22/11/2024
Literatura
Una novelista trágica
Un acercamiento a ‘Criados y doncellas’, la novela de Ivy Compton-Burnett que, con prólogo de Sergio Pitol, reeditó el sello Anagrama
Hay en la obra de Ivy Compton-Burnett (Pinner, 1884 – Londres, 1969) un gusto por los espacios aislados y opresores. Quizá su propia vida fue un mantenerse recluida, y aislada de su tiempo contemporáneo. De su espaciosa residencia familiar de estilo victoriano, compartida con once hermanos, pasó a una vida ermitaña en la Londres de la segunda década del siglo pasado. Y allí fue capaz de crear una obra de gran originalidad y extrañeza.
La primera de sus novelas, Dolores, fue publicada en 1911 por el editor británico William Blackwood; en esta novela ya aparecen las principales características de su obra. Sin embargo, Compton-Burnett nunca quiso reeditarla. Su última obra, The Last and the First, se publicó de manera póstuma, tras la muerte de la escritora en 1969. Situado entre estas dos obras se halla el resto de su producción literaria, “ese conjunto de novelas extrañas, cuya acción se sitúa a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, con evidentes semejanzas entre unas y otras, y una poética que apenas sufre alteraciones”, escribió Sergio Pitol: “Ivy Compton-Burnett se revela tal vez como la mayor novelista trágica de la literatura inglesa contemporánea”.
La editorial Anagrama ha publicado tres de sus obras más destacadas: Padres e hijos (1941), Una herencia y su historia (1959) y Criados y doncellas (1947). Esta última novela escruta “las relaciones entre el mundo del salón y el de la cocina. Horace Lamb somete a su familia a un régimen de economías que raya en la miseria. Sus hijos sufren frío, las raciones de la mesa no llegan a saciar su hambre. […] En las zonas inferiores de la casa reina un orden similar. Bullivart, el mayordomo, y su aliada incondicional, la cocinera, instauran un sistema de jerarquías semejante al de sus amos”, leemos en el esclarecedor prólogo de Pitol.
Podemos advertir en Criados y doncellas un antecedente y la inspiración de series que han marcado una época en televisión; es el caso de la británica Upstairs, Downstairs (1971). Las novelas de Compton-Burnett son esencialmente dialogadas, a excepción de algún breve texto narrativo que le sirve a la autora para describir, brevemente, al nuevo personaje que entra en escena. Esta forma de escritura tan peculiar la emparienta con el teatro. Los “actores” de sus obras intercambian un continuo de réplicas corteses que, como indica el poeta Carlos Pujol, “dejan entrever unas almas feas, crueles y orgullosas”. Otra de las características de esos libros intemporales son sus títulos, con dos nombres contrapuestos: El presente y el pasado, Hijas e hijos, Hermanos y hermanas…
El escritor británico Alan Bennett, en su divertida novela Una lectora poco común, pone en manos de la reina Isabel II una novela de Ivy Compton-Burnett, a modo de homenaje. Con palabras elogiosas la describe el gran escritor italiano Giorgio Manganelli: “Ivy Compton-Burnett es, a mi juicio, la mayor novelista inglesa actual, y también la más singular, provocativa e iluminadora”.
Y para terminar, de nuevo las palabras de Pitol, donde recuerda a la escritora como “esa anciana espigada, vestida de luto severo, peinada a la moda de un siglo atrás, de mirada desafiante, lejana y desconfiada, la boca de labios apretados, una mera línea horizontal bordeada de innumerables pequeñas estrías que la cierran aún más; una apariencia que apenas varió en los últimos cuarenta años de su vida. […] Esta anciana ósea y elegante es la señorita Ivy Compton-Burnett, autora de veinte novelas que constituyen un cuerpo cerrado, ajeno a la influencia y las tendencias de sus contemporáneos, sin antecedentes cercanos visibles ni descendientes posibles”.