16 de agosto de 2017

La Tempestad

También las artes cambian al mundo

21/11/2024

Artes escénicas

La Tercera Intifada será cultural

Tras el Día Mundial del Teatro, Viera Khovliáguina cierra su serie de reflexiones sobre el Teatro de la Libertad de Yenín, Palestina

Viera Khovliáguina | lunes, 8 de abril de 2024

Ahmed Tobasi en ‘And Here I Am’. © The Freedom Theater

Alguien tiene que contar la historia del combatiente.

No puedes sólo tomar una fotografía y escribir “él es un terrorista”.

Zakaria Zubeidi

 

La guerra y el arte son opuestos, tal y como la guerra y la paz son opuestos; es así de simple. El arte es paz”. Así cierra Jon Fosse el mensaje del Día Mundial del Teatro 2024. “Qué tibieza”, concluyo, luego de pensar cosas más majaderas. Me imagino a Fosse escribiendo sobre un escritorio blanco cubierto sólo con lo necesario para reflexionar en Noruega. El mensaje del 27 de marzo es lo primero que leo de Jon Fosse en mi vida. Al indagar en su calidad de autor y en las cualidades que le otorgaron el Nobel, me doy cuenta de que en la dramaturgia se le aplaude el minimalismo. Lo llaman el nuevo Ibsen, transgresor a la Beckett. Al parecer abunda el subtexto y, ¡osado!, deja escenas incompletas. Todavía no decido si leeré las obras de Fosse, aunque ya descargué algunas. Si lo hago, los prejuicios que siento ahora quizá se disuelvan y diré: “En efecto, es el nuevo Ibsen y transgrede a la Beckett”, pero por ahora me parece tibio y sospechosamente casual su uso de la palabra “terrorismo” en un párrafo del mensaje, por ejemplo: “Hay terrorismo en este mundo. Hay guerra, puesto que la gente tiene un lado animal que lo lleva a ver lo extraño como una amenaza a su propia existencia, en lugar de ver el fascinante enigma que eso representa”.

Este y otros momentos de su texto me parecen equivalentes al clásico “Yo no veo colores, sólo veo personas” en boca de quienes insisten en que no-son-racistas. Pero sobre todo me parece disonante, tomando en cuenta que hace casi seis meses, cuando apenas comenzaba la brutal respuesta de Israel al ataque del 7 de octubre, Yoav Gallant, el ministro de defensa de Israel, declaró que lxs palestinxs son animales humanos. Gallant no es autor de esta idea. Hay un registro vasto tanto de tiktoks y reels recientes, publicados por soldados de las FDI, como de entrevistas en baja resolución y documentales del siglo pasado que subrayan esta narrativa del enemigo salvaje. El terrorista. 

Ataque al teatro

El 2 y el 3 de julio de 2023 el campamento de Yenín, en Palestina, fue atacado brutalmente por las fuerzas israelíes. Uno de los lugares afectados fue el Teatro de la Libertad, corazón del campamento. Ahmed Tobasi, director artístico del recinto, se encontró con sus dos sobrinas y sus ancianxs xadres en su hogar, frente al Teatro. “No habían usado bombas aquí al menos en veinte años”, dijo. “Ya sabíamos que llegarían, pero no que iban a alcanzar estos niveles de brutalidad”. Durante dos días avanzaron las excavadoras; desprendieron el asfalto para que, sobre la alfombra de tierra, desfilaran más de 300 jeeps. De ellos descendió una cantidad obscena de soldados. Piénsese en el célebre gag de los payasos que salen de un coche diminuto; cientos de tropas para ocupar un campamento de poco menos de un kilómetro cuadrado. Iniciaron el ataque en la madrugada, con la destrucción de tres casas. Se encendió el pánico entre lxs habitantes del campamento, pues las fuerzas de Israel tienen más tecnología. Drones chicos, medianos y grandes que disparan, bombardean y filman. Con estas armas relucientes las tropas estrenaron una táctica de invasión: volaron las paredes colindantes de las casas, por dentro, para abrirse camino de hogar en hogar. Confiscaron celulares y advirtieron que iban a bombardear las casas, pues son locaciones peligrosas. Escondite de terroristas.

