Conocí a Javiera Mena hace más de una década, antes de que sacara su flamante primer disco Esquemas juveniles, de 2006. Por entonces, tocaba las canciones que luego serían compiladas en Primeras composiciones 2000-2003 (2013), aunque, a diferencia de lo que escuchamos en ese disco, cantaba con el pelo sobre la cara acompañada de una guitarra. En esa ocasión en la Sala Máster de la Universidad de Chile, compartía escenario con el dúo Exfiesta, compuesto por el escritor Carlos Labbé y la cantante y performer Francisca Villela (Panxxi), la que luego se unió con Mena en el blanquivestido dúo Prissa (antes Televisa). Más de una década después, yo de paso en Santiago de Chile, me encontré con Javiera Mena practicando yoga en la sala Padma, de la ashtangi y maestra de la meditación budista Elisa Marzuca. Estos días Mena va a recibir el Premio Maguey al ícono queer que se da en el marco del 34º Festival Internacional de Cine de Guadalajara, que se realizará hasta el 15 de marzo. Comparte el premio con el músico y cineasta también chileno Álex Anwandter.
Conversamos con Javiera Mena a través de Whatsapp, ella de camiseta en su estudio en Santiago repleto de teclados, computadores y cables, yo en mi pieza en el frío Brooklyn acurrucada en una manta. Me cuenta que después de varios conciertos que son parte de la promoción de su disco Espejo (2018), la cantante empieza una estadía larga en España, país que se ha convertido en un segundo hogar.
Ícono queer
¿Y tienes planes de venir a tocar a Estados Unidos?
Voy a tocar ahora a Coachella, y tengo fechas para tocar en Los Ángeles y en Miami. Y quiero tocar pronto en México.
Felicitaciones por el premio Maguey, así, sin la cremilla. Quería saber cuál es tu apreciación sobre este premio, en qué eres icónica.
Desde que empecé con la música, siempre he dicho abiertamente que soy lesbiana. En varias canciones románticas he hablado sobre el amor entre mujeres, es súper claro en la canción “Espada”. Pero también en el trabajo de producción, porque el mundo de la música es un espacio súper masculino. Desde que empecé a tocar ha habido un cambio: ahora encuentras mujeres en todas las etapas de la producción de la música, desde el micrófono hasta ingenieras de sonido. Es que las bandas y los discos que más están dando que hablar ahora mismos están hechos por mujeres. Eso no era así antes, y me gusta pensar que contribuí algo en eso. Cuando toqué en el Festival de Viña, en 2016, quise hacer explícita esa intervención con un show con puras mujeres sobre el escenario. Creo que armamos un cuadro bien potente.
Por otra parte, me gusta que este premio sea un reconocimiento a lo queer y no a lo gay, que relaciono más con la homosexualidad masculina. Lo queer creo que tiene más amplitud. Le dieron el premio a una actriz que salía en la película Scream, Neve Campbell, ¡que no es lesbiana! Pero igual transformó ese beso entre mujeres en un hito, como una educación sentimental de las lesbianas. Además, es lindo volver a este festival en Guadalajara. Hace unos años estuve ahí pinchando discos.
En tu música hay una especie de reversión del guion trágico con que parte de la cultura pop retrata a las sexualidades disidentes. Siento que hay una apuesta en el electropop y la pista de baile como un lugar de encuentro, de placer y de celebración.
Es que puede ser trágico. Para algunas personas ser lesbiana o queer lo es. Piensa en la Carolina Torres, a quien hace menos de un mes le pegaron en la calle (en Santiago) por andar de la mano con su novia. Entonces, tenemos que acordarnos de que para algunas personas esa ha sido la experiencia. Para mí fue diferente, tuve mucha suerte. Cuando supe que era lesbiana yo pensé: “qué suerte ser lesbiana”; sentía que era parte de algo especial. Encontré que era algo único y me hacía feliz. Fue una experiencia fluida y eso es lo que se transmite en mis canciones. Pero como te digo, tuve suerte.
Cambio de sello
Después de trabajar diez años con el productor Cristián Heyne para producir Esquemas juveniles (2006), Mena (2010) y Otra Era (2014), el disco Espejo es el primero en que Javiera Mena, luego de firmar con Sony, busca dotar de otras sonoridades, incorporando en el proceso a varios productores.
¿Cómo afectó este cambio a tu proceso creativo?
Pasé diez años trabajando con Heyne, y con él ya teníamos una forma de trabajo bien armada. Así que en este disco fue como tirarse al vacío. Aprendí mucho, porque trabajé con productores distintos y cada uno tenía sus trucos. Fue arduo y bonito, me dediqué a absorberlo todo. Además, trabajé con gente que vivía en distintos países, así que primero que nada hacer este disco fue viajar de un lado a otro, trabajar con varios equipos para alcanzar distintos sonidos. Quería también que en mi disco resonaran esas diferencias. Creo que eso se siente en el disco, que hay diversos sonidos. Trabajé con Alizzz, por ejemplo, y que es muy distinto al sonido ochentero que queríamos buscar con los productores aquí en Santiago. Entonces el disco tiene esa cualidad, porque condensó muchas voces.
