Netflix, compañía que en 1997 comenzó a rentar películas vía correo postal, anunció esta semana que abrirá un estudio de producción en Madrid, será el primero fuera de Estados Unidos. El objetivo es realizar veinte proyectos en esa sede, que operará a partir de septiembre, con vista a que se distribuyan en los próximos meses. La noticia hace pensar en el rápido crecimiento de la plataforma, convertida hoy en un gigante de la producción fílmica que recuerda a los legendarios estudios de antaño. Esta decisión responde al éxito de La casa de papel (2017-), la serie española que registra el mayor número de audiencia para un producto en lengua hispana. Netflix, que compró los derechos de sus primeras emisiones a Antena 3, producirá la tercera temporada del serial de intriga y humor negro.
La consigna de la compañía parece ser realizar producciones que puedan consumirse a cualquier hora, en cualquier momento y en cualquier pantalla. El resultado de darle prioridad a la cantidad sobre la calidad es evidente. En Estados Unidos Netflix ha dejado entregas notables como el thriller Mindhunter (2017-) y la animada BoJack Horseman (2014-), pero también es responsable de contenidos de escaso interés como Gypsy (2017) o Altered Carbon (2018-), además de una larga lista de documentales sin una verdadera propuesta estética. En lo que toca a México sus productos no sólo son controvertidos sino de dudosa manufactura. Ahí están las series de Kate del Castillo que explotan su vínculo con el ‘Chapo’ Guzmán y la biografía de Luis Miguel, que en cierta manera han reemplazado a las telenovelas.
La empresa ha enfrentado algunos problemas cuando ha tratado de brincar la barrera del streaming, hablando de cine. Los casos principales son los de Okja (2017), de Bong Joon-ho, que se proyectó en el Festival de Cannes, y Roma, la última película de Alfonso Cuarón. La primera cinta, distribuida exclusivamente vía streaming, causó disputas entre las leyes francesas –que establecen que luego del estreno en cines de una película deben pasar tres años para que ésta se difunda a través de un servicio de visionado en línea– y Netflix; el motivo del pleito no fue sobre cómo debe verse una película (en la pantalla grande de una sala o la reducida de una computadora o teléfono) sino de carácter económico: un filme que sólo pueda verse a través de la plataforma afecta las ganancias de los exhibidores franceses. El filme de Cuarón, por otro lado, no pudo entrar al encuentro galo de este año debido a que los organizadores decidieron no volver a aceptar películas cuya distribución inicial sea en línea. El problema, claro, se arregló con una negociación: Tanto el Festival de Cine de Nueva York como la Muestra de Cine de Venecia sí aceptaron proyectar Roma; en el certamen italiano la cinta competirá en la selección oficial.
El modelo de consumo llegó para quedarse. Netflix, que actualmente cuenta con 130 millones de suscriptores en todo el mundo, enfrentará en breve la ofensiva de HBO, que ahora pertenece a AT&T. A inicios de este mes The New York Times reportó que John Stankey, ejecutivo en jefe de Warner Media (marca que también pertenece a AT&T), tuvo una reunión con los empleados de HBO para informarles que la división cambiará de dirección drásticamente. Según el diario estadounidense la cadena incrementará su programación para darle batalla a Netflix. Hasta el momento el modelo de la cadena (encargada de encaminar la producción televisiva hacia lo cinematográfico con Los Soprano, The Wire y Sexo en la ciudad) se enfoca en contenido de calidad asegurada.
¿El espectador tiene alguna responsabilidad ante esta vorágine competitiva y de múltiples ofertas? Navegar por Netflix a veces significa invertir más tiempo en decidirse por una serie o una película que en verla. Aunque no fue una producción propia, Twin Peaks: The Return (2017), de David Lynch, se estrenó en Latinoamérica a través de la plataforma. Esto ofrece esperanzas de encontrar obras de alta calidad entre el botadero al que a menudo se asemeja el servicio de streaming.