18/12/2024
Artes visuales
Rutas comerciales, historia colonial y arte
El Museo de Arte Contemporáneo de Chicago cobijó la muestra ‘Vientos alisios’, potente reflexión artística sobre el colonialismo
El primero de diciembre pasado cerró la muestra Trade Windings: De-Lineating the American Tropics / Vientos alisios: delineando los trópicos americanos, curada por Cecilia González Godino en el Museo de Arte Contemporáneo de Chicago (MCA). A partir de una selección de piezas realizadas por nueve artistas del continente americano, provenientes en su mayoría de la colección del museo, esta propuesta curatorial buscó dar cuenta de cómo las rutas transatlánticas inauguradas por los viajes de Cristóbal Colón se proyectan hasta el presente.
En español –y aquí hay que recordar que el MCA traduce absolutamente todas sus cédulas y textos de muro a este idioma– la exhibición tomó su nombre de los vientos alisios, la fuerza natural que permitió a Colón completar su primer viaje transatlántico y llegar hasta América, inaugurando así las rutas de comercio e intercambio utilizados por los barcos de vela durante siglos. Debido a su carácter comercial, estos vientos fueron nombrados por el Imperio Británico trade winds (“vientos de comercio”). En inglés el título de la exhibición consistió en un juego de palabras que multiplica las capas de lectura, pues aunque winding proviene de wind (viento) significa más bien sinuoso. De tal manera que los vientos alisios serían –en el campo metafórico abierto por ambas lenguas– un camino comercial ya no claro, lineal y transparente sino complejo, sinuoso y con una gran densidad histórica.
Esta breve aunque sugerente y potente muestra se desarrolló en dos espacios: una pared exterior donde se encontraba desplegada una obra de Emilio Rojas, que introducía de manera general los elementos de toda la apuesta curatorial, y una galería que reunía las demás obras expuestas. La pieza de Rojas, GO BACK TO WHERE YOU CAME FROM (Santa María) (2018), consiste en una intervención gráfica realizada directamente sobre la pared, acompañada de diversos objetos. En primer lugar, el dibujo de gran formato representa un mapa de América y Europa con un diagrama esquemático de los vientos alisios sobre el océano Atlántico. Esta representación cartográfica contiene simbologías propias de los mapas modernos y premodernos, como una rosa de los vientos, seres fantásticos del mar, el escudo de la corona española y un ser antropomorfo como la alegoría de la fuerza que origina el fenómeno eólico.
Entre el conjunto de estos elementos llamaba la atención la representación de una serie de frutos sobre lo que sería el actual Golfo de México, con lo cual se ponía de manifiesto el imaginario colonial, del trópico en particular y de América en general, como un lugar de naturaleza exuberante, con recursos listos para ser explotados –sin miramientos con sus pueblos originarios. Precisamente los elementos cartográficos presentes en esta intervención dan cuenta del mapa como una construcción de poder, develando la correlación directa entre conocimiento, imaginación y dominación característica de la expansión colonial acaecida durante toda la modernidad occidental –y de la cual somos herederos.
Aunque parecería grafito, este dibujo fue trazado sobre la pared del museo con una moneda acuñada en 1893, durante la Exhibición Mundial Colombina de Chicago –evento emblemático de esta ciudad donde fue celebrado el “descubrimiento” de América. El diagrama de los vientos alisios mencionado arriba, de hecho, contenía en cada extremo una de estas monedas. Junto a ellas se desplegaron diversos objetos que forman parte del proyecto. Entre ellos destaca un traje azul utilizado por el artista, que tiene escrita la frase que le otorga el título a toda la instalación: Go back from where you came from (“Regresa al lugar de donde provienes”). En el contexto de la exhibición esta afirmación antimigrante –tan desafortunada como habitual en Estados Unidos y otros países del norte global– se volvía contra sí misma, lanzando una interrogante sobre cómo se construye y legitima la potestad sobre un territorio. Un espejo de obsidiana colgado en el muro, a su vez, permitía al espectador aparecer como el reflejo de la complejidad histórica y cultural abordada por la muestra.
