16 de agosto de 2017

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La juventud fílmica en México

Los cineastas jóvenes en México alcanzan a salir en la fotografía que constata el éxito del cine nacional en el extranjero, pero no del todo; este año se presentaron en el Short Film Corner más de 50 cortos mexicanos. Aquí, un panorama de los directores mexicanos noveles

David Antonio Jáuregui Sánchez | lunes, 24 de septiembre de 2018

Sobre los retratos se podría hablar en demasía. Capturan un instante de una persona: inmortalizan semblantes y posturas –serias y meditabundas o afables y bonachonas– de los retratados. Pero también, invariablemente, dejan fuera algo. Ya sea más allá de los bordes o en su reverso, los retratos omiten, por necesidad, detalles de la persona figurada.

La septuagésima primera edición del Festival de Cannes, realizada en mayo, trajo consigo una efigie esperada cada año: un retrato comprendido por alfombras rojas, celebridades, estrenos internacionales, fiestas privadas y, sobre todo, enorme talento, que engalanó la Costa Azul.

La participación de México en el Festival, tanto en sus secciones de competencia como de selección, fue más que incidental (o bien, más que un photobomb en una fotografía). Una lista casi completa se encuentra en el sitio web del Instituto Mexicano de Cinematografía (IMCINE).

Casi completa, porque la participación mexicana fue más amplia de lo cubierta. Por ejemplo, cincuenta cortometrajes mexicanos fueron seleccionados y proyectados en Short Film Corner (Rincón de Cortometrajes), un espacio que, bajo el sello de Cannes, cada año compila cortos de todo el mundo. En esta edición, los trabajos escogidos incluyeron cortometrajes de tesis, primeras obras independientes e, incluso, cortos que han pasado por otros grandes festivales en México. El sitio web de Short Film Corner permite ver el catálogo completo de cortometrajes mexicanos seleccionados, eligiendo “México” en la opción “Country”.

La participación mexicana con cortometrajes y como jueces en secciones oficiales y paralelas al Festival de Cannes merece especial atención, puesto que fue, en su mayoría, llevada a cabo por jóvenes. El cine “de alto nivel”, por llamarlo de alguna manera, no es un ámbito solamente destinado a grandes celebridades ni a producciones millonarias: puede hacerse cine de enorme calidad en contextos que no son necesariamente los mejores y con recursos limitados.

El cine mexicano vine una nueva etapa de esplendor. Sin embargo, la juventud mexicana parece (o cuando menos, ella misma se siente) fuera del retrato. Casi como en pintura de Degas, en que las bailarinas de ballet o los músicos de orquesta son cortados por los bordes del retrato, hay una juventud cineasta que alcanza a salir en la imagen, pero no del todo. Se vislumbra parcialmente, sin que el encuadre la arrope por completo.

Este artículo, entonces, busca extender la marialuisa del retrato de este año de la juventud cineasta mexicana en la Côte d’Azur. Es decir, permitir que las y los jóvenes, por su propia voz, tomen más espacio en la fotografía que podría llamarse “México en Cannes 2018”.

Fueron entrevistados cineastas jóvenes mexicanos en proyecciones, galas y conferencias del festival, así como en ámbitos menos formales, como la playa de Cannes. A partir de extractos de estas entrevistas, se presentan las opiniones de jóvenes acerca de la participación mexicana en el prestigioso festival y, sobre todo, acerca de la creación cinematográfica actual en México.

 

La participación de México en Cannes 2018

Una pregunta aparentemente sencilla dio comienzo a las entrevistas: ¿cuál es su percepción sobre la participación de México en Cannes? La primera reacción de Romina Serna y Paloma López, ambas directoras capitalinas egresadas de la Universidad Iberoamericana, es sonreír ampliamente. No solo el olor de la playa por la noche trae esa alegría, sino una genuina confianza en sus palabras: “Increíble”, dice Romina; “cada vez mejor”, completa Paloma.

Nieve de limón- Trailer from Romina Serna on Vimeo.

Romina fue seleccionada por el Short Film Corner por su cortometraje de tesis de licenciatura Nieve de limón, que ya ha estado en diez festivales alrededor del mundo; mientras que Paloma recibió invitación a Cannes gracias a su documental Entrespejos.

Ambas coinciden en que México está experimentando un despunte en el ámbito cinematográfico internacional. La batuta, sin duda, la llevan los reconocimientos de mexicanos en los Premios Oscar de los últimos cuatro años. Alfonso Cuarón, Alejandro González Iñárritu, Emmanuel Lubezki y Guillermo del Toro, afirman Paloma y Romina, crearon una expectativa sobre qué se está haciendo México en el cine.

