16 de agosto de 2017

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Música

No te debemos nada

Un adelanto del libro ‘No te debemos nada’ (Walden Editora), que recoge charlas publicadas en la legendaria revista ‘Punk Planet’

Daniel Sinker | jueves, 28 de noviembre de 2019

Thurston Moore, de Sonic Youth

Fundada en Chicago en 1994 por Daniel Sinker, Punk Planet Magazine abrió un abanico de posibilidades en el que convivieron la música, la política, la estética y el pensamiento crítico; su propuesta fue abrir el juego del punk como concepto y expresión, dejando de lado el elitismo de otras publicaciones de la época como Maximum Rocknroll. Tras 80 ediciones, la publicación dejó de existir en 2007. Publicado por Walden Editora, casa editorial con base en Argentina, el libro No te debemos nada. Entrevistas escogidas de Punk Planet Magazine recupera algunas de las entrevistas más lúcidas y definitorias del proyecto, que tocan temas tan variados como la autogestión, el ecologismo, el feminismo, el antibelicismo, la identidad latina, la homosexualidad y diversas corrientes musicales que se distancian del rock como fenómeno cultural.

Por las páginas del libro desfilan testimonios de bandas como Sonic Youth, Fugazi, Bikini Kill, Hüsker Dü y Dead Kennedys, así como también de cineastas (Miranda July y Jem Cohen), diseñadores gráficos (Frank Kozik), directores de discográficas independientes (Mordam Records y G7 Welcome Comitee Records), activistas políticos (Noam Chomsky) y miembros de colectivos sociales (Fondo de Acceso al Aborto de Ohio Central, Ruckus Society─ONG de acción directa, Voices in the Wilderness─ONG de ayuda humanitaria en Irak y Punkvoter).

El 3 de diciembre se presentará No te debemos nada. Entrevistas escogidas de Punk Planet Magazine en el espacio Palíndromo de la ciudad de Guadalajara (Calle Juan Ruiz de Alarcón 233, col. Americana) a las 9:30 PM.

Aquí la introducción del libro, cortesía de Walden Editora.

Llevo seis años y medio trabajando en la revista Punk Planet y ni una sola vez, ni por un segundo, tuve la sensación de saber lo que estaba haciendo. Y ahora, de pronto, estoy trabajando en un libro. Fui a la escuela de artes, por el amor de Dios… no es exactamente el pedigrí de un buen periodista –ni siquiera de uno malísimo–. Pero ese es el asunto, ¿no es cierto? No soy un periodista, nunca lo fui y probablemente nunca lo sea. Y le doy gracias a Dios por eso. Pude llevar a cabo más de cuarenta ediciones de Punk Planet no por haber pasado años en una escuela de periodismo, sino porque creí en un sueño llamado punk rock. El punk decía que cualquiera podía participar; de hecho, cualquiera debería participar.

Fue ese espíritu lo que me llevó a comenzar Punk Planet a inicios de la primavera de 1994. La idea de hacer una revista fue el resultado de una frustración creciente con el statu quo del punk. Un grupo de personas –yo incluido– de un foro online habían pasado semanas enteras quejándose de la falta de un fanzine punk de distribución nacional que les prestara atención a las cosas emocionantes que estaban sucediendo en ese momento. Yo quería cambiar eso.

Mil novecientos noventa y cuatro fue un momento interesante en el punk. Por primera vez en más de una década, los medios mainstream le prestaban una especial atención al underground, gracias a la fama de Nirvana y al frenesí de contratos que le siguió. Green Day estaba preparado para despegar hacia el estrellato, y había decenas de nuevas bandas punk con contratos listas para seguirlos hacia la gloria (el hecho de que ninguna de ellas lo haya logrado es una historia que queda para otro día). El principal zine punk nacional de aquel entonces, la venerada Maximum Rocknroll, adoptó una postura reaccionaria a esta nueva exposición, y comenzó a ejercer un firme control sobre qué bandas cubría y qué música reseñaba. Muchas bandas, incluidas algunas de amigos míos, se encontraron desplazadas de las páginas de la Maximum por ser consideradas “poco punk”. De pronto, no tenían un espacio en el que dar a conocer su música. En una escena que dependía de la prensa independiente para vender discos, promocionar giras y llegar a las disquerías, ser desestimado por Maximum era algo que muchos percibían como un golpe mortal.

