16 de agosto de 2017

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Literatura

Frente a la dominación

Conversamos con la escritora Cristina Morales, que presentará en México ‘Lectura fácil’, obra ganadora del Premio Herralde de Novela

Carlos Rodríguez | miércoles, 9 de octubre de 2019

Cristina Morales retratada por Laura Rubiot

En el marco de la FIL Zócalo 2019, la escritora española Cristina Morales presentará Lectura fácil (Anagrama, 2018). La novela explora la vida de Nati, Patri, Marga y Àngels, cuatro mujeres que son parientes y tienen diversos grados de lo que la medicina considera “discapacidad intelectual”. De forma previa a la presentación, organizada por el Centro Cultural de España en México (CCEMx) y fechada para el miércoles 16 de octubre, conversamos con la ganadora del XXXVI Premio Herralde de Novela.

¿De qué experiencias surge la idea de criticar la noción de “discapacidad intelectual”?

Sobre todo de mi paso por lo que se llama danza integrada, que es una disciplina dentro de la danza contemporánea relativamente reciente en España. Ya casi no se le llama danza integrada, se le ha comenzado a nombrar danza exclusiva o danza bastarda, que es lo que más me interesa. Compartiendo escenario con personas mal llamadas con discapacidad me daba cuenta de cómo el discurso de la integración, empezando por el propio nombre de esta danza, es una patraña, que no esconde sino una realidad de maltrato hacia el diferente.

Lo que plasmas en Lectura fácil me hace pensar en las ideas de Michel Foucault, en cómo las instituciones, por ejemplo la medicina, sirven como instrumentos de control al validar ciertas ideas. ¿Cómo ha influido tu formación en derecho y ciencias políticas en tu trabajo como escritora?

Está presente en un nivel muy explícito porque recreo situaciones propias de lo legal. En Lectura fácil se leen actas de un juzgado, por ejemplo. Quizá también está presente en lugares no tan explícitos, pero sí por la atención que le presto a los procesos de la autoridad, cómo se construye ésta, con qué discursos y herramientas se legitima y cómo es capaz de someter y oprimir en nombre del bien común. Esto se ve en mi novela anterior, Terroristas modernos (2017), que habla de la creación del Estado moderno en España. Sí, diría que mi formación politológica y jurídica son un tema y un modo de acercarme a estos temas.

¿Por qué has elegido cuatro personajes femeninos para poblar esta historia?

Eso ya me lo han preguntado otras veces y yo le tengo que devolver la pregunta al entrevistador. Llama particularmente la atención que son personajes femeninos, pero si fueran cuatro personajes masculinos probablemente esa pregunta no me la harían. No sé si tú me puedas responder por qué te llama la atención que sean cuatro personajes femeninos.

Me interesa más que me hables de tu filiación feminista con respecto al desarrollo de esta historia.

Los cuatro personajes femeninos no responden a mi modo de entender el feminismo, es decir, no es que sean cuatro personajes femeninos y yo quiera hablar de feminismo, si bien facilita las cosas. El hecho de que sean mujeres quizá responde a algo mucho más intuitivo. Me interesaba hablar de la copa menstrual y sobre todo de la represión de la iniciativa sexual femenina. Esto es una ficción en la que los personajes viven en un centro de personas con discapacidad, cosa que yo no vivo, no es una escritura autobiográfica. Estos personajes son instrumentales, reflejo de ciertas preocupaciones mías, pero para nada reflejan mi realidad desde un punto de vista realista.

Otra idea en tu libro es sobre el arte, una actividad que puede integrar a la gente pero también excluirla. ¿Cuál es tu opinión con relación a esto?

Me muevo en espacios muy elitistas, en el mundo del arte, en específico el de la literatura. Hace unos días se hizo la fiesta del aniversario 50 de Anagrama, una celebración muy exclusiva en el corazón de Barcelona. Paralelamente, mis compañeras en la casa okupa de Barcelona donde realizo mi ejercicio artístico reabrieron el taller de danza contemporánea, disponible para cualquiera. Como grupo hemos participado en fiestas populares, en conciertos, bailando y cantando punk, bailamos el teatro. Cada persona debe pagar un boleto para ver el espectáculo y no todos tienen para pagar. Eso también es elitista.

El mundo del arte es una burbuja que de forma muy clara deja afuera a la gente. 

Desde luego la fiesta de Anagrama puede ser percibida como una burbuja porque tiene una lista de invitados. Sin embargo, cualquiera que tenga dinero puede pasar a un teatro. Efectivamente el límite está en el dinero. En una función que hicimos mi compañera y yo el costo era de 7 euros, una cantidad pequeña, pero es un monto que hay que poder gastar. No obstante diría que no sólo depende del dinero sino también de dinámicas propias. En nuestro espacio ocupado, cuya entrada es absolutamente libre, carente de dinero, está vertebrada con otros códigos que pueden aislar a otros, ya sea porque se habla en catalán, por la pinta, etc. En otros lugares se manejan unos códigos de vestimenta o de presión propios de tribu urbana, que también excluyen. No diría que es elitismo sino exclusividad.

Un rasgo muy interesante de tu novela es la inserción de un fanzine. ¿Cómo irrumpe o se integra a la ficción?

El fanzine era mi primera intención al querer escribir la novela. Más que un fanzine insertado en la novela, sería una novela alrededor de un fanzine, porque la escritura fanzinera, la lectura de fanzines, ha sido lo que me ha politizado en mi paso por Barcelona, un lugar que está plagado de casas okupa y bares donde hay mucho fanzine radical, muy bruto. Esa era mi principal fuente de lectura y mi principal inspiración. Empecé a escribir la novela con la intención de poder de hacer de ella un fanzine. Por un lado, tengo un discurso muy retórico y, por otro, de historia muy larga. Me di cuenta de que darme el lujo de escribir un fanzine por el cual me pagaran (y que fuera reconocido como una tarea literaria) no iba a bastar con fotocopias en blanco y negro. Pensé que del discurso que traía el fanzine podía salir una historia en torno a la ideología que quería desenmascarar, en torno a la idea emancipadora que quería lanzar.

Con esto quieres decir que hay una efervescencia muy grande de publicaciones en Barcelona…

Barcelona es la ciudad donde más fanzines he visto, y es una de las ciudades donde más tiempo he vivido. Igual y en otro lugar sólo basta con que uno se meta en estos mundos; uno no tiene acceso a todo ello en una ciudad desconocida, los lugares se descubren con el paso de los años. 

Aquí también ha habido un regreso del fanzine, sobre todo de la mano del feminismo y lo queer. 

Yo llevaré a México el fanzine de la novela, lo vendo y distribuyo aparte. 

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