Alvin Lucier nació en 1931 en Nashua, Estados Unidos. A los 29 años obtuvo la beca Fulbright y se mudó a Roma. De vuelta en su país, comenzó a explorar y experimentar con las propiedades físicas del sonido, lo que ha caracterizado toda su obra. Es difícil referirse a Lucier solamente como un compositor experimental o como un artista que, a la manera de John Cage, propone nuevos caminos para la creación. Basta acercarse a trabajos sonoros mayores, como la célebre Estoy sentado en un cuarto (1969) o la Ópera con objetos (1997), para entender las dimensiones de su trabajo. Los aportes de Lucier ocupan un lugar a la vez atípico y fundamental para las artes contemporáneas.
¿Qué le gusta hacer en su tiempo libre?
Además de enseñar, leo y me ejercito físicamente.
¿Qué palabra utiliza con más frecuencia?
El.
¿Cuál fue el último libro que le resultó admirable?
2666, de Roberto Bolaño.
¿Y película?
La duda, de John Patrick Shanley.
¿Qué disciplinas artísticas le interesan además de la suya?
La literatura.
¿Qué música le conmueve?
Las Variaciones Goldberg, de Bach.
¿Qué le indigna?
Los políticos de derecha.
¿Qué le alegra?
Pescar y comer truchas.
¿Por cuál ciudad siente debilidad?
Por Berlín.
Mencione un momento del día que disfrute particularmente.
Temprano en la mañana, cuando bebo café y leo.
¿Cómo descubrió su vocación?
Siempre quise ser un compositor (mis padres fueron excelentes músicos amateurs).
¿Se identifica con algún personaje de la ficción?
Con Nick Adams, de Ernest Hemingway.
Publicado en La Tempestad 67 (julio-agosto de 2009)