Frederick Wiseman (Boston, 1930) es una leyenda y un genio del cine. El director, cuyo abordaje fílmico cambió la idea de entender y hacer cine documental, dirigió su primera película a los 37 años. Esta cinta, titulada Titicut Follies (1967), mostró la miserable existencia de los criminales recluidos en el Hospital Estatal de Bridgewater de Massachusetts. El documental –que estuvo censurado hasta 1991– abrió el camino de Wiseman, que desde entonces ha desarrollado una ejemplar filmografía retratando principalmente la vida estadounidense y, en menor medida, algunas tradiciones artísticas de Francia.
“En lugar de escalar el Monte Everest me gusta echar un vistazo a tantos aspectos diferentes del mundo que me rodea como pueda”, dice Wiseman en esta entrevista, a propósito de la retrospectiva que le dedica Ambulante, en la que se pueden ver obras como Modelo (1981), Tribunal juvenil (1973) y Ex libris: la Biblioteca Pública de Nueva York (2017), su más reciente película. Wiseman, que ha demostrado algo inédito con su trabajo –una incesante curiosidad– explica aquí su método de trabajo y las implicaciones de su cine, que se convierte en político ante la actitud de Trump, “cuyo punto de vista es anti-intelectual, nacionalista y coloquial”.
Ha declarado en varias ocasiones que cuando plantea la realización de una película nunca hace una tesis acerca del tema que tratará. ¿Cuál es su estrategia para no perderse en la realización?
Sé lo que quiero hacer. Básicamente no tengo otro plan que compartir lo que me interesa. Mi técnica es la que se usa en Las Vegas: apuesto y si juego lo suficiente, si me mantengo en el juego lo suficiente, obtengo material pertinente para construir una película. Al estar inmerso en los contextos que filmo siempre trato de descubrir cuáles son los centros de poder, quiénes toman las decisiones y, también, cuáles son los efectos diarios de esas dinámicas. Nunca comienzo con una tesis o un punto de vista.
Se puede decir, entonces, que le gusta tomar riesgos durante los rodajes…
Sí. Bueno, creo que es la única forma de hacer cine, de disfrutar la actividad porque se trata de una aventura; comienzo cada película sin saber mucho acerca del tema y en curso de la filmación espero aprender algo acerca del mismo. Después, durante la edición, tengo la oportunidad de estudiarlo. Parte de la diversión consiste en no saber lo que encontraré, porque no me interesa iniciar una película con preguntas ideológicas. Actuar de esa forma es como un caballo con sombras en los ojos, que no puede mirar hacia la izquierda o la derecha y sólo ver el centro. Me gusta encontrar tantas cosas como pueda y luego encontrar un significado en la edición.
Hablando del montaje, todos los grandes han dicho que esa es la esencia del cine. ¿Qué opina sobre ello?
Mi proceso es el reverso de una película de ficción. El guion de una película de ficción está escrito de antemano y éste se sigue más o menos durante el rodaje. En mis películas no uso guías de ese tipo, no hay ningún punto de vista. La edición es la escritura del guion, aunque estoy limitado por lo que ya filmé. Pero aún así elegir el material, cuando tengo 150 horas de secuencias, me da opciones bastante amplias. La edición consiste en dar forma a la experiencia del rodaje.
Recientemente hizo una película llamado Ex Libris (2017) que retrata las dinámicas de la Biblioteca Pública de Nueva York. ¿Cuál es el rol de la literatura en su vida?
Principalmente leo novelas y poemas. A veces algunas obras de teatro. Los escritores que me gustan son los autores estadounidenses del siglo XIX. Leo mucho y he aprendido más sobre cómo hacer películas de los libros que viendo cine.
¿Por qué?
Porque no hago filmes didácticos. Dirigir una película es como escribir una novela. Ésta está limitada sólo por la imaginación. Mis límites son la medida en que mi imaginación juega con 150 horas de rodaje. Eso no me da tanta libertad como una novela, pero, digamos, que me otorga ciertas opciones. Intento que mi imaginación se extienda sobre el metraje y mi objetivo es encontrar una forma usando las secuencias como base de la película. En cualquier forma de trabajo los temas abstractos siempre son los mismos: los personajes, el uso del tiempo, las metáforas, etc.
Ex Libris tiene una arista política. Actualmente hay muchos malentendidos acerca del concepto de frontera. El mejor ejemplo es la tensión entre los gobiernos de México y Estados Unidos. Existe una necesidad de conocimiento y entendimiento. Esto, en ciertas ocasiones, lo encontramos intercambiando lecturas y libros.
Antes que nada, y de manera general, debo decir que no me propuse hacer una película política con Ex Libris, pero la ofensiva de Trump la convirtió en eso. Porque Trump está en contra de todo lo que representa la Biblioteca Pública de Nueva York. Ésta es un símbolo de inclusión, ciencia, conocimiento, aprendizaje y ayuda. Tony Marshall dice que una biblioteca es la más democrática de las instituciones, porque todos son bienvenidos. La de Nueva York tiene seis millones de libros, cientos de miles de películas y miles de obras pictóricas que están disponibles para quien quiera usarlos. Trump representa el espíritu anticientífico, antiintelectual, un punto de vista anti-conocimiento, nacionalista, coloquial, antiinmigrante. Todo ello lo considero horrible, fascista y repugnante. Es un estereotipo decirlo pero hay que hacerlo: Estados Unidos es un país de inmigrantes. Mi padre, por ejemplo, fue un inmigrante ruso en el siglo XIX. La idea del muro es una broma, una mala broma.
Ha tratado muchos temas en sus películas: arte, política, entretenimiento, leyes, etc. ¿De dónde surgen todas estas ideas? ¿Quizá de buenas conversaciones o de lecturas?
Bueno, creo que, en términos generales, soy una persona muy curiosa. Quiero decir que estoy interesado en otras personas y en el mundo. Hacer estas películas me da la oportunidad de explorar un mundo diferente porque, como expliqué antes, no sé nada de la mayoría de estos temas, entonces cada película es una aventura para mí. Es divertido andar en un coche de policía durante seis semanas, es divertido pasar el rato en una agencia de modelos. Es divertido pasar doce semanas en el ballet de la Ópera de París o en la Comédie Française y otras más descubriendo cómo es la Biblioteca Pública de Nueva York.