21/11/2024
Literatura
Nómadas del siglo XXI
La película ganadora del Oscar ‘Nomadland’ se basa en un libro de mayor calado crítico: ‘País nómada’ (Capitán Swing), de Jessica Bruder
Una de las películas que obtuvo los premios importantes en la entrega más reciente de los Oscar fue Nomadland. El largometraje, dirigido por la cineasta Chloé Zhao y protagonizado por la actriz Frances McDormand, logró el consenso de gran parte de la crítica. El guion es una adaptación del libro País nómada. Supervivientes del siglo XXI, de la periodista Jessica Bruder. En los días cercanos a la ceremonia del Oscar algunos blogs y portales de Internet analizaron las diferencias entre uno y otro. En la mayoría de los artículos se criticó la versión de Zhao, que convierte un texto crítico con el capitalismo estadounidense en un producto que sublima las carencias de una clase media cada vez más devastada por las políticas económicas de las últimas décadas. Además omite cualquier narrativa incómoda para el espectador promedio. Una vez que uno lee el libro y lo compara con el filme queda claro que este último sólo usó la anécdota principal (una mujer madura que vive en su camioneta mientras gana dinero en trabajos temporales) y la acompañó con diálogos que apenas pueden disfrazar su superficialidad, una fotografía preciosista y una banda sonora que invita a perderse en la ensoñación.
País nómada es un gran ejercicio periodístico que, más allá de su desafortunada adaptación al cine, se mueve en la línea de los libros de no ficción en los que el autor se sumerge en el medio que intenta retratar. Jessica Bruder siguió por varios años a los estadunidenses que, damnificados por las crisis financieras, en particular por la burbuja inmobiliaria de 2008, tuvieron que enfrentarse a una cuenta de banco vacía, al desempleo crónico y a ayudas sociales insuficientes para su sobrevivencia. Sin muchas opciones para elegir, encontraron en las camionetas tipo caravana una nueva forma de vida que los acercó a la naturaleza, pero también a diversas formas de explotación laboral. Viviendo en sus casas sobre ruedas, estos nómadas son diferentes a los desheredados tradicionales. Bruder platicó con antiguos ejecutivos, profesionistas, maestros, inversionistas, burócratas que, de un día para otro, no encontraron acomodo en un sistema en el que habían vivido gran parte de su vida. La clase media tradicional sufre una erosión gracias al liberalismo económico de los años recientes.
Bruder tiene la virtud de saber escuchar y evitar, en todo momento, juicios apresurados. Su escritura recorre al mismo tiempo los nómadas y las razones por las cuales han llegado a sus camionetas-hogares. El hilo conductor es la historia de Linda May, una mujer en sus sesenta años que trabaja en Amazon y en campamentos forestales. Su sueño es construir una casa sustentable en la frontera de México y Estados Unidos. Mientras junta, a cuentagotas, el dinero conoce a otras personas que, gradualmente, han formado una comunidad de apoyo mutuo e información a través de Internet. La periodista experimenta los mismos trabajos que sus entrevistados y migra por temporadas a sus campamentos. En uno de los episodios más duros, es contratada para trabajar en la cosecha de betabel. Adultos mayores de varias partes de Estados Unidos ponen en juego su integridad física mientras trabajan al lado de enormes máquinas cosechadoras. En la película de Chloé Zhao esa parte de la historia se resuelve con la protagonista entrando a una regadera y dejando que el chorro del agua llegue a su espalda y limpie unas gotas de betabel.
País nómada va más allá del abandono en el que están millones de adultos mayores en Estados Unidos y aborda la relación de corporativos gigantescos como Amazon con una mano de obra empobrecida y cada vez más vulnerable. El Sueño Americano concretado en un consumo desbordante tiene un costo social inmenso, reflejado en los cuerpos adoloridos de miles o millones de adultos mayores que tienen que enfrentar jornadas extenuantes. Hay varias ideas estremecedoras al final del libro; quizá la más importante es que estos nómadas del siglo XXI son la señal de una descomposición a gran escala y acaso irreversible, al menos en el mediano plazo. Así como la afectación en el clima del Ártico anuncia males mayores para el clima global gracias a la imparable actividad industrial en el mundo, los desposeídos que se refugian en sus vagonetas son otra barrera que cae y cuyo movimiento impulsará otros colapsos sociales que apenas se pueden imaginar. Hay, sin embargo, un resquicio en el totalitarismo económico en el que vivimos: el individualismo a ultranza tiene su contraparte en los nómadas retratados por la periodista. Ahora dependen de las megacorporaciones para su sustento, pero quizá llegue un día en el que puedan abastecerse a sí mismos y mostrar que otro camino es posible.