23/11/2024
Artes visuales
Tania Ximena: un planeta en emergencia
Jessica Romero estudia la pertinencia ecológica del trabajo de la artista mexicana, que actualmente se expone en Ex Teresa Arte Actual
1.
Para crear un cambio son necesarias visiones que transformen el rumbo de las narrativas predominantes y amplíen las dimensiones discursivas hacia nuevas formas de habitar. Pero también se requiere una cosmovisión que entienda la Tierra como una categoría política donde se articula una red de conexiones invisibles –probables y posibles– entre agentes locales y globales. La actual crisis medioambiental exige una atención estética y ética que desplace la producción cultural a espacios de tránsito alejados de la lógica capitalista. Las prácticas artísticas y la curaduría adelantan esta convergencia.
Los proyectos artísticos que abordan la emergencia climática desempeñan un papel crucial para inspirar la acción colectiva y contribuir a la construcción de nuevos marcos epistémicos y perceptivos. En nuestra situación actual cabe pensar cómo afectará este giro ecológico la manera en que comprendemos y experimentamos el arte, la cultura y la política. De qué forma modificará el lugar y las funciones de la práctica artística y la curaduría.
2.
Existen modelos artísticos que aportan atención crítica, testimonios y análisis de la violencia medioambiental. Se trata en su mayoría de iniciativas fundamentadas en saberes populares, la conciencia ecológica e inquietudes concretas de diferentes comunidades. En este contexto se desarrolla el trabajo de Tania Ximena, que actualmente presenta en el Ex Teresa Arte Actual de la Ciudad de México la exposición Río de niebla, río de adobe, río de sangre. Su amplia trayectoria es un valioso repositorio que nos invita a pensar los problemas ecosociales a través de saberes ancestrales y tradiciones locales. En cierto sentido sus imágenes recuerdan la importancia de estas epistemologías. Una especie de inocencia posterior a los prejuicios que recobra la percepción, comprensión y vivencia de las imágenes para configurar otros modos de conocimiento de una manera ética y significativa.
La mayor parte de su obra mezcla diversos registros, como la descripción geográfica o histórica, la entrevista y el testimonio; se conecta con la etnografía revelando la historia, la memoria y el tiempo del paisaje.
La mayor parte de su obra mezcla diversos registros, como la descripción geográfica o histórica, la entrevista y el testimonio; se conecta con la etnografía revelando la historia, la memoria y el tiempo del paisaje. Para la artista no se trata de elegir uno u otro medio, sino de apoderarse de las posibilidades y dimensiones que cada uno le abre. Así, además del cine y la fotografía, su obra se extiende a través de la escultura y la pintura. Cada medio, con sus propios matices, formas y lugares de enunciación, nos adentra en la complejidad de un mundo leído en clave ecológica.
3.
Prestar atención a filosofías indígenas sugiere caminos para descolonizar los contextos intelectuales hegemónicos. Por si fuera poco, a todo ello se suman narrativas más que humanas que animan un vínculo con el cosmos que conjuga lo político con lo técnico y lo material. A propósito de este asunto podríamos mencionar el proyecto Procesión del silencio (2011-14), obra en la que Tania Ximena registra las formaciones de hielo construidas por la acción de la nieve, el viento y el sol. La altitud a la que se forman estos pináculos o “penitentes” –en alusión a las procesiones de Semana Santa en España– está por encima de los cuatro mil metros. Estos microambientes existen en los glaciares de los volcanes Iztaccíhuatl y Citlaltépetl. Su formación, altura y consistencia depende de diferentes indicadores de cambio en el clima, como por ejemplo el aumento de la humedad, el nivel de temperatura o la cantidad de nieve y hielo.
La artista utiliza estos registros para componer esculturas en cerámica a modo de glaciares que remiten a sus inherentes finitud, fragilidad y vulnerabilidad. De igual modo estos retratos parecieran aludir a la interdependencia entre diferentes elementos. Se podrían considerar incluso presencias, a menudo incompletas, fugaces, acompañadas de ausencias, o fragmentos para un ritmo que se transforma y desaparece. Dicho lo anterior, Procesión del silencio adquiere un sentido amplio que busca despertar la conciencia y el respeto hacia la diversidad de los ecosistemas. Posiblemente porque la autora involucra al espectador, invitándolo a encontrar sus propias reflexiones, incita a pensar en algunas implicaciones que suscita la experiencia y el aprendizaje de territorios en peligro de extinción.
4.
Los glaciares son uno de los ejes que vertebra el trabajo de Tania Ximena. Escucha a Jamapa (2019) es un intento de excavar en el espesor del tiempo. Más precisamente nos lleva a pensar cómo las variaciones climatológicas producen una huella indeleble en la memoria del paisaje, dejando restos de lo que ha sido, insistiendo y persistiendo en las montañas, las rocas, el viento, el cielo, el hielo. Construida con una serie de paisajes de la región, Escucha a Jamapa parece establecer una conversación entre la etnología de las imágenes y la arqueología del sonido. Historia que resuena en el fluir del rio, en el soplar del viento, en el sonido de desglaciación operando de manera lenta, diferida y diferenciada en el paisaje, y en donde los habitantes de la zona aparecen como figuras anónimas o meros testigos del retroceso de los glaciares.
Más que un ensayo visual sobre la memoria de un lugar, ‘Escucha a Jamapa’ es ya una melancólica introspección, quizás una poética sobre la vulnerabilidad, la extinción y la finitud de algunos ecosistemas naturales.