“Nos reciben entusiasmados, con ganas de saber qué hay de nuevo en el cine mexicano”, comenta la directora de Nieve de limón. “Hemos creado ‘la expectativa mexicana’.” Ya con un tono más personal, bromean incluso sobre la Fiesta Mexicana en el Festival de Cannes: “la gente dice ‘¡Sí, México, fiesta!’, saben del relajo que podemos hacer”, dice entre risas Romina, “pero también se dan cuenta de la gran oportunidad que es filmar en México. México puede ser un país fructífero para coproducción internacional y las productoras pueden sacar gran provecho de ello.”

Sin embargo la atención no es acaparada solo por nombres de largas trayectorias; la juventud también recibió su parte. Ariel Gutiérrez, director coahuilense egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica, fue incluido en la Sélection de Cinéfondation, competencia entre escuelas o centros de formación cinematográfica del mundo, por su cortometraje Los Tiempos de Héctor. El Festival Internacional de Cine de Guanajuato promovió el trabajo de nueve jóvenes mexicanos, bajo la compilación The Most Unique of Mexican Stories y, como se mencionó anteriormente, cincuenta cortometrajes mexicanos entraron en la selección del Short Film Corner de este año.

El esfuerzo joven mexicano, impulsado por el reconocimiento de Cannes, parece rendir frutos. Romina Serna, por ejemplo, revela satisfecha, “conocí productoras de México, lo que me hizo sentir más confiada para continuar con mis proyectos; pero también conocí, por ejemplo, a una productora canadiense que me dijo ‘lo que tú quieras yo lo te lo firmo’. Conocer personas que me dieron fe sobre mi trabajo, una fe que ni siquiera yo tenía, fue reafirmante para seguir como cineasta en México.”

Paloma López, por su parte, despertó el interés de productoras asiáticas para terminar su documental Entrespejos, que trata sobre la comunidad kpop de la Ciudad de México. “Hay gente de Hong Kong y de Corea del Sur interesada en terminar o coproducir mi documental. Y esto me da especial gusto porque parece que en el cine ya no importa la nacionalidad, sino el tema que estás tratando. Es maravilloso.”

 

Cine joven con compromiso social

Más allá del mero reconocimiento y de la obtención de financiamiento, hay algo que motiva a la juventud: el ansia de decir algo. El cine es una herramienta poderosísima. Puede enfocarse en el entretenimiento y la distracción, metas sin duda legítimas, pero también tiene el potencial de exponer y denunciar realidades que pueden pasarnos desapercibidas. De aquí nació la segunda pregunta de estas entrevistas: ¿qué relación tienen ustedes con el cine? ¿Consideran que existe alguna suerte de “compromiso” o “deber” social en su labor cinematográfica?

Pepe Ruiloba, tapatío por adopción, fue invitado a la Côte d’Azur como juez de la Queer Palm, un premio que distingue a las mejores producciones con temática queer dentro de las diferentes secciones del festival. De vuelta en México, Pepe es coordinador y programador del Premio Maguey, también centrado en filmes queer, otorgado en el marco del Festival Internacional de Cine en Guadalajara.

Como juez, considera indispensable la promoción de películas con temática LGBT: “A veces nos dicen que estos premios o festivales no deberían existir, puesto que dividen, en vez de unir. Yo creo que, al contrario, la difusión del cine queer debería expandirse más y más. Nosotros, entonces, buscamos reconocer trabajos que expongan problemáticas que enfrenta la comunidad LGBT, las cuales, lamentablemente, todavía son enormes en ciertos contextos”.

Este trabajo de difusión, por supuesto, no podría ocurrir sin la creación de cine comprometido. Originario de Colima y egresado de Comunicación en la Universidad de Colima, Nelson Aldape dirigió junto con Isis Ahumada el cortometraje documental Tecuani, Hombre jaguar. Este corto –nominado al Premio Ariel 2018–, narra los infortunios que vive un niño que migra por su cuenta del estado de Guerrero a Colima para “buscar su identidad”.

Isis y Nelson buscaron exponer la difícil situación de migrantes “de intramuros”. “Mucho se dice de migrantes en nuestra frontera norte, incluso en la frontera sur”, argumenta Nelson, “pero los migrantes mexicanos dentro de México parecen ser olvidados. Su situación es inimaginable. Enfrentan problemas de desplazamiento forzado, pobreza, marginación y olvido social, que son sinceramente reprobables”.

