles, como si se encontraran dentro de un sueño que hace de lo conocido algo siniestro. Es una lástima que las audiencias mexicanas interesadas en ver los extraños y barrocos paisajes de Aniquilación sólo podrán hacerlo a través de pantallas domésticas, a diferencia del público chino, canadiense y norteamericano que lo vio en pantalla grande, algo de lo que ya escribí acá.