16 de agosto de 2017

La Tempestad

También las artes cambian al mundo

24/11/2024

Artes visuales

El MoMA se expande, fiel a su espíritu

En esta charla Glenn D. Lowry, que desde 1995 dirige el museo estadounidense, detalla los planes de la institución de crear un lugar en el cual experimentar el arte y el pensamiento, pero también entretenerse, educarse o buscar un lugar silencioso

Guillermo Núñez Jáuregui | jueves, 14 de febrero de 2019

Imagen - Vista de la pieza 'Cones' (1973–75), de Bruce Nauman © 2018 Bruce Nauman / Artists Rights Society (ARS), New York. Fotografía: Martin Seck]

El próximo 21 de octubre el MoMA inaugurará la expansión en la que ha estado trabajando (para la que cerrará durante cuatro meses, a partir de este verano) con un diseño de Diller Scofidio + Renfro que no sólo añade más espacio al museo (unos 3 mil 700 metros cuadrados, un 30% más del espacio del que disponen actualmente) sino que sirve como un punto de partida para reimaginar su colección, de la que saldrán cuatro exhibiciones a inaugurarse el día de la reapertura: una retrospectiva del trabajo performativo de Pope.L realizado entre 1978 y 2001; una revisión de Black Girl’s Window (1969) de Betye Saar a la luz de su trabajo temprano; la primera instancia de la serie Studio Museum at MoMA, The Elaine Dannheisser Project-Series, que inicia con obra de Michael Armitage (la serie es curada por Thelma Golden); así como Sur moderno: Journeys of Abstraction – The Patricia Phelps de Cisneros Gift, que promete profundizar en la vasta colección de arte latinoamericano con la que cuenta el museo (donada en gran parte por Cisneros entre 1997 y 2016). Esta última muestra reúne más de cien obras de artistas latinoamericanos, incluyendo a Lygia Clark, Gego, Raúl Lozza, Hélio Oiticica y Jesús Rafael Soto.

La expansión no sólo implica una inversión de 400 millones de dólares sino la oportunidad para el MoMA de reconsiderar la historia del arte moderno, atendiendo a las múltiples modernidades que convergen en distintas latitudes y tradiciones. Destaca, en ese sentido, la atención que el museo le dará al arte latinoamericano en esta nueva época. El pasado 7 de febrero, el director del museo, Glenn D. Lowry, conversó en el marco de Zona Maco, en la Ciudad de México, con Inés Katzenstein, curadora de arte latinoamericano para el MoMA así como directora del instituto Patricia Phelps Cisneros dedicado a la investigación de esta área. El instituto, fundado a raíz del donativo de Phelps Cisneros, aspira a que el MoMA se convierta en un punto de encuentro para investigadores especializados en arte producido en el cono sur.

“El museo ha estado interesado y comprometido con el arte latinoamericano desde su creación, entre 1929 y 1932”, explica Lowry a La Tempestad. “Así que incluso tres años después de su fundación exhibió trabajos de muralistas mexicanos, y continuó presentando obras de artistas latinoamericanos durante la década de los treinta, cuarenta y cincuenta. Así se construyó una colección que tocaba base con México, Argentina y más allá. En años recientes se incrementó dramáticamente, gracias al regalo de Patricia Cisneros de abstracciones geométricas. Realmente hemos trabajado para alimentar nuestro acervo de artistas latinoamericanos, incluyendo al Caribe, del periodo de posguerra al presente. En ese sentido, es un punto crítico para nuestros intereses y fundacional para nuestra historia. Con el instituto Cisneros, además, esperamos iniciar una conversación entre especialistas. Mucho del programa realizado por el instituto, precisamente, ocurrirá fuera de la ciudad de Nueva York. Reconocemos que nuestra responsabilidad es crear conversaciones entre críticos, curadores, coleccionistas, artistas, realizadores de cine, directores de instituciones: un diálogo rico sobre el estado actual del arte latinoamericano y caribeño”.