Al mismo tiempo, había un puñado de movimientos floreciendo muy por debajo del radar mainstream que tampoco estaban apareciendo en el de Maximum: principalmente, el movimiento riot girl y el incipiente sonido conocido como “emo”. Por alguna razón, dos de las cosas más emocionantes que le sucedieron al underground de los noventa no estaban teniendo la exposición que necesitaban dentro de la escena para pegar el salto más allá de sus mundos insulares.

Fue con eso incendiándome la cabeza que se me ocurrió un plan. Sin pensar demasiado en los detalles, escribí un mensaje en el foro. El plan era, simplemente, “¿Por qué no hacemos esto nosotros?”.

Todos los entrevistados de este libro se hicieron su propia versión de esa pregunta infinidad de veces, y la respondieron la misma cantidad. Porque si hervís el punk para quitarle toda la tintura de cabello, los acordes de quintas, las máquinas de escribir, los vinilos de colores, las camperas de cuero, los pomos de pegamento, los afiches de conciertos, las botas, esa pregunta es lo que queda en el fondo de la olla. El punk siempre se trató de preguntarse “¿Por qué?”, y luego hacer algo al respecto.

Se trata de tomar una guitarra y preguntarse “¿Por qué no puedo tocar esto?”. Se trata de tomar una máquina de escribir y preguntarse “¿Por qué mis opiniones no cuentan?”. Se trata de mirar el mundo a tu alrededor y preguntar “¿Por qué las cosas están tan jodidas?”.

Y, después, se trata de mirar hacia uno mismo y preguntarse “¿Por qué no estoy haciendo nada al respecto?”.

Las respuestas a esas preguntas crearon una cultura entera, construida desde las bases por punks. De la nada, las bandas han construido extensas redes que les permiten viajar de ciudad en ciudad –incluso de país en país– tocando en clubs underground como el espacio comunitario Gilman Street, en Berkeley, California, o el Fireside Bowl, la meca punk de Chicago. Cientos, si no miles de chicos manejan sellos discográficos desde sus habitaciones y livings; algunos crecen lo suficiente como para mudarse de sus casas a oficinas. Estos discos se distribuyen mediante distribuidoras punk y se venden, la mayoría de las veces, en tiendas manejadas por punks. Muchos autores punk –algunos en la escuela media, algunos en la universidad, y varios que la dejaron por completo– han publicado sus pensamientos, sus miedos, sus esperanzas en cientos de miles de fanzines impresos con fotocopiadoras o inmensas máquinas de offset. Muchos activistas punk –a menudo, la misma gente que hace discos, fanzines y ese tipo de cosas– formaron movimientos dentro de la escena que resuenan con fuerza en todo el mundo. Y eso es solo el inicio.

En el año 2001, si hay un puesto en el “mundo real”, hay un equivalente punk. ¿Diseñador gráfico? Probablemente haya cinco solamente en tu ciudad. ¿Cineasta? ¿Querés 35 mm, 16 mm, video o Super-8? ¿Relaciones públicas? ¿En qué costa estás? La lista sigue.

El punk ha tejido una enmarañada red a lo largo de los últimos veinte o veinticinco años. Lo que alguna vez fue una gran hazaña, como el hecho de que una banda atraviese el país dando concierto, ahora es una constante. Muchas cosas han cambiado en las dos décadas que de existencia que lleva el punk: la música, la actitud, la moda. Pero hay una que no cambió: la motivación.

