30/01/2025
Literatura
Pedro Juan Gutiérrez: la escritura machacante
Una entrevista con el autor de ‘Trilogía sucia de La Habana’ sobre sus influencias, el trabajo periodístico y el amor por la palabra
Una pregunta repetida y constante, quizás apenas formulada de maneras distintas aunque dirigida siempre a lo mismo: ¿y usted cómo escribe? Pedro Juan Gutiérrez la refería, inicialmente, al ejercicio físico de tomar la pluma, a si el escritor trabajaba a mano o se iba directo a la máquina de escribir. Porque lo otro, lo del estilo y el método y los temas y la inteligencia y lo que viene de dentro ya lo sabía o lo imaginaba. Y lo cotejaba en sus entrevistas para Bohemia, Revolución y Cultura, La Gaceta de Cuba, Habanera y Marcha (Uruguay). Quizás intuía que la forma siempre va ligada al fondo, y viceversa. ¿Qué hace un periodista sino espejearse desde de sus preguntas?
Durante años un editor pidió a Gutiérrez que desempolvara sus trabajos periodísticos, sus crónicas y esas entrevistas que hizo a Mario Benedetti, Eduardo Galeano, Angela Davis, Juan Gelman. El cubano respondía que no, que eso ya había quedado atrás. Ya ni siquiera le interesa ejercer como reportero ni columnista, sino dedicarse de lleno a la literatura. Ha llegado a los 75 años este 27 de enero y lo que lo mueve son sus cuentos, sus poemas visuales, su propio tiempo. Además de escritor y periodista ha sido vendedor de helados, kayakista, boxeador, cortador de caña, soldado. “Los años no pasan en vano”, dice en una llamada desde la isla. Otra frase que repite varias veces es “llevaba una vida muy intensa”. No sólo se refiere a los oficios, sino al esfuerzo propio de escribir.
A los siete ya era un gran lector, a los 13 un cinéfilo, a los 20 había firmado que sería escritor. En el punto más intenso de su trabajo en los medios, Pedro Juan Gutiérrez dobleteó para sacar su gran libro, Trilogía sucia de La Habana (Anagrama, 1998), por el que algunos le llegaron a llamar “el Bukowski cubano”. Mientras en sus entrevistas preguntaba sobre el papel de la televisión ante la prensa escrita, la Guerra Fría y la caída del socialismo en Europa del Este, en el papel dedicado a la literatura dejaba la historia de Pedro Juan, alter ego desde el que habló de lo marginal y lo que la revolución había quedado a deber en Cuba.
30 años después de publicadas sus entrevistas y su trilogía, hay cosas que no han cambiado en la isla, en el mundo. Pedro Juan Gutiérrez buscó entre sus archivos y encontró algunas crónicas y entrevistas que aún conservan validez. “No da para un libro de 500 páginas, pero algo es algo. Yo creo que sí, que esto tiene una atmósfera interesante, y es como una memoria”, dice el autor. Los textos que tanto le había pedido el editor finalmente se compilaron en Escritores peligrosos y otros temas, editado por Aquelarre Ediciones a finales de 2023. Hay otras cosas que sí cambiaron. Pedro Juan, por ejemplo, ya escribe directamente en la computadora sin necesidad de pasar por su borradores en papel.
Cuando tenías estas entrevistas, ahora publicadas en Escritores peligrosos, ¿sabías que esos temas podrían resonar 30 años después? ¿O habrá sido, por decir algo, una casualidad?
No, no en absoluto. Yo llevaba una vida muy intensa como periodista. Trabajaba mucho, viajaba mucho por aquí en Cuba y también por el exterior. Y lo que pensaba era lo que estaba haciendo en el momento, ¿sabes?, no en el futuro. Las escribí para publicarlas la semana próxima, y ya. Eso era todo.
¿Y a la distancia cómo las lees?