Glenn D. Lowry, el sexto director del MoMA, ha estado al frente de la institución desde 1995. En sus más de 24 años dirigiéndolo, pareciera que, con la precisión de un reloj, en el filo de cada década, el museo alcanza un nuevo hito en su historia: en 1999 Lowry logró la exitosa unión entre el MoMA y el P.S.1. Contemporary Art Center; en 2009 se fundó el C-MAP, un programa de investigación en torno al arte contemporáneo de alcance global; y ahora lidera la expansión del museo que reconfigurará la manera en que interpreta y presenta la historia de su colección y del arte moderno. Podría leerse aquí una nueva narrativa para el museo en este siglo, definida por la apertura. ¿Pero fue diseñado así? “Sí, se trata de una estrategia que busca que el museo siga siendo vital y pertinente para el presente”, reconoce Lowry, “y una dimensión de eso es su compromiso con el arte contemporáneo y un amplio rango de prácticas artísticas; fue por eso que nos unimos al P.S.1. De otra forma, sin importar cuánto espacio tuviéramos, no hubiéramos podido crear un programa que fuera lo suficientemente rico y complejo. P.S.1. ya tenía uno, era muy bueno, y estaba buscando un socio para asegurar que funcionara a futuro. Había una lógica en nuestros intereses comunes. De la misma forma, yo estoy especializado en islamismo: mi estudios de posgrado se centraron en Irán, India, el Medio Oriente… Me parecía evidente que existen ricas y vibrantes tradiciones artísticas en todo el mundo. Entre más sabes de ellas, más interesante se vuelve tu mundo. Tomó algo de tiempo para crear una plataforma en la que esos intereses –muy aterrizados en el conocimiento académico– pudieran ser compartidos por varias personas para llevar al museo hacia la dirección que ahora tiene”.

Una modernidad más amplia

Lowry va más allá: “Parte de eso se debe a un cambio de generación entre los curadores. Los curadores al frente de los departamentos actuales no estaban allí en 2004, cuando abrimos nuestro último proyecto. Tienen una nueva sensibilidad e intereses que han amplificado lo que podemos lograr. Pero más importante, saben muy bien de su propio trabajo y experiencia, que vivimos en un mundo interconectado. La idea de que existe una sola modernidad y que se mueve en el eje que va de los EEUU a Europa, es, sencillamente, incorrecta. Siempre hay distintas voces en juego, provenientes de distintas partes del mundo y del tiempo. Si queremos ser un lugar que dé pie a conversaciones, debemos dar con todo el rango y elasticidad de esta idea sobre arte moderno y contemporáneo. Debemos estar abiertos a lo que ocurre en el mundo, realizar investigación en la que se pueda sostener nuestro trabajo, pero también crear un espacio para voces y artistas que previamente no se habían mostrado (aunque fueran parte de nuestra colección durante décadas)”

Esa posición ha sido subrayada por el museo, y no sólo como se ve en su expansión. Hace un par de años, en 2017, dos curadores del MoMA, Christophe Cherix y Ann Temkin, respondieron puntualmente al veto migratorio que realizó la administración de Trump a visitantes de países musulmanes. Cherix y Temkin supervisaron un proyecto en el que exhibieron obra de artistas que ya se encontraban en la colección del MoMA y que provenían de países musulmanes. Podría discutirse si fue realmente un gesto político pero, en todo caso, fue un proyecto que mostró la capacidad del museo para responder al momento coyuntural. “Ciertamente fue un proyecto casi autónomo, una respuesta no sólo de Ann y Christophe sino de muchos de nuestros curadores a lo que nos parecía un ataque a la idea misma de intercambio cultural, al libre flujo de personas e ideas. Son valores que se encuentran en el centro de cómo nos volvimos un gran museo. Fueron refugiados, finalmente, huyendo de Europa durante la Segunda Guerra Mundial –principalmente judíos pero no solamente–, quienes encontraron un santuario en los EEUU, un lugar donde pudieron seguir creando o formando colecciones. La idea de que un país que pudo ser eso ahora le de la espalda a personas cuyas vidas hoy también están en peligro nos pareció antitético a los valores del museo. No quisimos hacer un gesto abiertamente político (como podría serlo una protesta o pedirle a personas que firmen una petición) sino algo que fuera fiel a nuestra colección, en la que hay obra de artistas provenientes de esas regiones. Obra y presencia que podría ser excluida por el veto. Fue un esfuerzo conmovedor que, de manera muy personal, mostró la realidad de una decisión unilateral que pudo haberle impedido la entrada a tantas personas. Lo más interesante es que eran piezas que tenían muchos años en nuestra colección. Y obligó a la pregunta: ¿por qué no se habían mostrado antes? Aprendimos mucho: de hecho, podrías tener obras del gran Charles Hossein Zenderoudi, el artista iraní, en conversación con obras de Matisse –de quien recibió gran influencia. Tal vez no era la conversación que inicialmente imaginamos, pero funcionó. Lo mismo con el artista sudanés Ibrahim El-Salahi en una habitación de imágenes cubistas. La colección misma contaba historias a las que no les estábamos poniendo atención. El proyecto en el que ahora nos hemos embarcado aspira a crear más conversaciones de ese tipo, a leer las historias ocultas en nuestra colección. El programa también busca crear una rotación continua, de cada seis meses, de nuestra colección. Así se asegurará evitar ese tipo de ocultamientos”.

