Hoy se presenta en Ambulante La felicidad en la que vivo (2020), filme documental del realizador Carlos Morales. Desde que se planteó el proyecto llamó la atención por abordar un tema invisible: la vida de los adultos mayores de la población LGBTTTI+.
A propósito de la transmisión de La felicidad en la que vivo, que solo se podrá ver hoy en esta liga, aquí una plática exprés con Carlos Morales, que respondió a través de WhatsApp.
El tema de tu película tiene varias capas. La primera de ellas es la vejez, un tema incómodo para muchas personas en un contexto donde la juventud más que una característica es una ventaja, una cualidad.
Efectivamente hay una sobrevaloración de la juventud y también de la belleza. El objetivo del documental es visibilizar a los adultos mayores, que no encajan en el sistema en el que vivimos. Samantha Flores, mujer trans de 87 años, personaje principal de la película, menciona que los adultos mayores LGBTTTI+ son invisibles. Es importante reflexionar al respecto y mostrar a este sector de la población.
Luego viene otra capa, que es lo que explora el documental: la vejez en las personas de la diversidad. ¿Por qué no estamos acostumbrados a verlas?
Pienso que hay una idea equivocada de la vejez como una etapa en la que se abandonan las necesidades, los gustos, las inquietudes; la ignorancia nos impide ver partes vitales, por ejemplo el ejercicio de la sexualidad de los adultos mayores LGBTTTI+.
La felicidad en la que vivo tiene como protagonista a Samantha Flores, que comparte su testimonio. ¿Por qué decidiste enfocarte en ella?
El movimiento trans tiene muchas luchadoras importantes, pero al ser una mujer octogenaria, activista y una mujer feliz (cosa que hoy por hoy es una rebeldía), Samantha posee una personalidad explosiva que cautiva. Es común que marcas que se consideran gay friendly o medios de comunicación que dan espacio a temas trans, tomen como referentes a jóvenes y bellas, pero nunca a mujeres de la edad de Samantha. Cuando la conocí y me compartió parte de sus memorias, me fascinó, y no pude dejar de pensar en la posibilidad de construir su relato en un documental.
¿De qué forma has usado el lenguaje cinematográfico para mostrar la vida y la soledad de esta mujer?
Tratamos de traducir de manera visual los momentos que nos regalaba Samantha. Ella sostiene que los adultos mayores LGBTTTI+ vuelven al clóset para ser aceptados otra vez, por eso buscamos que todo fuera en el interior de su casa y en Bellas Artes, creando una metáfora de ese gran clóset. En pláticas creativas con el cinematógrafo Daniel Zuñiga y la productora Claudia Vicke decidimos usar recursos visuales que apoyaran el discurso de Samantha, por ejemplo la presencia de un colibrí y el slow motion que, por un lado, representa la vitalidad y la fuerza que se necesita para permanecer en la lucha y, por otro, una marca temporal de la plenitud.
El filme reconoce la presencia de las personas trans, que no cuentan con la misma representación que otras personas de la diversidad. ¿Qué hace falta para poder adentrarse en estas realidades?
Creo que es necesario el trabajo permanente y en conjunto de la sociedad civil, las autoridades y las instituciones. Un movimiento real necesita de varios actores y recursos: es importante que el estado brinde las garantías y que la sociedad las demande. Esperemos que La felicidad en la que vivo evoque la reflexión y propicie un debate de las políticas públicas necesarias para visibilizar a este sector de la población y que se procure su bienestar. Ojalá que el documental invite a ver con otros ojos al adulto mayor.