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Literatura

La posibilidad de una isla

Patricio Pron revisa el motivo literario de la isla desierta a partir de la lectura de ‘Atlas de islas remotas’, de Judith Schalansky

Patricio Pron | viernes, 9 de octubre de 2020

La escritora y diseñadora alemana Judith Schalansky. © Patrick Post

El motivo de la isla desierta o escasamente habitada atraviesa toda la literatura occidental desde las navegaciones y naufragios de Ulises y, especialmente, tras las peripecias del marinero Alexander Selkirk, bautizado Robinson Crusoe en la obra homónima de Daniel Defoe, cuyo Diario del año de la peste es una de las lecturas favoritas de esta bitácora. La tradición del motivo de los viajeros abandonados a su suerte en una isla se completa con revisiones y parodias, a las que tan adeptos han sido los tres últimos siglos: desde el pedagógico El nuevo Robinson de J.H. Campe, La isla Felsenburg de J.G. Schnabel y El Robinson suizo de J.R. Wyss a Viernes o los limbos del Pacífico de Michel Tournier, pasando por las Imágenes para Crusoe de Saint-John Perse.

Quizá la longevidad del motivo se deba a que no encarna una pesadilla sino un sueño; más específicamente, el sueño de un regreso a un estado natural que los escritores de los dos últimos siglos (todos ellos habitantes de las ciudades) vincularon con una cierta inocencia perdida y su recuperación. El libro de la autora alemana Judith Schalansky (Greifswald, 1980) Atlas de islas remotas (2009) recupera ese motivo con elegancia y una ironía que, sin embargo, invita a sus lectores a seguir soñando con islas desiertas.

En su mismo subtítulo, “Cincuenta islas en las que nunca estuve y a las que nunca iré”, el libro de Schalansky explicita el carácter ficcional de los eventos que narra. Más que ficcional, sin embargo, el carácter de estos textos es el de la recreación literaria de eventos históricos. Así, la autora glosa la creación de proyectos utópicos como el de un dentista berlinés en la isla de Floreana, el papel cumplido por islas como la Rudolf y la de Pedro I en la siempre dramática exploración de los polos, la malograda expedición de la Académie des Sciences en 1874, cuya finalidad era contemplar un fenómeno astronómico desde la isla de Campbell, un avistamiento de un objeto volador no identificado en la isla de Trindade en 1958, el ensayo nuclear francés en la isla de Fangataufa, un juicio realizado a los descendientes de los marinos de la Bounty por la práctica consuetudinaria de la violación, el desplazamiento de los nativos de la isla Diego Garcia por parte de las autoridades locales de Reino Unido, etcétera.

Aun cuando existe suficiente información acerca de estos hechos, la autora nunca la aborda de manera directa: fechas y datos precisos funcionan en ese sentido como justificación de una cierta experiencia poética en la que Schalansky profundiza allí donde carece de datos fiables, como en el caso de las mortandades de niños de las islas Tikopia y St. Kilda, el episodio de canibalismo de la isla St. Paul o la muerte de Henry Eld en la isla Macquarie en 1840. Las referencias literarias de la autora no son exclusivamente alemanas (aquí aparecen Alexander Selkirk/Robinson Crusoe y el capitán Nemo del libro de Julio Verne) pero tienden ligeramente a serlo, como en el caso del texto dedicado a la isla Tristan da Cunha, en el que se cita profusamente La isla Felsenburg, o el caso del asesinato en la isla Floreana, bastante conocido en el mundo germanoparlante pero prácticamente desconocido fuera de él.

Aunque el libro está lleno de naufragios, colonias penales de ultramar, expediciones ultramarinas, instalaciones balleneras y proyectos utópicos, el interés principal de la autora radica en aquellas islas que, por encontrarse demasiado apartadas, no pueden ser incluidas en los mapas convencionales, que, como reconoce Schalansky, la fascinan desde niña; por esta razón, los mapas que acompañan esta edición (y que han sido confeccionados por la propia autora, que también es diseñadora gráfica) no sólo resultan imprescindibles para su valoración como objeto estético: son parte también de un muy interesante proyecto artístico multidisciplinario cuyo antecedente directo es Fraktur mon amour (2006), el compendio tipográfico de la autora que ganó numerosos premios. Esta última obra está inédita en español, pero el Atlas de Schalansky fue publicado por Capitán Swing en España en 2013, y Juan del Solar tradujo en 2013 para Literatura Random House su novela El cuello de la jirafa.

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