24/11/2024
Artes visuales
Catalina Kulczar: imágenes indelebles
Aquí, una charla con Catalina Kulczar, fotógrafa húngara-venezolana-norteamericana, cuya práctica no se limita a retratar celebridades, sino que se extiende hasta temáticas políticas
La edición 132 de La Tempestad tuvo en su portada a un viejo conocido de la música (y la cultura) popular contemporánea: David Byrne, justo antes de su presentación en el Teatro Metropolitan de la Ciudad de México. Como el propio concierto, el ensayo de Diego Fischerman, publicado en nuestras páginas, terminó por ser una especie de celebración crítica de su obra: es decir, un repaso que conectaba su música con la situación social y política de nuestra época, pero que no dejaba de hacerlo desde un ánimo festivo. A Byrne, al menos sus seguidores, lo tratan con cariño. Algo de eso también puede adivinarse en el retrato de portada, obra de Catalina Kulczar. Un fondo simple: un amarillo omnipresente pero matizado, que acompaña la figura de un Byrne en una especie de altar. Podría representar un monumento, pero el cantante parece tranquilo, incluso vulnerable. ¿Cómo se logra esta composición? ¿Cómo se provoca este nivel de confianza en el retratado? Hablamos con la fotógrafa húngara-venezolana-norteamericana para indagar en sus procesos de trabajo, que no se limitan a la fotografía de celebridades, sino que se extiende hasta temáticas políticas.
¿Qué tipo de personajes te gusta retratar? ¿Qué tipo de expresividades buscas?
Me encanta retratar a personas que me inspiran, que tienen cosas para contar. Todos llevamos miles de historias adentro y en las sesiones me encanta conocer esas historias. Me preparo mucho antes de cada sesión, investigo a fondo a mis sujetos para entender quiénes son y qué los mueve, ¿qué los inspira?, ¿cuáles son los retos más grandes que han tenido que afrontar y cómo los superaron? –preguntas que me ayudan a crear un diálogo profundo con las personas que retrato.
He retratado a músicos, emprendedores, chefs, bailarines, soldados retirados y fotógrafos de guerra; personas transgénero, huérfanas (para mi serie Quinceañeras) y mujeres jóvenes que han sorteado todo tipo de obstáculos para convertirse en diseñadoras web a través de una organización como Laboratoria, que cambia vidas. La clave para fotografiar a todos estos sujetos, tan diversos, es escuchar con atención, aprender y conectar con esa persona que se sienta frente a mí y mi lente.
Mi trabajo se ha ido transformando, se ha vuelto más animado, en el sentido de que me gusta que las personas se muevan y usen su cuerpo durante la sesión (en lugar de simplemente sentarse pasivamente frente a mí). Me encanta al hablar la gente use sus manos para expresarse. Mi padre solía hacerlo. Hay algo mágico que pasa cuando hago las preguntas correctas a mis retratados, algo se enciende dentro de ellos y esa energía hace que conectemos, que intercambiemos ideas y expresiones faciales. Últimamente me gusta preguntar acerca de libros que los han marcado, que los haya hecho pensar mucho. Con esta pregunta en particular, sus rostros se encienden y compartimos momentos honestos, sin poses, que se traducen en retratos hermosos. O cuando les pregunto algo como: “¿qué te ha hecho llorar alguna vez?”, y deben meditarlo por un rato, hay mucha belleza en ese momento de introspección.
¿Qué dirías que has aprendido de tus retratados? ¿Hasta qué punto ha mutado tu concepción fotográfica gracias a ellos?
He aprendido que todos tienen sus luchas, sus éxitos y la manera en que se comportan frente a cada situación realmente define quiénes son cuando se sientan frente a mi cámara. Escuchar es un arma bastante poderosa que me permite adentrarme en las historias de cada sujeto y entender quiénes son como personas. Al hacer las preguntas correctas y escucharlos con atención, hay una transformación física en la persona a un nivel celular. Sus cuerpos se relajan, se abren. Bajan la guardia y se relajan frente a la cámara.
También ha sido muy importante ponerme en el lugar del sujeto al posar para colegas fotógrafos. Hay una conexión íntima que se da con el sujeto, una especie de vulnerabilidad cuando estás mirando fijamente a la cámara. Entender ese sentimiento me hace pensar en la comodidad de mis sujetos, y en la mía.
