16 de agosto de 2017

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03/12/2024

Diseño

La creación de lo cotidiano

Isis Yépez conversó con Ana Elena Mallet sobre diseño y curaduría, especialmente a la luz del trabajo de las mujeres en este campo creativo

Isis Yépez | viernes, 30 de junio de 2023

Ana Elena Mallet retratada por Fernanda Roel

Hay diseño en todo… en una nube, en una pared, en una silla, en el mar, en la arena, en una maceta.

Clara Porset

Ana Elena Mallet, curadora mexicana especializada en diseño moderno y contemporáneo, se ha desempeñando como investigadora, docente y crítica de arte. Creadora del Corredor Cultural Roma Condesa, en 2003 realizó la primera muestra dedicada a la moda contemporánea en México, Boutique, en el Museo de Arte Carrillo Gil. Entre sus exposiciones destacan Inventado un México moderno: el diseño de Clara Porset (2006) y Huellas de la Bauhaus: Van Beuren, México (2010), ambas realizadas en el Museo Franz Mayer capitalino. Junto a Zoë Ryan, del Art Institute of Chicago, curó In a Cloud, in a Wall, in a Chair: Six Modernists in Mexico at Midcentury (2020).

En 2022 Mallet presentó la exposición Una modernidad hecha a mano en el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC), que planteó una revisión de la producción de diseño en México ligada al imaginario de una modernidad formulada desde el vocabulario mexicanista. Ese mismo año, junto a Pilar Obeso, curó la exposición Diseño en femenino. México 1940-2022 en el Franz Mayer, que reunió el trabajo de 110 diseñadoras radicadas en el país e integró trabajos de diseño editorial, industrial y textil. Es una fiel investigadora del trabajo de la diseñadora cubano-mexicana Clara Porset, que en 1952 organizó la primera exposición de diseño en el país: El arte en la vida diaria. Exposición de objetos de buen diseño hechos en México, en el Palacio de Bellas Artes y en Ciudad Universitaria.

Entrevistamos a Ana Elena Mallet con el objeto de conocer más a profundidad su visión curatorial y sus posturas frente al diseño hecho en México.

Quisiera comenzar con tu noción de curaduría. ¿Qué intenciones te animan, qué deseos te mueven, qué preguntas te haces?

En la actualidad, al menos como yo lo entiendo, el curador es un agente cultural que tiende puentes entre obras, creadores y audiencias, entre las instituciones y la escena independiente. Un curador debe estar pendiente de la escena y a la vez conocer la historia de las relaciones materiales, sociales y culturales que existen entre objetos, diseñadores, artistas e instituciones, para poder plantear narrativas que, de alguna manera, nos revelen ciertas historias que permitan a las audiencias relacionarse con el trabajo de los creadores.

Has hablado de que el diseño en México todavía no tiene una historia hegemónica, y que tú trabajas con microhistorias…

Empecé a trabajar con las microhistorias porque es lo que había. Se trata de construir un personaje que te conecta con otro y otro. Después te das cuenta de que la historia con H ya no existe. Existen estas historias en minúscula y en plural, historias de personajes, de objetos, de momentos, de instituciones que de alguna manera van construyendo una narrativa más amplia.

¿Hay un fin último en el diseño?

“A diferencia del arte, el diseño es accesible, y no hablo desde el punto de vista económico sino del emocional. El diseño está ahí para conectarnos con una comunidad y con la vida cotidiana.”

Sí, mi primera definición sería mejorar la vida de los demás. El arte contemporáneo pone sobre la mesa muchas de las problemáticas que estamos viviendo, a las que el diseño podría darles solución. Para mí arte y diseño son un binomio, tendrían que estar conviviendo todo el tiempo. El diseño se ha convertido también en esa conciencia con la vida cotidiana; logra una especie de empatía, produce nostalgia y pertenencia con cierto momento histórico. Nos vestimos todos los días, nos sentamos en sillas, bebemos agua en cierto tipo de recipientes. Estos objetos pueden conectarnos con el pasado. A diferencia del arte, el diseño es accesible, y no hablo desde el punto de vista económico sino del emocional. El diseño está ahí para conectarnos con una comunidad y con la vida cotidiana.

¿Ha cambiado la producción del diseño hecho por mujeres en México?

Ha cambiado muchísimo. En la primera mitad del siglo XX las mujeres sólo podían hacer diseño circunscrito al ámbito doméstico. Por eso destacaban en prácticas asociadas con lo “femenino”, como textiles, joyería o cerámica. Posteriormente, la educación formal las orientó al diseño gráfico y la comunicación visual. Hoy las mujeres con formación universitaria o técnica se aventuran no sólo en aquellas prácticas consideradas “femeninas” sino a otras miles de cosas: el diseño entendido como práctica sustentable, con nuevos materiales y técnicas innovadoras. Es muy interesante lo que generan muchas de estas mujeres al experimentar con materiales y cuestionar desde su propia obra los procesos de trabajo colectivos e individuales.

Ana Elena Malle

Vista de exposición Diseño en femenino, Museo Franz Mayer, 2022. Fotografía: Javier Hinojosa. Cortesía de Ana Elena Mallet y Pilar Obeso

La perspectiva de género me parece fundamental. Tiene que seguir haciéndose conciencia no solamente asociada al género sino en lo utilitario: el excusado donde nos sentamos todos los días basa sus medidas en las de los hombres, las calles tienen una morfología masculina. Las diseñadoras podrían producir cambios. La idea moderna del “progreso” nos hizo pensar en la masa, pero la masa son muchas personas con distintas necesidades y condiciones corporales y fisiológicas, no es sólo una cuestión de género, se involucran diferentes capacidades.