El 2 y el 3 de julio de 2023 el campamento de Yenín, en Palestina, fue atacado brutalmente por las fuerzas israelíes. Uno de los lugares afectados fue el Teatro de la Libertad, corazón del campamento.

El padre de Ahmed Tobasi se negó a abandonar su hogar otra vez, como lo había hecho en 2002, durante la Batalla de Yenín. No fue el único habitante del campamento decidido a quedarse. Tras décadas de ocupación la permanencia se ha vuelto una forma de resistencia. La madre de Rania Wasfi, secretaria del Teatro, también se negó a dejar su hogar. Como consecuencia fue interrogada por horas sobre el campamento, la resistencia armada y los vecinos de la zona. Mientras tanto, las tropas sentaron al sobrino de Wasfi junto a un perro de ataque. El niño de tres años sufrió un severo colapso nervioso. “Aunque derriben cada una de las casas, bombardeen cada vecindario y quemen todo en el campamento, no nos iremos. Permaneceremos, como los olivos”, escribió ella días después del incidente. Tobasi, por su lado, rogó a su padre que cediera, pues estaban a punto de volar la casa de al lado. Finalmente lo convenció y su familia salió, cautelosa, por la parte de atrás de la casa. Tuvieron que saltar al interior de una ambulancia para escapar, pues las tropas estaban arrestando a todos los hombres de 15 años en adelante. Estos arrestos sin fundamento sirven para mostrar a la comunidad israelí que las heroicas FDI combaten el terrorismo y destruyen sus presuntas guaridas.  

Adnan Naghnaghiye, técnico del teatro, fue uno de los cien hombres arrestados. Al inicio del ataque se refugió en el Teatro de la Libertad junto a otras veinticinco personas (la mayoría ancianxs y niñxs), pues es considerado un espacio seguro para lxs más vulnerables. Antes de quedarse sin electricidad y sin Internet se enteró de que su casa había sido ocupada por francotiradores. En el interior del teatro se escuchaba el estallido de las bombas, cada vez más cerca. Naghnaghiye sabía que algunas de estas bombas eran mera advertencia. Una de ellas cayó tan cerca que los vidrios de la entrada estallaron y la puerta principal se abrió de golpe. Se escucharon disparos. En hebreo, gritó a los soldados que no dispararan. Que había niñxs y mujeres dentro. Pero las balas no pararon hasta destruir el patio de la entrada, espacio que servía como área de juegos para las infancias. El efecto de estas armas es significativo a nivel arquitectónico, pues el edificio es viejo; data de la época del mandato británico. 

Cómo empezar

Tan solo dos semanas antes de esta invasión Naghnaghiye había perdido a Sadeel, su sobrina de 14 años, participante activa del Teatro de la Libertad. Un soldado israelí le disparó a la cabeza. Con ese recuerdo fatal todavía fresco en su memoria, Adnan fue arrestado por segunda vez en su vida e interrogado en la prisión de Meggido, al sur de Haifa. Su primer arresto fue en 2011, luego del asesinato de Juliano Mer-Khamis, uno de los fundadores del Teatro y figura controvertida por ser mitad israelí y mitad palestino. “Me preguntaron por qué me escondía en el teatro, qué hacía allí… Durante toda su investigación me trataron como a un terrorista, no como a uno de los locales que habitan en el campamento”, relató Adnan Naghnaghiye. 

Las FDI transformaron rápidamente el recinto cultural en una base militar. Mustafa Sheta, productor general del Teatro, relató que incluso intentaron ingresar al escenario. Dos días después, sin mucho más que destruir y dada por terminada la cacería de terroristas, las tropas se retiraron dejando tras de sí una cordillera de escombro. Al día siguiente decenas de personas del campamento de Yenín se trasladaron al Teatro de la Libertad y organizaron una ceremonia alegre. Marcharon por el campamento con lxs niñxs, acompañadxs de música, cantos y bailes. Era una celebración, pues durante la invasión no se perdieron vidas, sólo edificios, árboles y coches.