Convertirme en madre también me ayudo a transformarme en un ser más empático –considero que ya lo era, pero no a este nivel de comprensión de las batallas personales de cada uno, de sus victorias y de sus pérdidas.
¿Podrías contarme algo sobre tu background técnico? ¿Qué tan importante es para ti?
Resulta que mi padre biológico tenía un cuarto oscuro en nuestro apartamento cuando yo era apenas una bebé, en Caracas, Venezuela. Muchos años más tarde, mi madre se casó en segundas nupcias con Alberto, mi padrastro, que tenía una afición seria por la fotografía. Nuestra casa esta repleta de sus retratos y paisajes que fue haciendo a lo largo de los años mientras viajaba por el mundo. Agarraba sus álbumes a escondidas y me sentaba en mi cuarto a observarlos. Sus naturalezas muertas y fotografías de detalles me formaron desde muy chica.
Luego en secundaria, y ya viviendo en Estados Unidos, me fugaba de la clase de física para pasar tiempo con Eric, un chico que me gustaba, y quien me enseñó a revelar en blanco y negro en el cuarto oscuro en su clase de fotografía.
En la universidad, continué esa maña de fugarme al cuarto oscuro del campus para revelar la mayor cantidad de fotos posible, utilizando material que encontraba ahí, o lo descartado por otros. Estudiaba Negocios y Lenguas Extranjeras, entonces no tenía tiempo de tomar una clase de fotografía de verdad, así hacía lo que más podía al terminar clases.
Al graduarme, Alberto me regaló una Minolta X-700 con lentes. Jamás me imaginé que este sería el comienzo de mi carrera. Estaba muy emocionada por mi cámara nueva y me inscribí en algunas clases básicas de fotografía blanco y negro y hasta una clase de Photoshop (en esa época recién empezaba el boom de la fotografía digital).
Tengo memorias vívidas de pasar mi tiempo en muchos cuartos oscuros, amar el olor de los químicos de revelado e imprimir miles de pruebas hasta conseguir el resultado que quería. De hecho, llegué a tener mi propio cuarto oscuro en casa. Con el tiempo fui tomando más clases, incluso uno con Zach Arias, un fotógrafo de Atlanta, un profesor sensacional –con él aprendí las partes más técnicas de trabajar con múltiples luces.
Soy una fotógrafa autodidacta y he trabajado sin parar y con mucha perseverancia para vivir haciendo lo que amo.
En 2009 me mudé a Nueva York y conocí a Joao Canziani –un referente profesional para mí desde siempre– y le pregunté si podía ser parte de su equipo de asistentes para mejorar mi destreza con la iluminación. Lo asistí varias veces y paralelamente tomé una pasantía no pagada en un estudio de fotografía, específicamente en un área que llamamos the cage, que es donde se guarda todo el equipo de fotografía cuando no está siendo utilizado. Mis supervisores siempre me enseñaron con buen ánimo. Ahora, nueve años más tarde, sigo en contacto con muchos de ellos. Eventualmente me sentí lo suficientemente segura y cómoda para lanzarme a ser fotógrafa por cuenta propia a tiempo completo, y dejar de asistir a otros. Eso fue hace siete años.
Creo que el aspecto técnico de la iluminación es muy importante. Debes ser capaz de explicar cómo quieres iluminar tu obra y saber cómo trasladarlo a una imagen. Debes imbuir vida a tus fotografías a través de la iluminación, dejar que respire, que te ayude a capturar la esencia del sujeto. La iluminación guía la mirada sobre la foto, y te ayuda a crear un cierto mood en la imagen.
También es importante jugar y crear un mood con las imágenes usando efectos de luz que se vean más “análogos“. Para mí es mejor que hacerlo en post-producción, una práctica que no me gusta tanto porque prefiero hacer lo más posible de forma orgánica, con la cámara. Por ejemplo: usar un prisma frente al lente para crear tensión, o distorsiones de luz interesantes; utilizar un caleidoscopio para crear imágenes repetitivas que llamen la atención; un filtro azul, rojo o verde para darle un look vintage a la foto; usar un poco de vaselina en el lente para crear un look retro, análogo; o apuntar directamente al lente con un par de luces para crear reflejos interesantes. Hay mucho por hacer y jugar con la cámara, sin recurrir a Photoshop u otros efectos digitales en post-producción.
¿En qué momento confías, más bien, en aspectos intuitivos?