“Yo llevaba una vida muy intensa como periodista. Trabajaba mucho, viajaba mucho por aquí en Cuba y también por el exterior. Y lo que pensaba era lo que estaba haciendo en el momento, ¿sabes?, no en el futuro”.
Realmente las leí y me extrañé un poco porque eran entrevistas pensadas no para revistas especializadas, sino para publicar en Bohemia o Habanera, que eran revistas de periodismo de generalidades; no un periodismo especializado ni de literatura. Y entonces las entrevistas tienen esa cosa de reflejar la memoria de un momento: los años noventa, la caída del Muro de Berlín en el 89, inmediatamente después, el 25 de diciembre de 1991, la caída de la Unión Soviética. Más o menos las entrevistas están alrededor de esas fechas, de esos momentos, que eran momentos de mucha incertidumbre para todo el mundo: ¿qué va a pasar ahora?, ¿un mundo unipolar? Creo que todo eso está ahí reflejado. Y además están las crónicas también, que me gustan mucho. Yo trabajé siempre la crónica porque es un género muy cercano a la literatura. En la crónica uno puede inventar, puede ficcionar un poco. Me gusta muchísimo la crónica. Me gustaba.
¿Ya no le gusta la crónica?
Bueno, en general ya el periodismo no me gusta. De hecho, en los últimos años me han hecho varias propuestas para que escriba periodismo en diferentes medios. Incluso un periódico de ahí, de Ciudad de México. Y siempre me he negado. No quiero volver al periodismo. El compromiso de tener que escribir una columna semanal… no, no, no. Prefiero seguir como estoy.
¿Y eso por qué?
Bueno, es que el periodismo te amarra mucho con las fechas y con las entregas. Si te comprometes a hacer una columna semanal pues tienes que escribir la columna semanal, sea como sea, y dejar lo que estás haciendo. Yo ahora terminé un libro de cuentos, por ejemplo. Estuve un año y medio trabajando en ese libro y lo pude escribir por eso, por la tranquilidad que tengo, porque no tengo compromisos periodísticos de ningún tipo. Y puedo hacer lo que yo quiera.
¿La vida misma le impuso esa calma o ya lo había narrado todo desde el periodismo?
Sí, yo creo que hay algo de eso. Pasé 26 años haciendo periodismo y anhelando poder escribir solo literatura. Es decir, yo trabajaba como periodista, pero siempre estaba buscando la manera de tener un poquito de tiempo libre para escribir mis cuentos, escribir poesía. De hecho, Trilogía sucia de La Habana lo escribí de esa manera. Fueron tres años trabajando en esos cuentos y haciendo periodismo. En ratos libres, los fines de semana, por las noches iba escribiendo los cuentos que después serían Trilogía sucia de La Habana. Y cuando al fin pude dejar el periodismo –que bueno, de hecho no lo dejé– me echaron a la calle cuando salió la Trilogía. Y yo me alegré: Bueno, qué bien, ahora tengo todo el tiempo para trabajar la literatura, nada más, y no pensar en otra cosa. Sí, la vida va cambiando. A veces deseas una cosa y otras veces deseas otra.
Algunos pasajes de la Trilogía coinciden con los textos de Escritores peligrosos. El Pedro Juan de Trilogía sucia era un alter ego, pero de pronto hay muchas similitudes con el Pedro Juan periodista. ¿Había quizá, compartidos, un poco de depresión, un poco de frustración por lo que se vivía en esos años?
Sí, yo creo que sí. Fue una etapa bastante frustrante y bastante desagradable para mí, y yo diría que para toda mi generación. Los cubanos nos habíamos entregado mucho a un proyecto político y de pronto nos quedábamos sin nada. Había que cambiar todo y fue muy frustrante. Trilogía, en realidad, empiezo a escribirla en 1994 y se publica en octubre de 1998, hace ahora 26 años. Había un poco de depresión, un poco de tristeza, un poco de bajón. El Pedro Juan, este personaje, yo creo que sí soy un poco yo en aquel momento. Mucho alcohol, mucho sexo, mucha locura, pero también un poco de tristeza y un poco de desencanto. Hay un ser humano que siente que está perdiendo parte de su vida, que se está quedando atrás y cómo que hay que empezar desde cero. Cuando se publica Trilogía yo tenía 48 años. No era ningún niño. Ya tenía la mitad de mi vida echada atrás. Así que sí, tienes razón.