“Continuaremos. No nos detendremos. A menudo nos preguntamos: ¿cómo empezar? Y decimos: empezamos mañana. Empezamos ahora. Continuaremos el trabajo con lxs niñxs, con lxs jóvenes, con la escuela de teatro. Debemos continuar porque creemos en lo que hacemos.”

“Continuaremos. No nos detendremos. A menudo nos preguntamos: ¿cómo empezar? Y decimos: empezamos mañana. Empezamos ahora. Continuaremos el trabajo con lxs niñxs, con lxs jóvenes, con la escuela de teatro. Debemos continuar porque creemos en lo que hacemos”, dice Sheta sonriente, durante una videollamada de emergencia que organizó el personal del Teatro tras el ataque. “Todxs necesitamos terapia después de estos eventos”, dice Tobasi, “pero ver que hay gente que nos quiere, que se preocupa por nosotrxs y que nos apoya, es lo que nos da la fuerza que necesitamos para continuar todavía con más fuerza. La situación en la que nos encontramos es desafiante en muchos niveles. Hay muchas cosas que suceden a diario que no compartimos: la cultura conservadora que nos rodea, las personas religiosas, la ocupación, los israelíes, la política, el dinero, la Unión Europea… esos problemas están presentes todo el tiempo. Pero ver a la gente que acude a este tipo de reuniones para escucharnos nos llena de agradecimiento. Ese es el poder que necesitamos después de estos momentos tan difíciles”.

Todos estos testimonios pueden escucharse en una videollamada, en YouTube. A pesar de que la mayoría de lxs participantes son palestinxs, la reunión se hizo en inglés porque la intención de estas historias es llegar a la mayor cantidad de personas posible. Tanto el Teatro como el campamento entraron, no por primera vez, en un período de reconstrucción. A la par, el equipo creativo y de producción continuó desarrollando proyectos artísticos dentro y fuera de Palestina. 

‘Y aquí estoy’

El 7 de octubre de 2023 Ahmed Tobasi y su equipo inauguraron la gira de su monólogo And Here I Am en París. Es sumamente difícil que lxs palestinxs puedan viajar fuera de su país. Su pasaporte sólo tiene acceso sin visa a trece territorios. Solicitarla, además, no es sencillo: a menudo el trámite requiere que la persona declare antecedentes penales o si ha sido acusada de terrorismo. El 40% de los hombres y el 20% de las mujeres palestinas han sido encarcelados por Israel en algún momento; a menudo con cargos de terrorismo. Países como Estados Unidos requieren que lxs solicitantes se presenten en su embajada en Jordania para hacer el trámite. Para llegar es preciso atravesar un número absurdo de retenes donde a menudo son sometidxs a brutales interrogatorios en manos de la milicia israelí. Después de cuatro días de humillaciones y retenciones, Tobasi aterrizó en París horas antes de su estreno. Al llegar al teatro de Choisy-le-Roi se enteró de que la alcaldía decidió cancelar la función. 

Mientras tanto, en Palestina, las bombas no paraban de caer. Tobasi y su equipo presenciaron el inicio del brutal genocidio en sus pantallas. Se preguntaron si era pertinente enfocarse en la cancelación de una obra de teatro en el contexto de una masacre de tal magnitud. La escenografía para esta reflexión: la Torre Eiffel encendida de blanco y de azul para honrar a las víctimas israelíes. ¡Por supuesto que es importante enfocarse en el teatro! “La censura de las voces palestinas está intrínsecamente ligada a la facilidad con la que Israel continúa rompiendo la ley internacional y le da seguimiento a 75 años de ocupación militar, apartheid y el genocidio en desarrollo”, escribió Zoe Lafferty, directora asociada del Teatro de la Libertad. “Silenciar las perspectivas palestinas permite que la desinformación de los titulares no sea desafiada, ayudando así a justificar los ataques de Israel. Una obra de teatro es una pequeña oportunidad para compartir la experiencia palestina”.