Denunciar estas condiciones fue la intención principal de Nelson e Isis: “para resolver un problema, primero hay que reconocer que existe y eso quisimos: poner un granito de arena para mostrar cuánto falta para que migrantes internos mexicanos tengan las condiciones y oportunidades que merecen. El cine tiene el potencial de tratar temas sociales de urgencia, con eso en mente nació nuestro proyecto.”

Paloma López también ve en el cine la posibilidad de dar a conocer grupos sociales normalmente ignorados. “Mi documental busca visibilizar a la comunidad kpop de la Ciudad de México. Seguí a cinco chicos que se dedican al kpop, presentándose en la Friki Plaza o en eventos. Ser parte de este grupo les da identidad y una noción de estatus social y de comunidad. Yo no quise hablar más de matanzas, narco o violencia, puesto que ya hay muchos trabajos sobre eso. Preferí contar una historia sobre aceptación como hombres, libertad sexual y libertad de expresión… prefiero retratar subculturas que se están uniendo para alcanzar un bien común”.

Quizá la expresión más clara del “cine con mensaje” fue la de Romina Serna. Con un tono firme y serio, contrastante con el tono relajado y juguetón que había tenido antes, platica sobre sus motivos de hacer cine. “Mis historias son muy rosas y súper bonitas, sí, pero creo que alguien tiene que contar que hay un final feliz en México y, sobre todo, en la Ciudad de México. Nadie más te lo cuenta con el cine y yo quiero hacer eso. Si quiero trascender, es mostrando que la vida es hermosa y que el cine puede hacerla mejor”.

 

Las dificultades de la juventud cineasta

El asunto aquí es que, en aras de que en verdad ocurra el diálogo, toda voz que hable necesita quién la escuche. Es decir, un cine que hable debe tener un público que lo vea. La tercera pregunta trató de abordar esta cuestión: ¿qué falta para el cine mexicano y, sobre todo, para cineastas mexicanos? La respuesta, casi por unanimidad, pareció ser la difusión.

Fernando Salazar y Mónica Azpeitia son directores, actores y bailarines tapatíos actualmente radicados en Nueva York. Fueron seleccionados por el Short Film Corner por su cortometraje Fries and Beans, filmado en Nueva York y nacido de su idea de producir una serie de televisión. Fries and Beans aborda problemas de migrantes y de la comunidad LGBT en Nueva York.

Mónica y Fernando consideran que el cine es un camino difícil de recorrer en México. Mónica, un tanto frustrada, se lamenta, “en México, es demasiada el hambre y el talento para crear, pero también siento que falta apoyo de los mismos mexicanos. Estos días he visto trabajos maravillosos, ¿pero por qué en México eso no sale? ¿Por qué no hablan de ellos? En México no saben. Eso creo que falta en México: reconocimiento y apoyo al talento”. Fernando continúa en un tono similar, “me impacta que no haya apoyo de productoras en México. A nosotros nos dicen ‘Ay, ustedes se fueron a Nueva York a perseguir el sueño americano’; pero no, nosotros queremos aprender y crecer, para luego volver a México y tener una voz ahí.”

Y es que, en su opinión, el mercado cinematográfico estadounidense tiene una influencia (tal vez) demasiado grande en México. “Solo ve los grandes nombres mexicanos ahorita, tuvieron que irse a Estados Unidos para obtener recursos y luego reconocimiento por su trabajo. En México falta eso”, dice Fernando, para luego confesar que, en cierto sentido, eso fue parte de sus motivaciones para radicar en Estados Unidos. “Me pesa mucho que haya que salir de nuestro país para crecer en el cine”. Mónica, por su parte, además de estudiar en el Broadway Dance Center, una de las academias de danza más prestigiosas del mundo, piensa quedarse en Nueva York por un tiempo para perseguir sus aspiraciones como bailarina y actriz.

Nelson Aldape considera que la falta de difusión no solo afecta a los directores y sus películas en sí, sino también a las causas con las que están comprometidos: “si no podemos difundir el trabajo, ¿cómo podemos hacer llegar nuestro mensaje a un público más amplio?”. Por eso, justamente, Nelson busca conseguir más espacios para la proyección de su corto documental, con la intención de difundir lo más posible su mensaje acerca de la migración dentro de México.