Y firmar con un sello grande, ¿afectó tu manera de trabajar?
No cambió tanto por firmar con Sony, por lo menos mi manera de trabajar; compuse las canciones de la misma manera que antes. Lo que sí cambió es la parte de promoción y difusión, porque un sello como Sony tiene una plataforma más grande que un sello independiente.
¿También cambió el despliegue visual de tu performance?
En los conciertos para promocionar este disco estoy trabajando de manera diferente. Para el disco anterior ponía bailarinas sobre el escenario y estaba lleno de cuerpos alrededor mío. En los conciertos de Espejo, en cambio, estamos trabajando una puesta en escena donde yo esté en medio del escenario, casi sola, acompañada de los videos y las luces, que siempre han sido súper importantes en mis shows. Sigo trabajando con las mismas personas; la imagen con Funken y el diseño de luces con Andrés Matus, con quien hemos colaborado varias veces ya.
En cuanto a mis videos, siempre he trabajado con cineastas. Uno de mis videos del disco Esquemas juveniles, ponte tú, lo hizo Alberto Fuguet. Era como una película de dos chicas en el patio de un colegio; se miraban a lo lejos. Para este disco sigo colaborando con estudios catalanes y españoles, como Canada y Estudio O. Así que es la misma gente, la verdad.
El estado musical del dharma
En estas semanas especialmente frías y oscuras, las calles de Brooklyn apenas iluminadas por capas de nieve, me levantaba el ánimo con las pulsaciones electrónicas del disco Espejo que Javiera Mena lanzó en 2018. Al poner la cafetera al fuego, me sorprendían las capas sonoras del tercer tema con vocación de himno, “Cerca”, que me llevaba, vía shuffle, a “Espejo”, “Alma” y “Escalera”, todas canciones sobre la búsqueda de vínculos materiales que también son espirituales. Durante el mes que me dediqué disciplinadamente a escuchar Espejo, me acostumbraba a las contriciones emocionales que Mena dejó plasmadas en sus letras y a las salidas al dolor que nos propone con un electropop de variadas capas sonoras y por la filosofía budista. En sus letras identificaba, como meditadora experimentada que soy, la práctica de detener la mente y el tiempo en un presente libre de extremos. Mientras planeaba la entrevista, pensaba en lo que está en juego al hacer público, como antes lo hicieron Alice Coltrane, George Harrison y más recientemente David Lynch, esos conocimientos a los que se acceden a través de la disciplina meditativa no religiosa.
Cuéntame más sobre todos los sonidos que hay en el disco, cuál era tu investigación sonora mientras componías.
Este disco tiene algo diferente a los otros. Todo está compuesto en midtempo, a diferencia de los discos anteriores que estaban en uptempo, que es la textura que tienen mis canciones bailables en, por ejemplo, Otra era. El midtempo me permitió hacer una música que no fuera de la fiesta sino de una que sucede después de la fiesta, como en un chillout. Tenía que ver también con hacerme cargo del estado emocional y mental en que estaba pasando en ese momento.
Me encantaría que me contaras qué aspectos del budismo entraron en tus canciones.
Es que en todo el disco hay una búsqueda dhármica, es decir de un conocimiento. En el periodo en que estaba componiendo este disco, me la pasaba yendo bien seguido a retiros de meditación. Tenía tiempo y estaba súper dedicada. Pero la meditación no tiene que ver con viajes alucinatorios. Yo practico una meditación que es una disciplina que se hace con los ojos abiertos, es estar sentada observando los vaivenes de la mente tratando de volverla a un punto. No es que se trate de ponerla en blanco, porque es imposible, te asaltan miles de pensamientos, imágenes. Entonces es una práctica que puede volverse bien tediosa, porque es estar en el lugar que estás. Y en ese estar suceden cosas, aparecen certezas, y también uno se distancia del dolor.
Y en la canción “Alma” aparece la meditación, apareces acurrucando el corazón.
Es que de eso se trata, de sentir entre otras cosas el pulso del corazón, entre otras miles de cosas.
Y también me da la sensación de que ahí pones la idea, que está en otras canciones del disco, que el amor y la iluminación no están muy lejos.
JM: De eso se trata.
La canción “Cerca”, por ejemplo, ¿de qué se trata?
Es el deseo de estar cerca del dharma, de acercarse lo que uno más pueda. Y también se cruza con otras cosas, con personas, una chiquilla por ahí. También me basé en la canción “Close to you”, de los Carpenters, que me encanta.
Cuéntame también de “Escalera”, del dream-pop de esa canción.
Está inspirada en una pintura de William Blake (el poeta romántico inglés), donde aparece la imagen de la escalera que te lleva hasta el infinito. Es bastante literal en la canción: es la misma búsqueda de algo que te lleve más allá de las nubes esponjosas del cuadro.