Teatro de la Libertad

Ahmed Tobasi en And Here I Am. © The Freedom Theater

And Here I Am se presentó en Burdeos bajo la vigilancia de un equipo de seguridad. Durante el tour Tobasi y su equipo se enteraron del asesinato de varixs participantes del Teatro de la Libertad, incluyendo tres niñxs. La obra habla de su arresto durante la Segunda Intifada, veinte años atrás. Tenía diecisiete años cuando fue capturado. Le vendaron los ojos, lo desnudaron y lo mantuvieron secuestrado durante días. Tobasi no sabía que estas dinámicas violentas se repetirían años después con ecos tan enérgicos. Tampoco sabía que el 13 de diciembre de 2023, poco después de volver a Yenín, sería capturado una vez más junto con Mustafa Sheta y el artista escénico recién graduado Jamal Abu Joas. 

Castigar a la resistencia

La dinámica de invasión fue parecida a la del 2 y 3 de julio. Las tropas se movían de casa en casa en busca de terroristas, así que Tobasi ya los esperaba. Al llegar los soldados rompieron todo a su paso, lo golpearon, le vendaron los ojos y se lo llevaron. No le dieron tiempo ni de ponerse zapatos. Afuera llovía. “Los israelíes tienen una máquina del tiempo que te lleva 20 años atrás al apretar un botón. Me pregunto cuántas veces volverá a suceder. Todos los ojos del mundo mirando sin poder hacer nada por nosotrxs”, contó Tobasi. La violencia israelí replicó el trauma vertido en el teatro. La violencia arrancó al artista de la ficción, de vuelta al mundo. Luego de tomarse fotografías con él para presumirlo como trofeo con sus novias, los soldados lo tiraron sobre el lodo. Tobasi escuchó que a su alrededor circulaban autos y tanques. Se preguntó si le van a disparar, si lo iban a torturar, si uno de los tanques le iba a pasar encima. Después de un rato lo llevaron a otra locación desconocida y lo pararon semidesnudo en medio de la nada. Sus ojos todavía estaban vendados. Sentía la presencia de los soldados. Sus risas y conversaciones eran pistas sonoras de su tránsito por el espacio. Caminaban a su alrededor y lo rozaban con sus armas. Amenazas de acero fálico. Las horas no se entendían. Era casi un performance. Finalmente lo transportaron de vuelta al campamento.

Se preguntó si le van a disparar, si lo iban a torturar, si uno de los tanques le iba a pasar encima. Después de un rato lo llevaron a otra locación desconocida y lo pararon semidesnudo en medio de la nada.

Al volver, lo primero que hizo Tobasi fue preguntar por Jamal Abu Joas y por Mustafa Sheta. Seguían secuestrados. A Joas lo liberaron una semana después. Fue torturado severamente pero está vivo. Sheta sigue, hasta el día de hoy, en detención administrativa. Esto significa que será retenido al menos por seis meses. El 4 de julio de 2023 el productor publicó en diferentes medios un texto en el que, además de narrar lo acontecido el 2 y 3 de julio, condena las acciones de Israel. “La gravedad de la situación no puede ser subestimada. La ocupación refuerza su control sobre el campo de refugiados incansablemente, diezmando su estructura y borrando sus vías principales. El mensaje es claro: castigar al baluarte de la resistencia popular de Yenín y proyectar una imagen de invencibilidad ante la sociedad israelí en lo que respecta a su destreza militar”. Lo grave de este párrafo es el reconocimiento de la resistencia popular. Por supuesto que esto activó los sensibles sensores de la FDI, que tachó a Sheta, en automático, de terrorista. “Los intentos de la ocupación por erradicar la resistencia en Yenín no tendrán éxito, así como los de sus predecesores fallaron en 2002. […] Sus acciones sólo servirán para criar a una nueva generación que portará la antorcha de la resistencia”.