En una tónica similar, Pepe Ruiloba considera que la amplia difusión del cine con mensaje LGBT es indispensable para la normalización de situaciones antes recriminadas. “Hace unos diez o quince años, el cine LGBT versaba más sobre salir del clóset; pero ahora se preocupa más por retratar a la comunidad LGBT en su cotidianeidad, sus problemas y preocupaciones. Y eso es fundamental, puesto que ayuda a que personas antes excluidas o incluso perseguidas comiencen a ser percibidas como personas cualesquiera”, dice.

A pesar de este panorama que pudiera sonar fatalista, también hay matices. Aunque quizá insuficientes, en México existen apoyos para el cine joven. Por ejemplo, el IMCINE provee de oportunidades excelentes, que van desde financiamiento para la escritura, la revisión y la difusión de guion cinematográfico, hasta recursos para la producción y la postproducción de filmes. Estos financiamientos aplican tanto para producciones de corta y larga duración.

Romina Serna comparte que “no esperaba el recibimiento y la empatía de IMCINE y del FIDECINE (Fondo de Inversión y Estímulos al Cine). Nos ayudaron mucho: me preguntaron por mi carpeta, se ofrecieron a revisala”. Aunque también confiesa que “quisiera que todos los mexicanos fueran así. Que todos nos apoyáramos como aquí para seguir con nuestros proyectos”. De forma similar, Paloma Torres considera que los apoyos en México “nunca te dan un pase directo, pero te tratan de decir el camino a seguir”.

 

Hacia dónde continuar

Ahora bien, a pesar de las dificultades expresadas por los jóvenes cineastas, existe en ellos y ellas un ímpetu por seguir creando. La última pregunta de las entrevistas fue una muy simple, pero quizá la más importante de todas: ¿y ahora qué? ¿Qué sigue después de la experiencia en Cannes?

Todas las y los cineastas tienen claro que las oportunidades no caen del cielo. Nelson, quien tenía próxima la ceremonia del Premio Ariel 2018 al momento de esta entrevista, considera que un documental “no es suficiente” para exponer una realidad que deja qué desear. “Hay que seguir produciendo y difundiendo, pero para ello hay que tocar puertas, pedir, trabajar”.

“Quiero darle voz a la comunidad kpop”, comienza Paloma Torres, “quiero decirle a México ‘tus ideas no son malas, puedes seguir adelante.’ Quiero mostrar que todos tenemos la oportunidad de trabajar para alcanzar lo que quieres. Pero, claro, hay que moverse, eso es indispensable”. Y complementa: “ como cineastas debemos chingarle y chingarle para seguir en esto”.

Fernando Salazar considera que, a pesar de que pueda ser difícil seguir produciendo, la motivación de decir algo y de tratar de comenzar a cambiar nuestra realidad social vuelve mucho más sencillo el proceso, puesto que “la satisfacción, al final, es indescriptible.” Algo similar reflexiona Mónica Azpeitia: “al principio pierdes, nadie te conoce, te endeudas, vives en la miseria, pero llega un punto en que los esfuerzos comienzan a retribuir. Te arriesgas y comienzas dar más, a devolver todo lo que te dieron. Y eso es lo que quiero alcanzar, poder dar más al cine mexicano”.

Durante la ceremonia de premiación del Prix France Culture du Cinéma des Étudiants (Premio France Culture de Cine de Estudiantes), en el cual participamos tres mexicanos como jueces, alguien en el público bromeó diciendo que “siempre hay un mexicano que se cuela en estas cosas”. Más allá de su ligero sarcasmo, el comentario tiene un punto: la presencia mexicana en festivales de alto nivel es cada vez más importante. En conjunto con Latinoamérica, México ha demostrado que tiene talento no para “colarse”, sino para ganar su espacio en uno de los festivales más importantes del mundo.

Y la juventud mexicana, sin duda, tiene un lugar cada vez más relevante en la participación de nuestro país. La selección de Ariel Gutiérrez por Cinéfondation, así como los cincuenta cortometrajes mexicanos en el Short Film Corner, los nueve cortometrajes jóvenes llevados por el Festival de Guanajuato y la participación de jóvenes como jueces en premios dentro del marco de Cannes lo respaldan.

Vicisitudes y limitaciones siempre estarán presentes, pero “el hambre y el talento para crear”, citando a Mónica Azpeitia, parecen insumos suficientes para que la producción cinematográfica no se detenga. La juventud, en este caso, ha demostrado su férrea voluntad para seguir creando. Ha demostrado que, sin lugar a duda, merece formar parte más ampliamente del retrato del cine mexicano.

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