La exposición Diseño en femenino atrajo una discusión interesante sobre los binarismos y los roles de género. Sin embargo, el texto curatorial hace un cuestionamiento de lo “femenino”. ¿Sabían que el título iba a producir esa discusión?

Era la intención. Yo me decía: Nunca se ha hecho una exposición de mujeres en el diseño y hay que poner en juego todas estas discusiones. Pensé que teníamos que mostrar lo que ha existido, lo que a nosotras nos parecía interesante, y cuestionar otras cosas. Para mí, desde el punto de vista curatorial, las exposiciones deben generar preguntas y cuestionamientos. Pilar Obeso y yo hablamos mucho sobre el título con la entonces directora del Museo Franz Mayer, Alejandra de la Paz; la idea era preguntarse qué es lo “femenino” hoy.

“La idea moderna del “progreso” nos hizo pensar en la masa, pero la masa son muchas personas con distintas necesidades y condiciones corporales y fisiológicas, no es sólo una cuestión de género, se involucran diferentes capacidades.”

Nos interesaba, además, sumar otras voces. En México y en Latinoamérica, donde tenemos pocos recursos, los curadores deben organizar el programa público, lo que suele volverlo redundante. En ese sentido, invitar a Diseña Colectiva fue fantástico. Ahí se cuestionó todo el tiempo la exposición. La idea era abrir otras ventanas, otras plataformas y otras voces que discutieran cosas que a lo mejor yo no estoy viendo. Con estas otras narrativas el programa público puso en jaque lo “en femenino”.

¿Por qué hablar de diseño mexicano, qué identidades, imaginarios o sesgos reproduce?

Me gusta más hablar de diseño hecho en México. “Lo mexicano” tiene que ver con un “ser mexicano”, está ligado a la identidad nacional. En este sentido, en Diseño en femenino hubo una intención muy distinta a Una modernidad hecha a mano. Esta exposición estaba saturada de forma intencional, para decir: Este es el archivo de los mexicanismos, basta, busquemos otra manera de acercarnos a la herencia cultural. En Diseño en femenino hay una visión más contemporánea. El pensamiento de Clara Porset sigue siendo vigente: Sí, hay que volver al territorio, pero para proponer algo acorde con nuestro tiempo.

Ana Elena Mallet

Vista de la exposición Una modernidad hecha a mano, MUAC, 2022. Cortesía de Ana Elena Mallet

¿Se relaciona la línea mexicanista en el diseño con el turismo de masas y la gentrificación?

Los últimos diez años han sido de promoción del diseño entre los bazares, la Lonja Mercantil, la Design Week, el Abierto de Diseño y los festivales, incluido el Corredor Cultural Roma Condesa, pero nos hace falta mucha reflexión. ¿Hacia dónde va el diseño hecho en México? ¿Hacia dónde debe de ir? ¿Qué debe buscar? ¿Queremos hacer diseño para Zona MACO, coleccionable, o pensar desde el territorio? ¿Cómo podemos ofrecer soluciones a las comunidades? Hay que repensar cómo y para quién se hace diseño en México. La historia da herramientas para repensar el presente y proyectar un futuro.

Néstor García Canclini ha reflexionado sobre el turismo cultural, aporta ideas para pensar un fenómeno contemporáneo que incluye la producción de diseñadores extranjeros que vienen a exotizar la herencia cultural. Si los jóvenes ven que eso funciona, eso seguirán haciendo. Los últimos 15 años han sido de promoción, divulgación y visualización del diseño. Ahora necesitamos diez años de reflexión, sin dejar de producir pero haciendo otro tipo de preguntas.

Recordé el concepto de etnofagia de Héctor Díaz-Polanco, una práctica de asimilación por medio de la homogeneización. ¿Qué puede hacerse para que esta tendencia no se reproduzca?

Hay que entender cuál es el paradigma del diseño hecho en México. Me aterra que los nuevos planes de estudio de las carreras de diseño no incluyan la materia de historia, ya no digamos historia del diseño en México sino historia del diseño a secas. Han decidido que ocupa mucho tiempo y que no hay quién la imparta. Habría que ver cómo hackear las universidades para que se siga enseñando historia en los programas de diseño.

Ana Elena Mallet

Vista de la exposición Diseño en femenino, Museo Franz Mayer, 2022. Fotografía de Javier Hinojosa. Cortesía de Ana Elena Mallet y Pilar Obeso

En un ejercicio especulativo, ¿hacia dónde crees que debe dirigirse el diseño en México?

Hay muchos caminos. Tenemos una enorme herencia cultural y un legado manual impresionante. Soy de la idea de que el diseñador tiene que involucrarse con esos legados, no desde el extractivismo sino desde lo colaborativo, construir correas de transmisión que permitan que ese legado siga creciendo. Hay que involucrar a la industria. El diseño sigue siendo una disciplina relativamente nueva, y no solamente aporta valor agregado, realmente transforma realidades. Ni los empresarios ni el gobierno entienden que el diseño podría plantear soluciones.

El proceso de desobjetualización iniciado en los años sesenta en el campo de las artes debería llegar al diseño. Es una forma de pensamiento que va más allá de la creación de objetos.

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