24/11/2024
Libro de la semana
40 años, 40 voces
Luis Felipe Fabre, escritor, continúa esta serie de perfiles, concebida como un mosaico que aspira a expresar la diversidad sexual-creativa mexicana, a cuatro décadas de la primera Marcha del Orgullo LGBT +
A cuatro décadas de la primera Marcha del Orgullo LGBT +, presentamos esta reunión de testimonios, realizada en colaboración con Anal Magazine. Esta serie, que inició en La Tempestad 135 (junio de 2018), ofrece un mosaico que aspira a expresar la diversidad sexual-creativa mexicana. El conjunto de textos, que consta de cuarenta voces, agrupa no sólo a artistas y diseñadores, sino también gestores culturales, curadores, editores y personas del mundo de las ideas. La serie continúa con Luis Felipe Fabre (1974), escritor.
¿Cómo empezó tu proceso creativo?
Siempre he creído que la literatura es el lugar adonde vamos los que no tenemos lugar en la adolescencia. Creo que en ese momento la literatura se presentó como una opción. La literatura tiene que ver con la búsqueda de ser uno mismo.
¿Tu preferencia sexual tiene una relación con tu creatividad?
Yo me entendí homosexual leyendo. Recuerdo haber leído Confesiones de una máscara, de Yukio Mishima, y decir: “Esto se parece más a lo que soy yo que al porno que veo con mis amigos. Con la literatura me descubrí yo mismo. La literatura crea comunidades transhistóricas. Me encanta que te pueda excitar lo que escribió un poeta del siglo III a.C. Me parece que existe algo muy vivo ahí, que rebasa los tiempos y la presencia. La cosa fantasmagórica que tiene la literatura hace un presente muy interesante para los que participamos en él.
¿Tu práctica creativa tiene relación con movimientos sociales?
Lo que a veces no puede ser en el mundo, puede ser en la literatura. En un sentido, la literatura me salvó la vida. Gente que no conocía, de otros años, de otros siglos, me decía: Esto está bien, está chingón. Era distinto a lo que me decía mi entorno. Lo bello está muy próximo a lo bueno… Es lo que tiene lo gay, que suele ser muy bello. Sí hay una relación, muy extraña. Hay algo que opera en el espacio simbólico del arte. Para mí es una responsabilidad perpetuar eso, porque eso me salvó de ser infeliz.
¿Cómo observas el futuro de la diversidad sexual en México?
Vivimos un momento privilegiado, aunque puede cambiar porque las cosas son siempre inestables. No hay victorias. Los gays somos aceptados ahora, pero eso va a pasar. Es un ratito, en cualquier momento, volvemos a ser los malos del cuento. Las cosas son más complicadas conforme se alejan del espacio de privilegio que es el arte. No puedo hablar de qué es ser gay en un pueblo en la sierra. Siento que en la literatura y las artes hay un refugio cuando las cosas se ponen mal. Yo no doy nada por ganado.
¿Qué recomiendas a la juventud?
Que lean La estatua de sal (1965), de Salvador Novo. Me sigue llamando la atención que no se conoce fuera de México como merecería. El libro blanco (1928), Jacques Cocteau. Corydon (1920), de André Gide.