Rasha Abu Moais, esposa de Sheta, relata que su abogado sólo tuvo diez minutos para hablar con él antes de ingresar a un juicio militar. “No podemos hacer nada. Están en estado de guerra, y la armada es la que decide el destino de los prisioneros”. Mientras tanto él está detenido sin cargos ni evidencia en su contra. La detención administrativa es un proceso que le permite a la milicia israelí arrestar a palestinxs indefinidamente. Un total de 800 mil han sido procesados con este sistema desde 1967. La detención más larga duró ocho años. Además de todo, desde el 7 de octubre ha habido un incremento en la tortura física y psicológica en las prisiones. 

Hacia un teatro libre

En el Día Mundial del Teatro se cumplieron 105 días del secuestro de Mustafa Sheta. Jamal Abu Joas cuenta que, mientras estuvieron en la cárcel juntos, Sheta le hablaba de hacer un teatro allí y trabajar desde dentro. En 2015 el productor ya había sido encarcelado por ocho meses. Las razones fueron parecidas a la ambigüedad en curso: hablar con las juventudes sobre la ocupación, sobre sus experiencias y sus deseos de cambio. Sheta aprovechó su estadía para investigar las emociones de sus compañeros, observar cómo funcionan las cosas allí dentro. “Fue una experiencia para mí. Una experiencia en la que aprendí sobre otro tipo de vida. Es algo que no conocía antes y que ahora conozco. No quisiera volver, claro. No es agradable vivir allí. Pero sí es bueno conocer exactamente qué sucede”, concluye Sheta en un video donde habla sobre la resistencia cultural. Y es que Sheta, junto a muchos otrxs niñxs, fue discípulo de Arna Mer-Khamis, la fundadora del proyecto Cuidado y Aprendizaje y el Teatro de Piedra, el recinto sobre cuyas ruinas se construyó el Teatro de la Libertad. 

Tanto Arna como su hijo Juliano fueron promotores de la resistencia cultural en Yenín. A grandes rasgos, consiste en expresar por cualquier medio artístico la identidad del artista oprimidx. Sus deseos, emociones, la lucha contra la ocupación y el anhelo de libertad. “El Teatro de la Libertad es un espacio artístico y cultural donde tenemos niñas, niños, jóvenes y mujeres que vienen a practicar y encontrar un lugar donde puedan expresarse, donde pueden imaginar una mejor vida. […] Elegir ser diferentes a la realidad que estamos viviendo. Y aún así llegan lxs israelíes y nos dicen: No, tú no puedes soñar. No puedes ni pensar que puedes ser algo diferente a la realidad que te rodea. Estás bajo ocupación y ese es tu destino como palestinx. Nacer, crecer y morir bajo una brutal, demente y violenta ocupación que no cree en nada. Ni en el arte”, dice Ahmed Tobasi en una entrevista tras su liberación en diciembre. Durante ese ataque las tropas israelíes ingresaron nuevamente al Teatro. Destruyeron muebles, paredes, arte, escenografía. Se robaron varias computadoras y, por desgracia, esta vez sí pudieron acceder al escenario, que vandalizaron con asimétricas estrellas de David pintadas con aerosol rojo. 

“Lxs palestinxs somos personas normales pero lxs israelíes no creen que lo seamos y por eso nos matan así de fácil”, continúa Tobasi. “Por eso destruyen teatros, lugares culturales. Porque también creen que nadie en este mundo puede decirles que paren”. Y es que el Teatro de la Libertad no es el único recinto cultural al que le ha apuntado Israel. En 2018 el Centro Said al-Mishal, en Gaza, un edificio de seis pisos que solía albergar un teatro, una sala de exposiciones y una escuela de danza, teatro, artes plásticas y cine, fue derrumbado por misiles de las FDI. En respuesta, lxs artistas que trabajaban y asistían al Centro organizaron un concierto sobre los escombros. 

