23/11/2024
Música
Bob Dylan y la canción moderna
Tras su aparición en España a finales del año pasado, la edición en castellano del libro más reciente de Bob Dylan finalmente llegó a las librerías latinoamericanas. Filosofía de la canción moderna (Anagrama) se publica casi dos décadas después del primer volumen de sus Crónicas (2004), aunque sabemos que el Nobel de Literatura recayó en el músico estadounidense por sus canciones, cuyas letras, como escribió Eduardo Milán, tienen los atributos mayores de la poesía: “atrevimiento formal, riesgo, capacidad de perderlo todo, eso que poco o nada tiene ya que ver con el mundo artístico de hoy”.
Dylan dedicó una larga década a la escritura de este libro, donde se detiene en 66 canciones de la música popular anglosajona. Es un recorrido, sin orden cronológico, por composiciones grabadas entre 1924 y 2004. De la forma de oír del autor es posible extraer los principios que animan su propio trabajo. Filosofía de la canción moderna es un libro lleno de imágenes, visuales y literarias, en las que cada pieza es explorada a través de un breve ensayo, que comienza con una narración en segunda persona donde recrea la perspectiva de la persona poética.
Este cancionero puede leerse como un libro de relatos, una voz que articula 66 historias que cuentan, desde perspectivas singulares, la experiencia que una multitud de sujetos tiene del mundo. Esas experiencias son cantadas por miles, generación tras generación, pues toda gran canción tiene el potencial de hablarnos, incluso de hablar por nosotros. ¿Una autobiografía a través de los otros? Lo sabe quien se ha enganchado con “Money Honey” de Elvis Presley, “My Generation” de The Who, “London Calling” de The Clash o “Don’t Let Me Be Misunderstood” de Nina Simone.
Filosofía de la canción moderna, que en Anagrama es gráficamente idéntica a la edición original, es una encantadora obra menor donde uno de los mayores autores de canciones se ocupa de explicar la grandeza de los otros. Miguel Izquierdo ofrece una traducción decididamente peninsular, que no siempre logra recrear la naturalidad del texto original. Es, de cualquier modo, una nueva oportunidad de acercarse a la extraña sabiduría de Bob Dylan: “A mí me gusta Caravaggio, a ti te gusta Basquiat. A los dos nos gusta Frida Kahlo y Warhol nos deja frío. El arte prospera gracias a estas animadas contiendas. Por eso no puede existir una forma nacional de arte”.