Las tijeras tienen una función poética en el cine: la asociación de imágenes es un principio creativo que permite el ordenamiento y la ruptura de continuidades. Bela Balázs enunció la metáfora de las tijeras y Alfred Hitchcock la mostró en Con M de muerte (1854). Un portento de escena: Grace Kelly se levanta de la cama para atender el teléfono. Un hombre sale de entre las cortinas e intenta estrangularla. Forcejean sobre un escritorio. La mano de la rubia busca unas tijeras que perforan la carne del hombre. Éste se desploma y las afiladas cuchillas hacen una incisión más profunda. La organización de las imágenes, que horadan la narrativa, es lo que las dota de sentido.
Porto (2016), que actualmente se exhibe en la Cineteca Nacional, guarda una reflexión sobre la potencia del montaje y la dimensión fragmentaria del cine. Aunque cuenta una historia de amor, la película del brasileño Gabe Klinger ordena las imágenes de tal forma que crean una distorsión opuesta a las convenciones narrativas. La historia es la siguiente: Jake (Anton Yelchin en su último rol) es un estadounidense en la ciudad portuguesa de Oporto que conoce a Mati (Lucie Lucas), una estudiante francesa. El flechazo y los momentos que compartieron sirven de soporte para entender lo que realmente ocurrió entre ellos. Klinger usa las tijeras: empalma y repite imágenes; reelabora situaciones y muestra varias versiones del fugaz encuentro; las contradicciones se hacen evidentes. ¿Acaso no es así el amor? Hay un eco de La doble vida de Verónica (1991), la película de Krzysztof Kieślowski que mejor ejemplifica las posibilidades del montaje. En ésta dos mujeres con el mismo nombre –y la misma apariencia– se encuentran de una manera inesperada. La dramaturgia de Kieslowski se funde con el ordenamiento de las secuencias, cuyo poder dará como resultado que ambas mujeres coincidan.
https://www.youtube.com/watch?v=B5CUnGb5bdg
Klinger combina imágenes en su película: 35mm, 16mm y súper 8. Estas decisiones formales, que dotan al filme de una sensación melancólica, acentúan lo inesperado de la ruptura tanto narrativa como amorosa y ponen de relieve que se trata de un ejercicio que tensa las posibilidades del ordenamiento de las imágenes. Porto es una película –producida por Jim Jarmusch– de escasos sesenta y seis minutos de duración que facilita la reflexión de la teoría fílmica. Klinger tiene razones para insistir en esto: es profesor de estudios cinematográficos (ha impartido clases en la Universidad de Illinois y Columbia College), programador y escritor. Algunas de sus líneas de investigación son las trayectorias de Joe Dante, Philippe Garrel y Richard Linklater.