En apenas unos días la colonia Narvarte de la Ciudad de México ha mostrado su peor y su mejor rostro: el youtuber infectado (e infecto) que, sabiéndose portador de covid-19, sale sin mayores precauciones a hacer compras, da paso a Aarón Flores, uno de los más destacados guitarristas del país, dueño de una mente musical que rebasa, cada vez más, los límites de su instrumento y se adentra en un trabajo compositivo amplio.
Desde Loto (2014), elegido en su momento como mejor álbum del año en el Presente de las artes en México de La Tempestad, la música de Flores se ha diversificado: las estructuras de jazz angular se han disuelto en texturas electrónicas y paisajes sonoros o, si han retomado la forma jazzística, lo han hecho de forma atemperada (à la Bill Frisell), como en Nova Insula (2018). En definitiva, la cadencia a veces vertiginosa de Loto ha puesto freno de mano, no para domesticarse sino para estar más atento a los colores de su entorno. Al menos esa impresión me da: que la obra de Aarón ha descubierto otras velocidades y ha encontrado otros territorios de acción.
Hablaba de la colonia Narvarte porque Interior / exterior (2020) ha sido realizado por completo desde el confinamiento de su departamento en Doctor Vértiz en las últimas semanas, al grado de que podríamos asegurar que se trata del primer soundtrack de la pandemia chilanga (y estoy seguro que vendrán más). Felizmente, la música de Interior / exterior está moldeada por esas condiciones de producción, sin tematizarlas: Flores se encarga de todos los instrumentos. Podría haber intercambiado a distancia archivos de audio con algunos colegas, pero me parece que la decisión de no hacerlo refleja de mejor manera el aislamiento en el que todos estamos inmersos. Por primera vez el guitarrista toca la trompeta y esa decisión, podríamos decir, también es una decisión de confinamiento: posibilidades ocultas pero latentes en cualquier esquina de la casa son descubiertas y, casi como en un juego, puestas a operar en la composición.
Si Flores no ha estado escuchando a Jon Hassell últimamente, su influencia ha llegado a él por diversas mediaciones. La cuestión es que ese sonido extendido de la trompeta en fusión con la electrónica tiene el sello del músico norteamericano. En la versión del mexicano tal fusión encuentra otra dimensión, la de los sonidos incidentales de la calle: pajaritos, algún auto, y el silencio y el spleen aplastante de la crisis por venir. Todo visto desde la ventana (la portada misma es una foto de las palmeras del camellón de Vértiz, tomada por el músico). Aarón Flores también se encarga de los sintetizadores y el código de Supercollider; notablemente, la guitarra se encuentra en un tercer o cuarto plano, apenas punteando algunos pasajes de la grabación.
Interior / exterior es lento, contemplativo, lleno de loops (como resume el título de un track: “Obsesivos días circulares”), porque así están pasando estos días. Y, por ser tan cercano a la sensibilidad aislada pero compartida del mundo en clave covid, creo que, en sus apenas quince minutos, Interior / exterior también se desarrolla de forma emotiva.
En lo personal me confirma una sospecha: no necesitamos música que nos explique cosas, o que nos “anime a salir adelante”, o que extraiga ventajosamente mensajes de la crisis; necesitamos música que comparta su sensibilidad y traduzca o encauce muchas de nuestras inquietudes en sonidos, para entenderlas mejor y, con suerte, hacerlas más livianas, como hojas cayendo sobre la banqueta del vecino.