21/11/2024
Pensamiento
José Esteban Muñoz y lo marrón
El libro póstumo del pensador cubano-americano desarrolla la noción de ‘marronidad’, la experiencia colectiva de las minorías racializadas
José Esteban Muñoz (La Habana, 1967 – Nueva York, 2013) fue un teórico y crítico cultural comprometido con las minorías sexuales y raciales. Su enfoque en los actos y modos de supervivencia de estos grupos en los Estados Unidos es una contribución importante a los estudios cuir, del performance y sobre los latinos. En Disidentifications (1999), su primer libro, señaló cómo las identidades marcadas por su diferencia encontraban modos de negociar con las expectativas, normas y violencias de la hegemonía blanca estadounidense. En Utopía queer (2009) continuó la discusión sobre un presente insuficientemente habitable para las vidas minoritarias, especialmente las de la cuiridad, conjurando la esperanza como un sentir que critica al presente y apela a un futuro no muy lejano donde sea posible coexistir sin violencia ni discriminación.
El sentido de lo marrón. Performance y experiencia racializada del mundo (2020; publicado este año en español por Caja Negra) sintetiza sus dos primeros libros con un énfasis en las desidentificaciones –de acción y emoción– de las minorías ante lo dominante/mayoritario, pero a diferencia de la cuiridad, cuyo espacio-tiempo se halla en el horizonte, la marrón es una dimensión del mundo ya enmarcada en nuestros cuerpos por las sobrevidas de la esclavitud y la colonización. Sentir lo marrón, entonces, es ser convocado a la participación colectiva por medio de distintos circuitos sensoriales: la rabia y el duelo tanto como la esperanza y la felicidad.
Libro póstumo editado en inglés por Joshua Chambers-Letson y Tavia Nyong’o, El sentido de lo marrón propone pensar las experiencias de las minorías racializadas desde el sentir de daño común. Una experiencia compartida que el autor llama marronidad. Sentir(se) marrón es tener la capacidad de armar una colectividad que desarme la hegemonía blanca. Dado que en Estados Unidos las etnias racializadas viven bajo estructuras de poder implementadas por el Estado, que aterrizan física y afectivamente sobre sus cuerpos, José Esteban Muñoz evoca el movimiento estudiantil chicano de 1968 como una especie de precedente en el sentir de lo marrón que, junto al movimiento negro, cambió las coordenadas del momento.
Si bien El sentido de lo marrón fue escrito en el contexto estadounidense, desde la experiencia de las diásporas latinoamericanas y del Caribe, el texto plantea un afuera de lo nacional y lo hegemónico. Un afuera que incluye la experiencia mexicana, sus migrantes, sus refugiados, sus desplazados. Al convocar la “estructura de sentimiento” de Raymond Williams (Marxismo y literatura, 1977), Muñoz enfatiza el modo en que los actos de solidaridad de la clase trabajadora resuenan en las identidades diferenciales –raciales y sexuales– que desentonan afectivamente de los modelos y sentires dominantes.
El afecto hegemónico, nos dice Muñoz, es “un modo de ser en el mundo principalmente asociado a una subjetividad blanca de clase media [que] lee la mayor parte del afecto étnico como un afecto impropio”. Dentro del orden blanco lo marrón deviene una existencia fracasada y excesiva. Si Williams ve en la literatura una interrogación de la clase trabajadora a los aparatos opresivos, Muñoz encuentra en el performance una vía de transmisión de la afectividad marrón que tensiona el sentir mayoritario.
Performance y desidentificación
En la poesía, la cultura visual, el arte experimental, el teatro e incluso la cotidianidad se performa –se actúa y se dice– la experiencia del cuerpo racializado y su condición subordinada. El sentimiento de estar negado por el orden dominante aparece en “Soñar con otros planetas” (1993), de Ricardo Bracho, donde el escritor de ascendencia mexicana escribe: “ mi voluntad que sueña / con otros planetas yo / sueño / con otras formas / de ver / esta vida”. El yo racializado del poema es una crítica del presente, apuesta a otro mundo menos dañino. Este sentir y soñar lo marrón está en conversación con el resto de los performances literarios y culturales abordados por Muñoz, que diagnosticaron las exclusiones del marco jurídico y del régimen político-social después de la década de los sesenta.
La marronidad no es una identidad, es más bien un sentir compartido que permite formar alianzas, incluso con lo no-humano. En Siluetas (1974-80), de la cubana Ana Mendieta, Muñoz destaca la relación con la tierra, donde queda inscrita su marca afectivo-corporal como inmigrante exiliada. Al dejar su huella en la naturaleza la artista establece una afectividad de añoranza por una tierra lejana o perdida. En 1974 Mendieta viajó a Oaxaca, donde produjo un videoperformance en las pirámides de Yagul; ahí planteó la dislocación afectiva compartida con la desterritorialización de las personas racializadas en México.
Muñoz llama cubanía a la experiencia de quienes han sido desplazados de la isla para ubicarse en Estados Unidos u otras partes del planeta. Es un modo de estar en el mundo que excede los límites y las pedagogías nacionales, una forma de vivir fuera del orden emocional e ideológico que intenta “despertar a Cuba de su voluntario adormecimiento melancólico, obligando al país a enfrentar la temporalidad posterior a la Guerra Fría”. Esa noción atraviesa su lectura de las obras de los artistas Tania Bruguera, Nilo Cruz, Mariana Irene, Ana Mendieta, Félix González-Torres y Carmelita Tropicana.
José Esteban Muñoz dialoga con la mexicanidad a través del pensamiento chicano y los trabajos de Ricardo Bracho, Nao Bustamante y Luis Alfaro. Este último, en “Una mumú se avecina / Un historia de mamás y México” (1994), cuenta la historia de su madre mexicana –grande, voluptuosa y colorida– en contraste con la visión asimilatoria de su padre americano. Alfaro nos dice que “La mumú de México representaba ahora todos los problemas y contratiempos que habíamos enfrentado en los Estados Unidos”. La mexicanidad es entendida como un exceso a reprimir dentro de la cultura de blanqueamiento estadounidense.
Alertándonos de que lo marrón está bajo asedio, Muñoz propone tomar el performance, en el arte, la literatura y lo cotidiano, no sólo como reflejo del desencanto afectivo, sino también como el punto de partida de movilizaciones desde un sentir de daño compartido.