Un museo en continua reconfiguración

Lowry vuelve a la cuestión narrativa de la apertura, y puede apreciarse también en el proyecto que Diller Scofidio + Renfro diseñó para la expansión del museo. “Las nuevas galerías son, esencialmente, cajas abiertas desprovistas de columnas que pueden ser configuradas a nuestro gusto (ahora mismo estamos construyendo paredes dentro de esas cajas para mostrar distintas ideas y galerías; pero todo puede ser cambiado de acuerdo a lo que se necesite). Creo que eso nos permite vincular el espacio con las historias que queremos contar”.

El espíritu que el MoMA ha adoptado en esta nueva etapa parece responder a las posibilidades de distintas modernidades (a ratos con una sensación de un tardío ajuste de cuentas); algunas de ellas contra-argumentativas; para el director de la institución, sin embargo, siguen existiendo valores nucleares en lo que significa ser moderno: “Me parece que la idea de la modernidad es interesante precisamente por ser elástica. Sí hay algunos elementos centrales que pueden apreciarse desde el siglo XIX hasta el presente, como la exploración de la identidad o la rebelión contra la tradición o el conformismo. Pero la idea de la modernidad implica debate y conversación, narrativas y contranarrativas. Es posible que nuevos elementos, en una época distinta, tomen el centro de la atención moderna: que otros valores le den forma a nuestros intereses. Hasta ahora, a mí lo que me importa es que sigue existiendo un diálogo entre el arte decimonónico con el presente. Muchos de los problemas de ese momento siguen siendo temas que interesan a los artistas actuales. Por ejemplo, el abandono de Duchamp de la pintura prefiguró lo que hoy conocemos como arte conceptual. Es imposible pensar en Bruce Nauman sin Duchamp. Esas relaciones son interesantes. Lo moderno sigue siendo una idea atractiva que invita a ser respondida, a lo largo del tiempo y el espacio. Por supuesto, las ideas de lo moderno pueden variar en el subcontinente, en África o en Europa. Sin embargo, las preguntas clave siguen presentes”.

La expansión del MoMA, en suma, responde a un interés que no se define por defender “lo moderno” tanto como por colocar a lo moderno a prueba en el presente. “La historia del museo se ha definido por su evolución. Estamos abiertos a la idea de que no existe una línea temporal clara que defina lo moderno o lo posmoderno. Es un área muy gris. No nos veo defendiendo tanto una posición fija como creando un lugar donde puedes experimentar distintas ideas, donde las definiciones evolucionarán”. En sintonía, el rol del museo en general ha cambiado en los últimos años, como Lowry ha dado cuenta en sus más de dos décadas al frente del MoMA: ya no se trata sólo de un lugar para apreciar arte, también se asiste a él para entretenerse, educarse o buscar un lugar silencioso. “Sí, su rol ha cambiado dramáticamente. Algunos cambios han sido para bien, y otros no. Los museos siempre han sido lugares sociales –el 80% de los visitantes van acompañados. Pero lo que ha cambiado últimamente es que ahora se participa en ellos, ya no es sólo un lugar en el que se disfruta lo nuevo. Esa sensación de un lugar dinámico o activo es algo que hemos nutrido, pero también implica nuevos retos, especialmente para quienes buscan el placer solitario con una obra de arte (que intentamos acomodar con horarios y formatos distintos)”.

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