¿Fue difícil traducir toda esa tristeza a la literatura?
Bueno, yo estaba tratando de escribir literatura, es decir, cuentos, poesía, etcétera, desde que tenía unos 20 o 21 años, cuando decidí que quería ser escritor durante toda la vida. Y además tuve mucha suerte porque como periodista trabajé no solo en radio, en periódicos, en revistas, sino también en una agencia de cablegráfica, en una agencia de noticias. Y eso me ayudó mucho a controlar el idioma, a no ser excesivo, a no escribir como Carpentier, o a no escribir sino controlar el idioma. Algunos escritores norteamericanos, como Truman Capote, Grace Paley, Carson McCullers o Ernest Hemingway, son muy contenidos, muy controlados en el idioma.
“Yo no empiezo a escribir los cuentos de Trilogía sucia desde cero. Tenía ya toda una experiencia y cuando empiezo a escribir el primer cuento ya sabía cómo quería escribir: de manera muy minimalista, muy concentrado, muy fuerte. También quizás era una reacción mía, inconsciente, contra Carpentier y contra Lezama Lima”.
Yo no empiezo a escribir los cuentos de Trilogía sucia desde cero. Tenía ya toda una experiencia y cuando empiezo a escribir el primer cuento ya sabía cómo quería escribir: de manera muy minimalista, muy concentrado, muy fuerte. También quizás era una reacción mía, inconsciente, contra Carpentier y contra Lezama Lima. Hay un barroquismo excesivo de Lezama y de Carpentier, que me gusta y los leo –tengo todos sus libros aquí, están aquí al lado mío–, pero no me interesa escribir como ellos, para nada. Me interesa escribir de una manera fuerte, machacante, que le llegue a la gente, que lo pueda leer todo el mundo. No solo para eruditos, para gente que controle el idioma de esa manera, como si fueran académicos. No, no, no, hay que ir para todo el mundo.
¿Por qué le interesa tanto la palabra escrita?
Bueno, yo creo que un escritor antes que escritor es lector. Yo empecé a leer intensamente a los siete años. Leía, sobre todo, los cómics –“los muñequitos”, les decíamos en Cuba– de Superman, La pequeña Lulú, del Pato Donald, en fin, y leía mucho, leía cantidad, porque tenía una tía que tenía la distribuidora de prensa en un pueblo que se llama San Luis, en Pinar del Río, cerca de aquí de La Habana, y yo me iba para allá de vacaciones y me pasaba el día leyendo, leyendo, leyendo. Creo que poco a poco empecé a amar la palabra y la expresión de la palabra. Tú sabes que además los cómics tienen diálogos muy rápidos, muy activos y muy breves, son diálogos muy intensos, y quizás todo eso me fue marcando. Fue como un aprendizaje inconsciente, siempre de esa manera, siempre jugando, jugando con el idioma, jugando con las imágenes, jugando con todo.
Después hubo algo muy importante que fue todo el cine europeo. A Cuba dejaron de llegar películas americanas a partir del año 60 y se empezó a ver inmediatamente todo el cine europeo importantísimo de los años 60 y 70; el cine francés, polaco, ruso, el japonés de Akira Kurosawa, el español de Carlos Saura. Hay películas que todavía recuerdo, como la primera película de Roman Polanski, El cuchillo en el agua, o las de Milos Forman, de Checoslovaquia. Yo tenía 13, 14, 15 años, y lo recuerdo. De esa manera fui amando el arte de la palabra y de contar historias a través de la palabra, creo yo.