“La tercera intifada será cultural. Con poesía, música, teatro y cámaras”, pronosticó Juliano Mer-Khamis. A finales de los ochenta, durante la Primera Intifada, la primera rebelión palestina contra la ocupación de Israel, la población palestina accionó con boicots, negándose a trabajar en Israel y lanzando rocas, bombas molotov y, ocasionalmente, armas de fuego. En esta etapa, el total de muertes palestinas fue de mil 376 versus 94 muertes israelíes. Había que hacer algo más drástico. Durante la Segunda Intifada, en 2000, la resistencia respondió a la ocupación con bombas suicidas, cohetes y francotiradores. Muchos de los niños criados en el Teatro de Piedra estuvieron involucrados en estos ataques. Su historia puede examinarse en Arna’s Children, el documental que filmó Juliano sobre el proyecto de su madre. Las muertes palestinas en esta etapa alcanzaron un total de 3 mil 175 versus 431 muertes israelíes. Había que hacer algo más drástico y ambicioso. “Le pido a todxs lxs artistas del mundo que crean en que la Tercera Intifada que estamos haciendo ahora es una intifada artística y cultural. Le pedimos a todxs nuestrxs amigxs alrededor del mundo que se unan y peleen no sólo por lxs palestinxs. Tenemos que pelear por este planeta, por la humanidad, por cada comunidad y cada país todavía bajo la colonización o bajo la ocupación. Este planeta es muy importante. Vamos a vivir juntxs en este planeta sin todo este odio, sin toda esta violencia”, declara, apasionado, Ahmed Tobasi. 

¿Buen arte?

Después de este recorrido por el estado actual del Teatro de la Libertad y sus terroristas culturales, quisiera volver a la tibieza de Fosse. “El arte, el buen arte, consigue a su manera y de forma fabulosa reunir lo absolutamente único con lo universal. Nos permite entender la diferencia entre lo extraño y lo universal. Al hacerlo, el arte trasciende las fronteras de los lenguajes y los límites geográficos. Reúne, no solo las cualidades individuales, sino también las características de un grupo de personas, por ejemplo, las naciones”, dice el Nobel, cuyo mensaje del Día Mundial del Teatro fue traducido a 160 idiomas. Me dan ganas de decirle: ¿de verdad, Sherlock? El problema con lo universal es que en los círculos de la alta cultura suele verse como un fin. El objetivo que hay que alcanzar al crear buen arte. La capa histórica y social que integra a una obra de cualquier índole, es solo el contexto que inevitablemente la atraviesa, pero siempre queda en segundo lugar porque lo universal es lo que nos hace reír o llorar al unísono en las butacas.

La capa histórica y social que integra a una obra de cualquier índole, es solo el contexto que inevitablemente la atraviesa, pero siempre queda en segundo lugar porque lo universal es lo que nos hace reír o llorar al unísono en las butacas.

La generalidad minimalista de Fosse a lo largo del mensaje contradice su propuesta de la especificidad como camino hacia el arte/paz. Si sus obras son tan ambiguas como su discurso, jamás sabré a qué se refiere cuando escribe la palabra “terrorista”. ¿Se refiere a los colonizadores que destruyen teatros, secuestran artistas y amenazan a niños menores de cinco años con perros entrenados? ¿O más bien a los locos-locos árabes que aparecen de la nada y se vuelan en pedazos sin que nadie indague en sus razones? Tal vez no importa mucho cuando uno está disfrutando de una copa de vino gratis en el estreno de una obra de altísima producción y altísima universalidad, en el Día Mundial del Teatro, el único día en el que el teatro le importa al Occidente. 

Cuando a Fosse le entregaron el Nobel una de las voces que se alzaron para criticarlo fue la del novelista iraquí Azher Jirjees, quien vive exiliado en Noruega. Señaló que Fosse es un escritor de “literatura doméstica” y que “no tiene ninguna postura sobre las guerras, la violencia global o la opresión de los pueblos”. Al leer esto me llené de ese placer que da cuando alguien alimenta nuestros prejuicios. “Se llena los oídos de masa para no escuchar los gritos de lxs oprimidxs”, concluye Jirjees. Vaya. Ahora sí que tengo ganas de leer a Fosse. 

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