Jamapa es el último glaciar del volcán Citlaltépetl. En 1985 el Pico de Orizaba contaba con catorce glaciares. Para 2014 ya sólo quedaban cuatro: los del Chichimeco, el Occidental, el Oriental y el Jamapa. El problema no es solo la pérdida de especies individuales sino de ensamblajes, algunos de los cuales no se recuperarán jamás; de otros ni siquiera se conocerá su existencia. Ciertamente la extinción es un fenómeno multiespecie, involucra un fenómeno tan local como global. Más que un ensayo visual sobre la memoria de un lugar, Escucha a Jamapa es ya una melancólica introspección, quizás una poética sobre la vulnerabilidad, la extinción y la finitud de algunos ecosistemas naturales.
5.
En sus proyectos Tania Ximena parece activar procesos arqueológicos y etnológicos en donde diferentes materialidades adquieren dimensiones estéticas y éticas. La exploración de saberes ancestrales le brinda una pauta para comprender el acoplamiento entre la cotidianidad y el territorio como una presencia visible, inscrita en la memoria, pero que se manifiesta en formas especificas y contextos concretos. Nada más, pero nada menos, cada detalle mínimo contiene una ética sustentada en el involucramiento, la interpenetración y el contacto. Son saberes resultado de una forma de participación activa y afectiva del lugar. En torno a lo anterior se podría hacer referencia a obras como Tsuan y El cerro del encanto (2017-18), ensayos audiovisuales que retratan la vida en una provincia zoque, ubicada al noreste del estado de Chiapas, en donde el volcán Chichón hizo erupción destruyendo una parte importante de la comunidad.
Es posible ver en estos ensayos la exploración de una realidad visible que no se clasifica o documenta, sino que se busca y extiende en un mundo propio habitado por figuras expuestas a la erosión del tiempo y amenazadas por su contexto. Con una mirada paciente y meticulosa, se entreteje la poesía, la etnografía y el cine, explorando la especificidad de cada medio pero también el diálogo entre ellos hilvanado a través de la asociación de paisaje, lugares y personas. Aunque estos proyectos traten de la vida de esta comunidad zoque, la autora no retrata la población como un mero decorado, sino que hace latente la manera en que esta comunidad renace y reconfigura el significado de su territorio, confrontando presente y pasado, creando nuevos vínculos con el volcán y su cosmogonía.
6.
Al hablar del paisaje natural, R. Murray Schafer pretendía designar el sonido primigenio del mar como un fértil arquetipo sonoro de todas las civilizaciones marinas. El océano –dice– tiene su correspondencia con el vientre materno. Océano y Madre se funden en una unidad primordial. Para Schafer era necesario ralentizar el oído para captar las infinitas transformaciones del agua. El agua nunca muere, reencarna en lluvia, arroyo y ríos de las montañas. Antes de que el agua constituyera la mayor parte del cuerpo, estuvo dentro de océanos y lluvias, congelada en los casquetes polares, fue parte de bacterias y dinosaurios. El agua no se queda quieta, sigue circulando, deambulando en diferentes rutas.
Para dar cuenta de esta idea, prestemos atención a Devenir (2021). En esta pieza audiovisual Tania Ximena presenta un relato aéreo de múltiples capas que explora distintas localidades, circunstancias y situaciones: el nacimiento del río Jamapa, el deshielo del glaciar del volcán Citlaltépetl, su unión con el mar en el Golfo de México en Boca del Río, la ciudad fluyendo con el río y sus transformaciones. En Devenir los glaciares, los volcanes, los ríos y el mar entablan un diálogo audiovisual en el que confluyen diferentes tonos, ritmos y variaciones. Cada tipo de movimiento arrastra un flujo interno y una conexión con el entorno. En cierto sentido se trata de una etnología poética compuesta por el dinamismo de fuerzas que oscilan entre lo estable y lo mutable.
En cada instancia la artista aprovecha las características del medio y las lleva más allá de sus límites: conflagraciones visuales de la oscuridad a la luz brillante, gamas cromáticas cuidadosamente escogidas, contrastes entre la imagen movimiento y la imagen fija.
7.
Los volcanes son para Tania Ximena un patrón del que surgen aventuras perceptivas. En Río de niebla, río de sangre, río de adobe (2023) pone en diálogo imágenes en movimiento del glaciar Jamapa con fotografías del escurrimiento en las laderas de la montaña, las cuencas, arroyos y ríos. Aquello que en el video aparece como una danza imprecisa es después fijado sobre lino como un instante que describe formas, figuras y signos antes invisibles. Se trata de un conjunto de retratos arquetípicos donde la forma de filmar, fotografiar, esculpir o pintar no pretende describir sino ajustarse de manera orgánica y fluida del glaciar Jamapa. En cada instancia la artista aprovecha las características del medio y las lleva más allá de sus límites: conflagraciones visuales de la oscuridad a la luz brillante, gamas cromáticas cuidadosamente escogidas, contrastes entre la imagen movimiento y la imagen fija.
Si Río de niebla, río de sangre, río de adobe da lugar a la fluidez de las imágenes, a la fugacidad de formaciones que cambian con el tiempo, los registros en cerámica, lienzos y series fotográficas, por el contrario, traducen esa fluidez en formas sólidas, como si fuesen vibraciones cromáticas en las que se entrelazan diferentes capas de tiempo. Más que un dispositivo artístico, las imágenes de Tania Ximena son un principio de vida, una pregunta constante por las posibilidades del medio, una vuelta al origen anterior al ser humano. Cualquiera de estos proyectos nos enseña que habitar un lugar no es estar en un espacio de manera pasiva, sino en relación activa, con circunstancias significativas.