Hace 58 años un grupo de músicos liderado por el pianista Muhal Richard Abrams fundó en Chicago la Asociación para el Avance de los Músicos Creativos (AACM, sus siglas en inglés). En sintonía con ciertas tradiciones de la música negra de los Estados Unidos, el colectivo no sólo perseguía objetivos musicales (en la senda abierta por Ornette Coleman, es decir, el free jazz): contaba además con un ambicioso programa social. Abrams y John Shenoy Jackson escribieron en 1973 sobre la AACM: “Intenta mostrar cómo las personas a las que se les han arrebatado sus derechos pueden unirse y establecer sus propias estrategias para la libertad política y económica y así determinar sus propios destinos”.
No sorprende, entonces, que un entorno del que surgieron nombres como Anthony Braxton, Wadada Leo Smith, Henry Threadgill o los miembros del Art Ensemble of Chicago haya cobijado los inicios de Matana Roberts (Chicago, 1975), una de las figuras de mayor singularidad de la música reciente. En el ambiente férreamente masculino del jazz, la saxofonista, compositora e improvisadora ha sabido construirse un lugar. Al tiempo que indaga las raíces de la historia y la música afroamericanas, su proyecto creativo escapa de los lugares preestablecidos, lo mismo ensayando formas primigenias de esa tradición –los espirituales, el blues, el swing– que fugándose a través de inasibles paisajes sonoros. La constante, en semejante arco creativo, es la presencia del saxofón alto, instrumento-constelación en el que han brillado figuras como Charlie Parker, Coleman, Braxton o John Zorn, pero poco habitual entre las mujeres jazzistas, históricamente relegadas al piano o la voz. Desde la elección del instrumento, la trayectoria de Roberts posee un impulso transgresor.
‘COIN COIN’ es uno de los grandes proyectos de la música contemporánea; su nombre alude al apodo de Marie Thérèse Metoyer, la primera esclava que, al ser liberada, fundó una comunidad en los Estados Unidos.
Luego de sus primeras grabaciones con el trío Sticks and Stones (junto al baterista Chad Taylor y el bajista Josh Abrams), dos álbumes que exploraban la veta ornettiana con un oído puesto en el postbop, Matana Roberts comenzó a buscar una voz propia en The Chicago Project (2008). El álbum no sólo atestigua su evolución como saxofonista, sino la voluntad de la compositora de repasar ciertas zonas de la historia del jazz, acompañada nuevamente por Abrams, en un cuarteto que completan el guitarrista Jeff Parker y el baterista Frank Rosaly. Más allá de las evocaciones de su fraseo o de la inteligencia que revelan sus abordajes de la tradición, el disco no anunciaba –como tampoco Live in London, grabado en 2009 pero editado dos años después– lo que se estaba gestando desde 2006, aún como parte de la AACM: COIN COIN, uno de los grandes proyectos de la música contemporánea, cuyo nombre alude al apodo de Marie Thérèse Metoyer, la primera esclava que, al ser liberada, fundó una comunidad en los Estados Unidos.
Organizado en doce capítulos, de los que hasta el momento se han registrado cinco –Gens de Couleur Libres (2011), Mississippi Moonchile (2013), River Run Thee (2015), Memphis (2019) e In the Garden… (2023), todos editados por Constellation–, COIN COIN podría agruparse junto a los trabajos sobre la historia afroamericana que van de Black, Brown and Beige (1943), de Duke Ellington, a Ten Freedom Summers (2012), de Wadada Leo Smith, pasando por We Insist! Freedom Now Suite (1960), de Max Roach. El proyecto, sin embargo, se distingue de los anteriores por su carácter narrativo antes que histórico, y sus relatos no carecen de convulsiones. En el primer capítulo, la inaugural “Rise” comienza con el rugido, casi lamento, del saxofón, un acorde abrasivo que hace pensar en lo dicho por Ellington: “La disonancia es nuestro modo de vida en los Estados Unidos”. La novedad se reserva para la siguiente pista: la voz de Roberts, cuyo alarido recuerda, a fuerza de estremecimiento, que nos hallamos ante una historia en cuyo origen está el llanto. Estructurados en secciones, los discos funcionan como composiciones unitarias.
‘COIN COIN’ es, al final, un notable ejemplo de la necesidad cíclica del jazz –o de las prácticas que operan en su campo– de recordar que se trata, antes que nada, de una política de la emancipación.
En la era presuntamente posracial del presidente “técnicamente negro” (la formidable expresión es de Paul Street) Barack Obama –para no hablar de su sucesor triple K– resulta significativo un proyecto como COIN COIN, autobiografía musical que se postula, en realidad, como una investigación sobre la historia de los negros en la Unión Americana, desde su llegada en condición de esclavos a partir del siglo XVII. “Me gusta contar historias”, se oye en alguna parte del tercer capítulo, como si se tratara de una sencilla declaración de principios. Pero ello ocurre en medio de un collage sonoro: electrónica, voz, sampleos, saxofón y grabaciones de campo otorgan otra dimensión al modo en que Matana Roberts ha definido su poética: “retacería de sonido panorámico”. River Run Thee es un trabajo solista, luego de que Gens de Couleur Libres involucró a un ensamble de 16 músicos y Mississippi Moonchile a un quinteto, formación que repitió, con otros intérpretes, en Memphis.
Lo fundamental es el principio improvisatorio, dentro de los límites establecidos por las notaciones gráficas: en esta historia ocurren accidentes, que invitan a pensar en el carácter inestable de la memoria. COIN COIN –cuyo quinto capítulo aparecerá el 29 de septiembre– es, al final, un notable ejemplo de la necesidad cíclica del jazz –o de las prácticas que operan en su campo– de recordar que se trata, antes que nada, de una política de la emancipación.