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Artes visuales

Descolonización en el arte latinoamericano

Una revisión de ‘Memorias del subdesarrollo’, la muestra del Museo Jumex cuyo punto toral son las estrategias que usaron los creadores para quitarse los corsés ideológico y estético del colonialismo y la modernidad.

Carlos Rodríguez | viernes, 23 de marzo de 2018

Vista de la muestra en el Museo Jumex

Un cambio de perspectiva puede ser un gesto subversivo. Un ejemplo: una pieza de la serie Geo-historiografía: América fragmentada (1973), de la argentina Elda Cerrato, muestra un mapa de Latinoamérica (de México hacia el sur) en el que se separa el territorio de cada país. Al pie del dibujo se ven rostros y siluetas. La idea de Cerrato es clara, se trata de una deconstrucción (además de una denuncia) de conceptos que, al fragmentarse, pueden ser examinados no sólo por sus diferencias, también por sus semejanzas. Esa es la idea que detona Memorias del subdesarrollo: El giro descolonial en el arte de América Latina, 1960-1985, que presenta el Museo Jumex: la historia compartida de diversos países cuyo proceso colonial continuó con el auge del modernismo; Julieta González, directora artística de la institución y organizadora de la expo, considera a estos procesos históricos como dos caras de la misma moneda. El punto toral de la muestra son las estrategias que usaron los creadores para quitarse los corsés ideológico y estético.

La cartografía como crítica es uno de los núcleos que se exploran a través de obras de Claudio Perna, Osvaldo Romberg y Juan Downey. Una pieza de éste último llama la atención. Se trata de Anaconda: Mapa de Chile (1973), que incorpora una serpiente pitón birmana (que vivirá un tiempo en el recinto) sobre un mapa de Chile. La pieza, que en su día fue censurada en Estados Unidos, refiere a Anaconda Copper, compañía minera administrada por la familia Rockefeller, explicó González. A esta empresa, que también tuvo injerencia en México, se le achaca haber brindado apoyo a Pinochet. Además de mapas, el instrumento de colonización por antonomasia, también hay fotografías. Éstas documentan el proceso modernizador de América Latina a través de imágenes de Juan Guzmán y Armando Salas Portugal, que captaron la construcción de la Torre Latinoamericana y el Conjunto Urbano Presidente López Mateos en Nonoalco-Tlatelolco en México, por ejemplo; Leo Matiz, en Venezuela; y Marcel Gautherot, en Brasil.

Las estrategias textuales de Alfredo Jaar (que en los ochenta colocó un par de paneles en el centro de Santiago con la leyenda “¿es usted feliz’”) y de la peruana Teresa Burga, que por esos mismos años hizo un perfil de la mujer de su país, también aportan elementos para considerar las diversas maneras en las que se cuestionan sus diferentes contextos. González hizo hincapié en cómo estos artistas, a los que es posible agrupar debido a sus posturas políticas y por ser pioneros en el uso artístico del concepto “pueblo” (que bien se puede observar en los mapas de Cerrato), trabajaron la idea de lugar y no de espacio. Sobre esto hay una pieza llamada Analogía 1 (1970-1971), de Víctor Grippo, en la que una batería se carga con la energía que producen varias papas originarias de Perú.

La educación (que retoma las ideas del pedagogo Paulo Freire), la tropicália brasileña (a la que refiere un camino de tierra y grava, en el que se pueden ver aves vivas y abundan olores a tierra) y las teorías de comunicación (que inspiraron obras de, por ejemplo, Cildo Meireles) son otros núcleos de la extensa exposición. Uno de sus ejes más interesantes, quizá porque es más visible que otros, es la marginalidad. Esta se puede ver a través de obras como El beso (Zona de dolor II) (1981), de Diamela Eltit, un video en el que la escritora le da un beso en la boca a un indigente; Jabones para diferentes clases sociales (1981), de Alfredo Portillo, que crítica las características de los productos que usan las clases populares y la burguesía. Una pieza de la brasileña Lygia Pape (a la que González considera una inspiración fundamental para el trabajo curatorial de Memorias…) define bien este eje de la expo: Caixa das baratas (1967) muestra a un conjunto de cucarachas montadas sobre un espejo, que hacen eco de La pasión según G. H., el libro de Clarice Lispector donde una mujer se enfrenta a uno de estos bichos, que habita en el armario de su empleada doméstica. “Resume todo lo que no queremos nombrar”, acotó González.

Memorias del subdesarrollo se podrá ver hasta el 9 de septiembre.

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