16 de agosto de 2017

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23/11/2024

Literatura

‘Los nombres propios’ de Marta Jiménez Serrano

Una entrevista con la española Marta Jiménez Serrano, que recientemente publicó su primera novela con la editorial Sexto Piso

Ana León | miércoles, 24 de noviembre de 2021

La escritora Marta Jiménez Serrano retratada por David Jiménez. Cortesía de Sexto Piso

A los 27 años, luego de cambiar de un trabajo precario a otro, de mudarse cada año, de no poder dedicar tiempo a la escritura, Marta Jiménez Serrano (1990) tomó una decisión: regresar a Madrid y escribir cada día. Pocos años han pasado y ya ganó un premio de poesía por La edad ligera (Ediciones Rialp). Ahora publica en Sexto Piso su primera obra narrativa, Los nombres propios.

Novela de formación, el relato se concentra en la manera en que se aprende el lenguaje en la infancia y, mientras se va creciendo, se desaprende para construir una identidad propia. La voz de la narradora juega con la segunda y la primera personas para contar lo cotidiano: acciones, imágenes, gente que puebla el día a día. Los nombres propios da un lugar importante a las voces de las infancias, al poder y el uso que hacen de las palabras, a los vínculos que forman.

Nos encontramos por Zoom una tarde de noviembre, y conversamos sobre esta novela, que toma retazos de su vida y donde la protagonista se llama, como la autora, Marta.

La tuya podría catalogarse como una novela de formación. El relato evidencia que a través del lenguaje, del momento en que aprendemos las palabras, construimos nuestra identidad.

Es una novela que trata del proceso de crecer, en ese sentido de la formación, pero también sobre la construcción de una identidad propia. Me interesaba plantearlo a través del lenguaje como aprendizaje y luego desaprendizaje. Primero conocemos las palabras literalmente, somos muy pequeños y no sabemos cómo se nombran las cosas; luego nos damos cuenta de que hay palabras que plantean más problemas que otras. No es lo mismo decir “mesa” que “amor”. Hay un proceso en el que quitamos el significado que la palabra lleva consigo y le ponemos el que nos sirve.

¿En qué términos nos contamos? A lo largo de la novela las palabras cambian la interpretación de las historias que vas tejiendo.

Totalmente. Somos lo que nos contamos que somos. La novela está estructurada en un diálogo interno, entonces al final una decide desde dónde se habla a sí misma y con qué palabras se habla a sí misma, y eso es también muy importante. No es lo mismo hablarse desde la exigencia y con palabras duras que desde el cariño, desde la compasión.

Marta Jiménez Serrano

Recordé una frase de T.S. Eliot que está al inicio de Nuestra parte de noche, de Mariana Enriquez: “¿Quién es el tercero que camina siempre a tu lado?”. Pienso en la voz de la narradora, esa especie de conciencia, de espectador imaginario de la protagonista.

También Antonio Machado decía “converso con el hombre que siempre va conmigo”. Creo que hay algo de eso también. En un principio Belaundia Fu era un personaje de la novela, la amiga invisible, pero no era la narradora. Me di cuenta de que el libro verdaderamente reflejaba lo que yo quería contar si la ponía como narradora, porque al final, efectivamente, ¿quién es esa del espejo? Es una cosa psicológica, una especie de súper yo, de voz de la conciencia. Me gustó hablar de la niñez desde el futuro, desde fuera, desde esa voz que ya es adulta.

Los nombres propios tiene una sensibilidad particular para narrar las relaciones, los vínculos.

Me han señalado que, para ser una novela actual, es poco cínica. Tiene que ver con lo que dices. Está bien, ya no queremos las relaciones de antaño ni parejas como las que tenían nuestros abuelos, pero no creo que tenga sentido ir en el sentido opuesto. Por eso mi novela acaba de manera tan abierta, porque entre estos dos polos, el cinismo y los afectos tradicionales, debe haber algo. Intenté reflejar la diversidad de los afectos.

Que estamos sobreestimulados es ya una frase hecha, pero pensaba que la novela se centra en aspectos de la vida cotidiana donde no hay estímulos constantes. El relato repite detalles muy específicos: el papá que huele a recién rasurado, la mamá que siempre está, la abuela que mira la novela, pero todos esos momentos se resignifican mientras la protagonista va creciendo.

Me costó darle empaque a la novela, crear miniconflictos, porque en realidad yo quería contar lo que nos configura en el día a día. Estamos todo el rato buscando momentos reveladores, la novedad, y al final te acuerdas de la planta que había en casa de tu abuela o de cómo se peinaba tu papá. Son las cosas que están dentro de nuestra cabeza y que configuran nuestro imaginario.

¿Qué tanto juega aquí tu biografía?

Mucho, en el sentido de que la protagonista se llama como yo, tiene mi edad y está en mi entorno. El personaje de la abuela está basado en parte en mi abuela materna. Lo demás lo inventé. Al final la vida no tiene ningún sentido y el libro debía tenerlo. Todo es verdad pero nada es literal.

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