La Tempestad

Gertrud Goldschmidt, que trascendió con el nombre de Gego, comenzó su andadura en el campo de la arquitectura. Nacida en Hamburgo en 1912, se formó en Alemania, país del que logró salir, siendo judía, en pleno nazismo. En 1939 se instaló en Caracas, donde trabajó en despachos de arquitectos y ejerció su profesión de manera independiente, así como el diseño de mobiliario. En 1953 cambió de vida y de actividad: junto a su pareja, el diseñador Gerd Leufert, se mudó a Tarmas, un pueblo en las montañas de la costa venezolana. Ahí produjo sus primeros dibujos y esculturas.

Gego se hizo artista en el momento en que Latinoamérica vivía un proceso de modernización; los creadores participaban de ese espíritu desde su trinchera. Así, abrazó la abstracción geométrica, donde sus conocimientos técnicos le permitieron desarrollar una obra a la vez rigurosa y sutil. Contra los volúmenes masivos de la escultura característica de mediados del siglo pasado, la artista construyó una poética de la línea en el espacio, donde el dibujo es la matriz del despliegue tridimensional.

La exposición Gego: Midiendo el infinito, en el Museo Jumex de la Ciudad de México, permite conocer el desarrollo de la obra de la venezolana fallecida en 1994. Los curadores Julieta González, Geaninne Gutiérrez-Guimarães y Pablo León de la Barra plantean un recorrido cronológico que permite entender sus búsquedas y desarrollos, y que la sitúan como una figura central del arte latinoamericano del siglo XX. Proponemos aquí cuatro conceptos para acercarse a la muestra, que estará abierta al público hasta el 5 de febrero de 2023.

Transparencia

Como declaró en una entrevista, Gego tenía como objetivo principal la transparencia. Resulta evidente para quien recorre la Galería 2 del Museo Jumex: las esculturas se despliegan en el espacio sin obstruir la vista. Desde sus primeras intervenciones en edificios, la artista planteó esculturas equidistantes de lo visible y lo invisible. No buscan imponerse, sino formar parte de un ambiente. Gego rechaza lo sólido y se instala en lo etéreo. Y sin embargo las piezas están ahí, produciendo sombras que parecen provenir de los sueños.

Línea

Ya sea en sus dibujos, en sus esculturas de pequeño formato o en sus intervenciones arquitectónicas, el elemento generador del trabajo de Gego es la línea. En sus primeras piezas bidimensionales y tridimensionales exploró las posibilidades de las líneas paralelas, los efectos que producen al superponerse, la forma en que lo estático cambia con el movimiento del observador. Esta búsqueda alcanzó el paroxismo en su obra mayor, Reticulárea (1969), instalación inmersiva creada mediante módulos triangulares.

Espacio

Formada como arquitecta en una escuela de ingeniería, Gego trabajó sus piezas como su visibilizaran el espacio vacío, otorgándole escala. La Reticulárea es un ejemplo claro, pues ahí la línea se convierte en un tejido que otorga materialidad al ambiente. Las esculturas que ocupan el centro de la sala en Gego: Midiendo el infinito dan cuenta de ese procedimiento mediante el uso de alambre, pequeños herrajes, cables y otros materiales útiles a la hora de dibujar en el aire, siguiendo una suerte de métrica espacial.

Estructura

Gego hace de la estructura un recurso expresivo, y no debe pasarse por alto la delicada ingeniería que mantiene en equilibro a sus trabajos tridimensionales. Incluso la artista prefería hablar de estructuras antes que de esculturas. Sus objetos, sin embargo, tienen siempre cierto grado de espontaneidad, como si la idea reticular inicial fuera afectada por el acto creador. Las acuarelas que produjo en los ochenta llevan al papel sus búsquedas estructurales, que apuntaban a la “eliminación total de forma y volumen”.