16 de agosto de 2017

La Tempestad

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21/11/2024

Artes escénicas

40 años, 40 voces

Omar Feliciano Mendoza, experto en derechos humanos y pionero del vogue en México, continúa esta serie de perfiles, concebida como un mosaico que aspira a expresar la diversidad sexual-creativa mexicana, a cuatro décadas de la primera Marcha del Orgullo LGBT +

ALFREDO NARVÁEZ Y RICARDO VELMOR | miércoles, 24 de octubre de 2018

Omar Feliciano © Ricardo Velmor

A cuatro décadas de la primera Marcha del Orgullo LGBT +, presentamos esta reunión de testimonios, realizada en colaboración con Anal Magazine. Esta serie, que inició en La Tempestad 135 (junio de 2018), ofrece un mosaico que aspira a expresar la diversidad sexual-creativa mexicana. El conjunto de textos, que consta de cuarenta voces, agrupa no sólo a artistas y diseñadores, sino también gestores culturales, curadores, editores y personas del mundo de las ideas. La serie continúa con Omar Feliciano Mendoza, experto en derechos humanos y pionero del vogue en México.

 

¿Cómo empezó tu proceso creativo?

Siempre estuve interesado en la producción literaria, pero fue en 2002 que descubrí el trabajo performático en espacios públicos con temas LGBT+/queer. Fue algo importante que incorporé a mi trabajo, que propone un cruce del activismo con la investigación. Me enrolé con las Enmascaradas sin plata, un grupo de performance que se gestó en el Grupo Universitario de Diversidad Sexual de la UNAM. Ahí fue donde mi alter ego se encarnó. Ya había empezado a escribir algunas cosas como Franka Polari, pero fue en un festival de performance y diversidad sexual en el Ex Teresa que me encarné como tal.

¿Tu preferencia sexual tiene relación con tu creatividad?

Creo en el afecto entendido como una emoción corpórea y creo, también, que las personas de la diversidad sexual tienen un afecto particular. Estos afectos, estas potencias de amor, vulnerabilidad, pasión y deseo inevitablemente atraviesan nuestra reflexión, nuestro trabajo y muchas veces el formato en que trabajamos. El tema es encontrar tu propia voz. Ahora que bailo vogue pasan varias cosas. Aunque hay cinco partes básicas, algo de esta expresión viene de las entrañas, no es sólo una coreografía que sigue el uno, dos, tres, cuatro. Eso es lo verdaderamente difícil. Como madre o padre de una casa de voguing se ayuda a que otros encuentren su voz. Creo que mi voz no puede existir si no está en diálogo con la de otras personas.

¿Tu práctica se vincula con movimientos sociales?

Sí porque mi práctica se gestó a partir de los movimientos. Hay reclamos específicos del movimiento LGBT+ en las intervenciones de grupos sociales en la Zona Rosa o con los estudiantes de la UNAM, por ejemplo. Éstos están inscritos en un malestar hacia los conceptos de lo gay vinculado a la gente blanca y de clase media. Son preocupaciones de nuestra localidad. Y ahora al ser parte de las casas de voguing el trabajo es la construcción de una comunidad.

En 2005 rompí con el movimiento de respuesta al VIH-SIDA, por su gestión del problema. Me fui a estudiar a Japón. Estando con la comunidad LGBT de Tokio empecé a sentir la necesidad de bailar como un proceso de catarsis y de expresión absoluta, libre de las convenciones del deseo. En 2008, año en el que regresé a México, me involucré con el movimiento de derechos humanos en su arista institucional, pero muy cerca de las organizaciones sobre temas de VIH y diversidad sexual. Actualmente trabajo en GIRE, una organización civil que trata temas de aborto y mortalidad materna, reproducción asistida, etc.

¿Cómo observas el futuro de la diversidad sexual en México?

En el caso de América Latina hay una presencia importante de gobiernos conservadores y organizaciones civiles de derecha que los respaldan. Es necesario que el arte y el activismo se junten, que funcionen como una pinza. De ahí surgió el nombre de la casa de vogue que fundé: Apocalipstick. Vamos hacia un apocalipsis, pero muy glamorosas.

Las recientes elecciones en México han dejado claro que el movimiento LGBT+ ha sido incapaz de articularse institucionalmente. Existen grupos que están trabajando con las instituciones, lo cual no es despreciable. Hay logros, como el protocolo de salud LGBTTTI. Sin embargo fuera de la Ciudad de México nos siguen matando, nos sigue quitando nuestros trabajos, nos siguen negando el derecho a la salud. Esto se demuestra en la ausencia de propuestas de partidos y candidatos. Hay dinámicas tóxicas de los grupos más radicales, identificados con lo queer, que hacen que la disidencia se vuelva disonancia. Su incapacidad de tender alianzas ha dinamitado la capacidad de impactar en las elecciones. Ahí está el resultado: tendremos diputados y senadores de un partido religioso, como es el PES. Hemos sido incapaces de transversalizar nuestra presencia en las opciones políticas. Estas personas al ser parte de una alianza cristiano evangélica, por el contrario, han podido colocar operadores en todos los partidos. Me parece que seguiremos el modelo de Brasil, donde hay una bancada evangélica atacando los derechos de las mujeres y de las comunidades de la diversidad sexual. Mi optimismo descansa en recursos de materia judicial y las batallas legales a través de grupos organizados.

¿Qué recomiendas a la juventud?

Primero que conozcan las clásicos, lo cual es fundamental para poder debatir. Que lean a Oscar Wilde. Todo lo que tiene que ver con las políticas del placer y de la alegría es muy importante. Otro clásico que recomiendo: Luis Zapata y su Vampiro de la Colonia Roma. Es fundamental ver cine mudo, clásico, los musicales, las películas de Chaplin, así como conocer a las grandes divas. Algo que he aprendido con el vogue no es tanto cómo bailar, sino saber por qué lo hago. En todo momento que uno escuche música o esté leyendo es interesante incorporar una pregunta: ¿de qué me sirve? Esto nos ayuda a tener puentes entre generaciones.

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