Algo cruje en la región, por moda y mérito propio, por globalización y resistencia. Sucede cada vez con menos frecuencia, pero aún hay quien, de fuera hacia adentro, piensa la música latinoamericana con un halo de condescendencia, como si el pop anglosajón fuera la medida de lo hot, lo trendy. De dentro hacia afuera no ocurre más.
Tardó algunas décadas en verse en el espejo y reconocer la riqueza y la independencia de su herencia musical, pero hoy América Latina, con todo y el pastiche rock, las migajas discográficas y el Internet lento, confía en su cumbia, su tropicalia, su guacharaca, su tecno. Esta confianza se traduce en música genuina y fascinante, impensable hace apenas dos décadas, y por ello hay que dar mérito a los sellos discográficos independientes de mayor eco y sustancia, como el bogotano In-Correcto.
Fundado por Santiago Álvarez y Gregorio Hernández, In-Correcto nació en 2015, inicialmente como editorial. “Alcanzamos a sacar siete revistas y dos libros. Ya en marzo de 2016 vimos la necesidad de sacar música desde lo que nosotros, muy universitariamente, llamábamos ‘todas las formas de lucha del arte’. Gregorio ya estaba metiéndose en el mundo de la publicación en Latinoamérica, investigando al Frente Bolivarista, ZZK, las disqueras que había entonces. Nos abocamos a sacar música, primero el compilado digital El sudaca contraataca. Vol. 1, para preguntarnos cómo es la electrónica en Latinoamérica, si se oye la diferencia con el norte global”.
Han pasado nueve años desde entonces, casi una década en la que In-Correcto ha editado rock, canciones de autor y cumbia en sus reimaginaciones posibles e imposibles, con un pulso ecléctico y elástico –se diría también expansivo– pero no por ello menos contundente. Para los fundadores del sello los cruces de estilos, disciplinas y géneros atienden a una forma de descubrir música –voraz, exigente, estimulante–, pero también de concebir el mundo a través del arte. Esta autoexpresión colectiva y regional resuena a lo largo de América Latina.
Del diomedismo racamandaca de Mau Gatiyo y Los Años Maravillosos a la golosina agreste del enigmático Gato ‘e Monte o la alucinación cabalgante de Felipe Orjuela, pasando por el vallenato delirante del Conjunto Media Luna, el menú de In-Correcto no sólo es vasto y está lleno de vida, sino que trasciende su base de operaciones en la vibrante y generosa Bogotá como un llamado poderoso a otras dimensiones sonoras de la región. Descubrir, editar y promover música forman la identidad del sello, pero no se limita a eso.
In-Correcto realizará otra de sus ya célebres hazañas con una festividad de nueve fechas, entre el 7 de noviembre y el 6 de diciembre, en distintos puntos de la capital colombiana. Llegan a 178 lanzamientos, de ahí la sucesión insana de fiestas de largo aliento: intercambio con amigos, sonidos y demás estímulos vitales.
Gregorio Hernández recuerda cuando lanzaron su primer Sudaca contraataca, donde cosas antes impensables, como invitar a alguien de la talla de Nicola Cruz, se resolvieron con un mensaje privado de Facebook. Confianza e Internet. In-Correcto hace de Bogotá un nodo cultural obligado a la hora de pensar qué es América Latina actualmente.
En una descripción sucinta de un artista y un lanzamiento, Hernández tiene la pericia de sintetizar el espíritu vital del sello: “A pesar de que Colombia es un país tremendamente diverso, Bogotá está hipersegregada, entonces se para desde esa postura de ‘ok, yo hablo con el acento de toda esta gente pero me tratan diferente por mi cuerpo, por mi pelo, por mi tono de piel; entonces tengo todas estas herramientas musicales para hacer frente’, y también está la tradición, con todas estas influencias que han venido cagándose desde sus conflictos personales, en toda una limitación académica que también fue su camino musical”. Tal vez, sin saberlo, está dibujando de forma correcta el rostro de todo un continente.