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Música

Un presente que se disloca: la electrónica de Leslie García

El nuevo EP de Leslie García es una obra lo mismo cerebral que emotiva, experimental que orgánica; aquí, una charla con ella

Guillermo García Pérez | miércoles, 29 de abril de 2020

Imagen - Leslie García

Dentro de la cada vez más amplia escena de música electrónica mexicana, hay pocas voces tan complejas y poliédricas como la de Leslie García. Ya sea con el proyecto Interspecifics o bajo el seudónimo Microhm, su obra engarza la producción de herramientas virtuales y prototipos electrónicos con territorios normalmente alejados de la escena, por ejemplo, interfaces biológicas. Datos, microbios, ondas cerebrales, la materialidad misma del hardware… todos son estímulos válidos en la arena sonora que Leslie construye con cautela. Su EP debut de 2018, Eternal Night, contenía ya muchas de las claves de su sonido; la pieza larga de 2019, Inmaterial Energy Waves, otras tantas (una pieza muy destacada, por otra parte); pero creo que es en su nuevo EP, Infinita Incertidumbre, estrenado hace unos días en el sello LOWMUTE, donde muchas de sus pautas conceptuales tocan tierra y permiten lecturas más amplias: los timbres dialogan con dinamismo, los procesos se despliegan orgánicamente, las narrativas se complejizan. Yo creo que el planteamiento inicial mismo permite vislumbrar mucha de su riqueza conceptual: Leslie utiliza el proceso estocástico conocido como Cadena de Márkov, para calcular probabilidades algorítmicas de ritmos y de melodías; del primer al cuarto track los porcentajes algorítmicos de la máquina aumentan del 10 al 100%, hasta conformar una “interpretación maquinista” en toda regla. Esta especie de juego probabilístico entrega una obra que es lo mismo cerebral que emotiva, experimental que orgánica, haciendo eco de la carrera misma de Leslie, con quien platiqué a distancia en los últimos días.

 

Me parece que mucha de tu obra parte de un método, en este caso probabilístico, que determina gran parte de las estructuras sonoras resultantes. Y, como tal, al menos en su planteamiento inicial, deja menos margen de “expresividad” en tus manos. No sé si en tu práctica lo plantees con estos términos, pero me gustaría saber qué representa para ti la expresividad (o si es un concepto que siquiera tomes en cuenta) al momento de planear una obra.

Para mí el uso de máquinas y algoritmos está íntimamente ligado con la expresión, en el sentido de que la máquina tiene que ser construida o programada por una humana con una intención concreta, para que pueda ejercer su función y servir como un elemento extendido de un proceso creativo. En el caso de Infinita Incertidumbre tengo una relación muy concreta con los algoritmos: parto del uso de un motif para crear una pieza sonora, de la selección de timbres y voces para construir un cuerpo, de una narrativa que hable de un estado de ruptura. A la primera pieza la alimento con cadenas de Márkov, un algoritmo que va respondiendo a mi gesto inicial con una serie de sugerencias, melódicas y rítmicas, de tal forma que las piezas siguientes son el resultado de una suerte de conversación entre compositora y algoritmo.

Por supuesto, la pregunta anterior piensa lo expresivo como una característica humana, pero después viene una discusión, tal vez más especulativa, sobre la expresividad como tal de la máquina. Cuando se aborda desde lo maquínico, ¿queda algo de ese concepto?  

En otros de mis proyectos, como los que desarrollé con el colectivo Interspecifics, buscamos activamente llevar a la máquina a ese límite donde se desdibuja la autoría de las piezas (¿de quién es el gesto: del que programa el algoritmo o del algoritmo?). Microhm en cambio tiene como finalidad principal producir música en su sentido más formal, aunque sin limitar el uso de las herramientas que tengo disponibles y tampoco mi visión experimental en las artes. Mi fin es desatar un estado de nostalgia, sin importar las metodologías a las que haya recurrido para producir las piezas en cuestión.

¿A qué te refieres con desatar un estado de nostalgia? ¿Podrías ahondar en esa idea? 

Me gusta crear nostalgia usando recursos que no son populares o clásicos: poder viajar a un lugar que te recuerda algo, aunque en un principio ni siquiera reconozcas el sonido o los arreglos que te están “llevando a casa”. Creo que ese lugar es un lugar psicoacústico, al que muchas músicas buscan llevarnos como el lugar último del viaje sonoro.

Otra cosa que me hace pensar Infinita Incertidumbre es en la cuestión tímbrica: creo que desde hace tiempo los proyectos electrónicos más interesantes ya no buscan asociarse exclusivamente con lo que suponemos que son “sonidos electrónicos” y se permiten timbres de fuentes acústicas o electroacústicas. Sin saber la exacta procedencia de los sonidos de tu EP, ¿tienen las fuentes sonoras algún tipo de jerarquía en tu obra; entremezclas libremente; dónde está el punto de equilibrio? 

Realmente podría decir que mi formación en el sonido siempre ha sido más de la escuela electroacústica: desde la comprensión de los paisajes sonoros, del diseño de máquinas de distintas naturalezas para producir sonido, hasta la construcción algorítmica de instrumentos sonoros. Mi apreciación del sonido es muy visual, y parte de construir imágenes en el espacio a partir de las referencias que esos sonidos pueden provocar. En ese sentido, el uso de sampleos de instrumentos fue muy importante en esta producción, aunque también influyó un poco un tema de sincronicidad. Mientras me encontraba en el proceso de producción de este EP, el equipo de Golden Hornet me contactó para participar de su proyecto MXTX, que trata de la producción de piezas sonoras utilizando una biblioteca sonora de músicos, productores y dj’s de México y Texas. Y mientras navegaba esa biblioteca enorme de sonidos me encontré con el material de Mabe Fratti, Concepción Huerta y Gibrana Cervantes, artistas a las que admiro mucho. Al escuchar sus sonidos me di a la tarea de buscar sampleos específicos que pudiera procesar dentro del mundo de lo que Infinita Incertidumbre estaba creando. Y los encontré.

Un punto a destacar, como mencionas, es el trabajo visual que desarrollas junto a Milena Pafundi. ¿Qué tan importante es para ti desarrollar este imaginario, tomando en cuenta que de por sí tu música ya tiene muchísima carga “visual”, es decir, posibilidades de figuración desde lo sonoro?

Con Milena tengo un gran diálogo: cuando trabajamos en la construcción de espacios inmersivos, todo es muy orgánico, no necesitamos planear demasiado; simplemente le comparto el material y ella con su gran habilidad de visualista construye su propia versión de la narrativa que encierra el sonido. Siempre me sorprende que al ver su interpretación es muy similar a las imágenes que se crean en mi mente durante el proceso de composición. Y siento que es una gran fortuna poder tener la posibilidad de mostrar ambas partes el sonido con su narrativa y el visual como un mundo compuesto.

Infinita Incertidumbre podría referirse a las formas en que el azar cambia el cauce de una estructura sonora pero, evidentemente, también al mundo tal como lo vivimos actualmente. ¿Qué resonancias políticas puede tener una música altamente abstracta, que evita cualquier tipo de significado unívoco, como la tuya?

Lo aleatorio y el azar ya no son más una eventualidad de la máquina, al contrario, ese cambio en el tiempo es un gesto voluntario, un momento. Para mí se trata de la ruptura de la normalidad, de la búsqueda de posibilidades y de un presente que se disloca frente a nuestros propios ojos, todo lo que conocemos está ahí, conviviendo con la posibilidad de una nueva realidad y eso para mí es sumamente político.

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