Este preámbulo instalativo sintetiza algunos de los temas que aparecerían más adelante: las asimetrías entre colonos y colonizadores, la construcción del poder y de los discursos coloniales, el intercambio transoceánico de bienes y personas, así como el lugar central que ocuparon el mar, los navegantes y los barcos en todo este relato. Al inicio de la galería capturaba la mirada el abigarramiento de El Caribe II, 4 de julio (1977), obra de Rafael Ferrer que interviene la superficie de una carta náutica del Caribe con un colorido mosaico repleto de formas orgánicas, trastocando la utilidad del mapa con un caótico frenesí de colores. También en este universo marítimo se situaban las obras de las artistas afroamericanas Xaviera Simmons y Carrie Mae Weems, así como las del mexicano Noé Martínez.
La pieza de Simmons, Sobre la escultura #2 (2011), consiste en una fotografía a color que captura dos manos sosteniendo el recorte de otra fotografía, en blanco y negro, sobre el horizonte del mar. Esta imagen dentro de la imagen capta a una serie de personas brincando al agua desde una embarcación, gesto que parece aludir a la contraparte terrible de esta acción: la historia de tantas personas cuyas vidas fueron sacrificadas en el océano debido a que, muchas veces, era más conveniente para los mercaderes cobrar un seguro por la pérdida de la “mercancía” –así les llamaban– que cruzar con vida a los esclavos transportados.
También Carrie Mae Weems, en la obra iconotextual Desembarco de Ebo (de la serie Islas del mar, 1992), alude a cómo en 1803 decenas de cautivos de África Occidental cometieron un suicidio colectivo con el fin de escapar de la esclavitud. La representación idílica del paisaje contrasta aquí con la nefasta historia legible en el ámbito textual. El video de Martínez, Gramática de las ausencias (2018), continúa esta línea de trabajo, pues los subtítulos en éste narran, sobre un registro audiovisual de las olas del mar, el destino incierto y mayormente fatídico de numerosas personas que partieron desde el Puerto de Veracruz y nunca regresaron –según registran los documentos oficiales de este puerto.
El sonido atmosférico de las olas y las imágenes del mar entablaban un diálogo directo con Corrientes tranquilas (2007), de Juana Valdés, la cual consiste en una serie de telas de algodón, zurcidas unas con otras, que en conjunto aparentan ser la vela de un navío. En estas telas se puede leer la última frase de El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, en un ejercicio que sobrepone tiempos y espacios para recordarnos que la historia colonial no es privativa del continente americano.
Otras piezas del proyecto abordaban problemas relacionados directamente con materias primas, cuerpos y mercancías que atravesaron estas rutas durante siglos, y en las cuales el concepto de lo “natural” aparece inextricablemente ligado a la historia humana y la expansión colonial. Este es el caso, por ejemplo, del panel conformado por pequeñas bolsas de té e imágenes en movimiento de Tania Bruguera (Justicia poética, 2002-2003), de la obra perteneciente a la serie Silueta (Obras con pólvora, 1980), de Ana Mendieta, y de los potentes registros fotográficos de la acción realizada con tapioca y café por el brasileño Dalton Paula (Café negro, 2012).
El pequeño espacio ocupado por la exhibición terminaba por condensar una carga política de gran alcance. Con sus numerosas capas de lectura, la curaduría operaba desde la sutileza y el rigor para articular piezas de artistas contemporáneos enfocadas en fenómenos históricos que, dando brincos temporales, se proyectan hasta nuestros días.
Mientras la muestra estuvo abierta al público, los ciudadanos estadounidenses eligieron nuevamente como su presidente a Donald Trump, que entre otras cosas es bien conocido por su discurso abiertamente antimigrante y racista. En este contexto la exhibición resultaba un aporte valioso al dar cuenta de cómo la realidad socioeconómica del sur global y los problemas migratorios guardan una relación directa con las acciones realizadas por las potencias coloniales durante siglos. Así, Trade Windings / Vientos alisios funcionó como un dispositivo crítico que permitía, a partir de la articulación discursiva de prácticas artísticas contemporáneas, lanzar cuestionamientos sobre la historia canónica de Occidente y arrojar luz sobre las problemáticas de nuestro propio presente.