Hoy en día, la gente suele referirse a la motivación detrás del punk como “DIY”. Eso quiere decir “Do It Yourself” [hazlo tú mismo]. Se da por hecho en el punk rock, pero son los cimientos sobre los cuales se construyó toda esta cultura. Los escritores punk no se quedan sentados en sus casas esperando que sus textos se publiquen, los publican ellos mimos; los seguidores no esperan que alguien edite un disco de su banda favorita, lo editan ellos mismos; no estamos esperando que abra un club que organice fechas para menores de veintiún años, los abrimos nosotros mismos. El punk nunca esperó la aprobación de nadie para hacer las cosas por su cuenta. El “hazlo tú mismo” es la respuesta al “¿Por qué?”.

Durante los últimos seis años y medio, todos en Punk Planet les preguntamos “¿Por qué?” a cerca de trescientas personas –gente que trabaja dentro de la escena punk y gente cuya ética, cuyas acciones y cuyos ideales ayudaron a darle forma–. Siempre sentimos –incluso al principio, cuando realmente no sabíamos lo que estábamos haciendo– que hablar con las personas que ayudaban a mejorar nuestra cultura era importante.

Siempre publicamos nuestras entrevistas en el formato de pregunta y respuesta porque yo siento que es una aproximación mucho más honesta a las entrevistas. Por lo general, el formato de entrevista desglosada elegido por las revistas de rock masivas te hace saber más sobre quien la escribe que sobre la persona acerca de la que se escribe. Además, nunca tuve la necesidad de editorializar explícitamente, porque, a diferencia de las respuestas que vomitan las bocas de las bandas de rock corporativo, las palabras que transcribimos fueron fascinantes.

Al mismo tiempo, intentamos ahondar más profundo que otros zines, huyendo de las preguntas estándar de entrevistas más clásicas, como “¿Quiénes son y qué música tocan?” o “¿Tienen alguna anécdota interesante de la última gira?”. En cambio, abordamos las entrevistas más como una conversación que como un interrogatorio. En la mayoría de los casos, ese abordaje valió la pena. Ahora mismo tenés la prueba en tus manos.

Lo único que lamento con este libro es no haber podido publicar todas las entrevistas que hicimos a lo largo de los años. Hubiera sido una gran representación, no solo de la revista, sino del punk en sí. Desafortunadamente, para hacer eso tendríamos que haber hecho un libro veinte veces más grande. En cambio, filtramos trescientas entrevistas para llegar a las treinta más esenciales. Estas entrevistas están entre las mejores de las mejores de las mejores. Las pulimos y actualizamos las introducciones. Tomó mucho trabajo, pero creo que creamos la mejor ventana a Punk Planet que podíamos crear en casi cuatrocientas páginas.

Pero también son una ventana a un mundo mucho más grande y mucho más importante que el de una revista. Ofrece una mirada única a lo que creemos que es el corazón del punk. Las treinta personas y bandas escogidas acá han cumplido papeles importantes en la construcción de nuestra cultura. Algunas se hicieron ricas en el proceso, algunas, un poco más famosas, mientras que la mayoría siguen pobres y desconocidas. Sin embargo, todas cumplieron papeles cruciales en la creación de una de las culturas más dinámicas y más importantes del último cuarto de siglo.

Estas entrevistas también cubren gran parte de los temas que los punks afrontaron durante las últimas décadas. Desde debates de género hasta temas de política internacional; desde técnicas de grabación hasta la inclusión (y la exclusión) de la mujer y las minorías en la escena punk, las treinta personas entrevistadas en este libro dan su opinión sobre un gran abanico de asuntos. Lo importante de estas discusiones es que hay pocos puntos de vista que se toman como sagrados. Muchos de los entrevistados de este libro están en desacuerdo entre sí –algunos incluso se han alejado del punk–, pero dejar afuera las diferencias de opinión sería pintar un cuadro incompleto.

Por último, y quizás lo más importante, estas entrevistas te presentan a treinta de las personas más creativas, trabajadoras y fascinantes que emergieron del underground. Sus historias, en definitiva, son la nuestra –historias de personas que constantemente se preguntaron “¿Por qué?”, que nunca aceptaron el statu quo y siempre vivieron su propia vida–. Sus historias, en conjunto, son la historia del punk.

Disfruten.

Sleater Skinney

 

Jawbreaker

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