23/11/2024
Arquitectura
Regreso a (pensar la) casa
El nuevo libro de Fernanda Canales, ‘Mi casa, tu ciudad’, es un repaso por la concepción de la vivienda en los últimos dos siglos
El libro de Fernanda Canales Mi casa, tu ciudad. Privacidad en un mundo compartido (2021) es importante por dos razones. La primera: es un libro sobre casas escrito por una mujer. La segunda: está muy bien documentado. Ninguna de estas razones, lo sé, debería ser motivo de comentario, pero no son usuales en la literatura sobre arquitectura.
Canales entrelaza el hilo argumental del libro –la responsabilidad femenina, la ética de los cuidados que las mujeres nos han dejado– con la arquitectura y sus historias particulares. El afecto por lo cercano, en principio, va contra los lugares comunes, los estereotipos, el reduccionismo y el ruido. La casa, ese común que hemos heredado, necesitaba ser explicada desmontando la idea de eternidad, abandonando la grandilocuencia. La casa es una convivencia. Es un lenguaje de niños y niñas, de abuelos y de padres, en donde a veces no pasa nada. Nada extraordinario, quiero decir: gestos tenues, sutiles, apenas perceptibles, suceden en la orilla de las cosas.
La literatura masculina sobre arquitectura, y sobre tantas otras cosas, parece estar salvando el mundo a cada instante. Adora las disfunciones, porque puede hurgar en ellas. Es una literatura que no sabe, y no quiere, responder a preguntas como las que encontramos en Mi casa, tu ciudad: ¿cómo reinventar la vivienda teniendo en cuenta su papel como espacio de enlace entre lo que es de uno y los que es de todos?, ¿qué hacer cuando buena parte de la humanidad no tiene casa? La lista de ejemplos es una cadena de ideas que, enlazadas por argumentaciones que se quieren científicas, explica las vicisitudes de la vida social y cultural. El lector sale del libro y recorre con la mirada su casa, su ciudad.
Me gusta citar la idea con la que Mariana Mazzucato ilustra su proyecto económico, que tomó prestada de John F. Kennedy. La misión no era para él un camino de ida, no se trataba sólo de mandar un hombre a la Luna. Se trataba, sobre todo, de devolverlo a la Tierra sano y salvo. El libro de Fernanda Canales funciona en esa dirección, te devuelve a la Tierra al escribir sobre el regreso tras el viaje de la modernidad, sobre las formas de la felicidad, del retorno a la convivencia, aunque sea a la intemperie o la fragilidad. La misma, por cierto, que la de nuestro cuerpo, que habita y recorre la casa y la ciudad.
He dicho que Mi casa, tu ciudad es un libro muy bien documentado. También en este sentido es un retorno. A los componentes emocionales hay que manejarlos y gestionarlos como acontecimientos racionales. Hacer este recorrido y no desembocar en lo académico tiene mucho mérito; el texto se convierte en una entidad política. El libro documenta los intentos de mejorar las condiciones de vida, para seguir haciéndolo. Creo que está escrito con todo el cuerpo. Así describen la literatura menor, la de verdad, la innovadora, Deleuze y Guattari cuando hablan de la obra de Kafka: “Sólo lo menor es grande y revolucionario”.
Tal es el mecanismo político del texto de Fernanda Canales: la escritura usa el dispositivo “privado” de la casa –un dispositivo menor– para que podamos construir historias de gobernanza “pública” que nos ayuden a convivir más democráticamente en el mundo compartido de la ciudad, ese otro dispositivo gigantesco. Éste es el recorrido doble del libro, ese ir y volver para que pueda seguir pasando algo.