Una vez que está listo mi set, con todas las herramientas que necesito, me dejo llevar por mi instinto. Me conecto con mi sujeto y en ese momento, todo lo demás desaparece y me enfoco solamente en quien está sentado frente a mi. Cuando logro aislarme y enfocarme en mi sujeto, es cuando hago mi mejor trabajo.
¿Qué hay de los escenarios? Haces muchos retratos de estudio, y si sales a exteriores pareces buscar más bien lugares que sirvan como patrones de fondo, nada demasiado invasivo.
Mi trabajo se caracteriza por ser sencillo y limpio, desde el punto de vista de la composición. Me gusta que el sujeto de la foto sea el punto de enfoque, no me gusta utilizar fondos o espacios que puedan robarle la atención o distraer. Es un decisión consciente de mi parte.
Cuando uso patrones o fondos llamativos, es una decisión deliberada. Trato de encontrar locaciones por adelantado pero claro, a veces tienes un poco de suerte y te cruzas con un fondo genial de forma inesperada. En ese caso hago algunas tomas de prueba y si no funciona, seguimos buscando otras opciones.
Me encanta hacer retratos en espacios personales, donde se retrata al sujeto en su hogar o su lugar de trabajo, por ejemplo. Para contar la historia detrás de cada persona es muy importante considerar los pequeños detalles, los objetos que van a verse en el cuadro más allá del sujeto. Es importante dialogar antes de la sesión, investigar y recorrer el espacio donde se harán los retratos para considerar todos esos factores. Son los detalles los que aportan un valor narrativo al retrato: una imagen enmarcada, una piedra o una nota escrita a mano pueden decir mucho sobre una persona. Me encanta indagar en el valor que la persona les da a distintos objetos que encuentro en su casa o su espacio de trabajo. A veces, menos es más y un retrato puede salir genial con un mínimo de elementos. Otras, es mejor que haya muchos objetos que pueden contar una historia y obligar al espectador de la fotografía a recorrerla con la mirada.
Tienes proyectos como Post Election Day, que colocan en el centro temas políticos y sociales. ¿Por qué un fotógrafo debe involucrarse en este nivel de debate? ¿Qué tipo de visión o de sensibilidad puede aportar?
Utilizo la fotografía para expresar mis posturas políticas porque me expreso mucho mejor a través de la imagen que en palabras. Es la mejor manera de canalizar mi enojo, frustración o disgusto por el clima político que vivimos en este momento. También uso la fotografía como una herramienta para expresar mis duelos personales, penas y alegrías. Por ejemplo, hice dos videos tras la muerte inesperada de mi padre, canalicé por ahí toda la ira y tristeza que sentía. Fue una experiencia muy profunda emocionalmente, me ayudó a lidiar con su ausencia física. Fue una forma de conmemorar un momento doloroso de mi vida.
Las elecciones de 2016 y el triunfo de Trump provocaron mucha ira en mí y necesitaba expresarla de alguna manera. Mi cámara es mi arma predilecta, y con ella salí a preguntarles a otras madres cómo se sentían, les pedí que compartieran eso ante mi cámara. Esos retratos del día después de las elecciones fueron una catarsis, sin duda. Hacerlos fue una especie de terapia grupal porque cada mamá que posó junto a su hijo pudo expresarse también. Fue un momento muy cargado emocionalmente, para todos los involucrados, centrándonos en la pregunta: “¿qué es lo que más te asusta de la presidencia de Trump?“.
Sentí que esta era una pequeña acción para mostrar mi desaprobación de esos resultados políticos y que estas fotografías resistirán el paso del tiempo. Las generaciones venideras podrán entender, a través de esos retratos, la tristeza, ira y frustración que sentíamos todas en ese momento.
Básicamente, los fotógrafos pueden capturar un momento histórico –desde un punto de vista político, si así lo eligen– para ayudar a otros en el futuro a comprender, reflexionar y formar sus posturas políticas.
Viajé a Washington DC en 2017 para la Women’s March con la intención de capturar los rostros y sentimientos de otros que, como yo, sentían frustración e ira. Me siento muy afortunada de poder disparar estos diálogos políticos con mis imágenes y de poder mostrar ese trabajo al mundo a través de publicaciones y mis propias redes sociales. Nuestro trabajo como fotógrafos es crear imágenes indelebles que permanecerán mucho después de que nosotros nos hayamos ido.