23/11/2024
Pensamiento
Un mapa necesario
En ‘El Capitaloceno’ (Festina), Francisco Serratos ofrece rutas para pensar la crisis climática sin extraviarse en trampas ideológicas
El Capitaloceno. Una historia radical de la crisis climática es un libro destinado a incomodar y, por lo tanto, se sitúa en los márgenes de la literatura sobre el llamado cambio climático. Autores como Francisco Serratos entienden que el término “radical”, es decir, desde la raíz, es necesario para abordar cualquier perspectiva sobre el colapso medioambiental, que ocurre a una velocidad cada vez mayor.
Hay dos ideas que se han vuelto una profesión de fe para el grueso de analistas e incluso académicos que escriben sobre el cambio climático. La primera es que existe una solución para el problema. La segunda es que esa solución se puede implementar sin cambiar mucho el paradigma económico que sigue, con pocas adaptaciones, la sociedad global en la que vivimos. Sin abandonar el dogma del libre mercado y, sobre todo, la trampa del crecimiento infinito, los apóstoles que nos venden la salvación evitan poner en la ecuación el elemento más importante: la realidad. En la civilización de la posverdad, Serratos desmonta las utopías que nos muestran en los medios de comunicación a través de una gran cantidad de datos duros y su contexto histórico.
Capitaloceno, término que se ha unido a otros como Antropoceno, Plantacioceno o, incluso, Chthuluceno, es una herramienta que sirve para situar nuestro presente más allá del discurso que afirma, constantemente, que la civilización industrial es el único camino viable. Por supuesto, aún falta mucho para poder pensar o imaginar un futuro que parece superpuesto en nuestra cotidianidad. Sin embargo, para dar ese paso se necesita una crítica radical y Serratos la aborda desde la omnipresencia del capital, su funcionamiento y su capacidad depredadora. El libro presenta saltos en el tiempo para describir el origen de muchas industrias extractivas y su intervención cada vez mayor en la naturaleza.
Hay una idea poderosa en El Capitaloceno: el capitalismo es una manera de organizar productivamente a la naturaleza. Alrededor de esto se dispone la política, la innovación y, por supuesto, las relaciones sociales. Serratos presenta, por ejemplo, las relaciones depredadoras de los imperios coloniales con el ahora llamado Sur Global. Oro, plata, pero también otras materias primas como el guano y el caucho, erosionaron hasta exterminar ecosistemas enteros y, también, moldearon sociedades cuyo funcionamiento tenía como premisa la desigualdad y la explotación humana a gran escala.
Siguiendo uno de los postulados del geógrafo y antropólogo David Harvey, en la larga historia planteada por Serratos se comprueba una de las contradicciones mayores del capital: el dinero se convirtió en el siglo XX en una mercancía más y, por lo tanto, dejó de tener como objetivo el valor de uso de los productos. La naturaleza ya no sólo fue vista como el lugar de donde se obtienen los recursos sino como un territorio que debe ser explotado y no debe permanecer ocioso. El fetiche del capital como medio de acumulación casi infinito sigue presente, por supuesto, aunque para hacer presentable este objetivo la narrativa del capitalismo tardío la vende en términos de productividad, crecimiento y desarrollo, un espejismo en el que parecen ganar todos.
Al final de la lectura del libro de Francisco Serratos nos quedamos con varias interrogantes. La primera, por supuesto, es cómo romper con la dinámica del capital –el Capitaloceno–, que ha alterado las variables climáticas a un nivel suficiente para que no haya marcha atrás. Quizá, como lo han planteado autores como Donna J. Haraway y Timothy Morton, las primeras respuestas o, más bien, atisbos vengan de la literatura, la imaginación, la reconstrucción de los lazos sociales interrupidos por el individualismo. Se necesita, en primer lugar, reconquistar y recolonizar las visiones del futuro que nos han vendido en la cultura popular e, incluso, científica, para poder encontrar algunas ideas. Para emprender el trayecto se necesitan libros como El Capitaloceno: mapas para saber cómo interpretar el presente y sortear las trampas que nos impiden ver una realidad que, a pesar de su dramatismo, es necesario conocer en todas sus dimensiones.