16 de agosto de 2017

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19/04/2025

Pensamiento

Osos contra libertarios

‘Un libertario se encuentra con un oso’, de Matthew Hongoltz-Hetling, ilustra las paradójicas concepciones de la libertad en nuestros días

Alejandro Badillo | jueves, 10 de abril de 2025

El pueblo de Grafton, New Hampshire, en Estados Unidos. Fotografía: Denis Tangney Jr / iStockphoto

Quizá como nunca antes la palabra “libertad” ha estado en el discurso mediático, particularmente en una época en la que se reproducen eslóganes todos los días. Hay una sed de libertad que necesita ser saciada. Todos quieren ser libres, aunque asuman la idea de formas diferentes. El presidente argentino Javier Milei remata sus mensajes en X con un estentóreo “¡Viva la libertad, carajo!”, y llegó al poder por medio de un partido llamado, previsiblemente, La Libertad Avanza. En la antesala de una manifestación contra su gobierno los usuarios del transporte público pudieron leer esta advertencia en las pantallas: “Protesta no es violencia. La policía va a reprimir todo atentado contra la República”. Sobra decir que las imágenes que se han difundido muestran a los cuerpos de seguridad del Estado golpeando a manifestantes pacíficos, algunos de ellos de la tercera edad.

En otro frente, J.D. Vance, vicepresidente de Estados Unidos, dijo que la principal amenaza de nuestros tiempos, sobre todo en Europa, es la restricción de la libertad de expresión. El político refirió esto en el Foro de Seguridad de Múnich, realizado en febrero de este año. Mientras el trumpismo enarbola la causa de la libertad censura a la prensa y detiene a activistas universitarios acusándolos de terrorismo. Al parecer hay libertad para algunos y palos para otros. Todos somos libres, pero hay algunos más libres que otros; podría ser una adaptación de Rebelión en la granja, famosa novela de George Orwell.

Otra paradoja –o mejor dicho contradicción– de la libertad en nuestros tiempos es el experimento social desarrollado en Grafton, New Hampshire, pueblo fronterizo con Canadá. La historia fue documentada por el periodista Matthew Hongoltz-Hetling en su libro A Libertarian Walks Into a Bear (2020), publicado este año en español por Capitán Swing con el nombre de Un libertario se encuentra con un oso. El utópico plan para liberar a un pueblo (y a sus osos). En muchos momentos el texto parece el guion de alguna novela humorística, pero los hechos que se relatan están documentados por medio de notas periodísticas y trabajo de campo –que incluyó varias entrevistas con los lugareños–, además de la propia experiencia de Hongoltz-Hetling en Grafton.

La historia de este pequeño pueblo comenzó a cobrar notoriedad cuando, en 2004, cientos de personas se trasladaron a ese lugar para fundar lo que llamaron el Free Town Project (Proyecto del Pueblo Libre). La idea central de su migración tiene que ver con la propuesta del llamado “libertarismo”, que ha cobrado auge en años recientes. Como sabe cualquier lector medianamente informado, la ideología libertaria propone un Estado con atribuciones mínimas o, incluso, inexistentes. Detrás de estas ideas hay una buena cantidad de personajes que pertenecen a distintas variantes de la derecha y el dogma empresarial. Sin las regulaciones infames del gobierno cualquier sociedad debería prosperar. Los políticos, siguiendo esta lógica, son parte del problema, pues engullen nuestros impuestos y, por supuesto, limitan nuestra libertad.

En Estados Unidos, particularmente en los pueblos y las ciudades pequeñas, las ideas libertarias han tenido buena acogida quizá por la tradición independentista heredada de la separación de las colonias del Imperio Británico en el siglo XVIII. Además está ampliamente difundido el mito del self-made man, el ciudadano que puede proteger a su familia y labrar su destino con sus propias manos. La historia del Free Town Project en Grafton resume perfectamente no sólo las ansias de libertad del estadounidense promedio sino la idiosincrasia de los blancos empobrecidos que viven en pueblos que con suerte aparecen en el mapa. Desconfiados del gobierno, traicionados por la élite que vive en las grandes urbes, los ciudadanos de Grafton –al menos la mayoría de ellos– hicieron suya la guerra contra los impuestos y decidieron gestionar su comunidad al margen de las regulaciones y contribuciones colectivas. El resultado, como era de esperarse, fue un deterioro creciente en los servicios públicos que eliminó, casi por completo, funciones esenciales como las del departamento de bomberos, entre otros.

Los osos entran en esta historia de manera literal y, también, como una metáfora del mundo salvaje que encuentra espacio en un pueblo que le ha dado la espalda a la financiación pública y la ayuda gubernamental a partir de los impuestos. Hongoltz-Hetling describe a un puñado de habitantes de Grafton y su relación tormentosa con los osos. Ante la debacle administrativa y financiera los animales prosperaron, pues la gestión de desechos fue abandonada para que cada familia se las arreglara como pudiera. Alimentados con restos de nuestra comida industrializada llena de químicos, azúcares y aditivos de todo tipo, los osos que merodeaban las cercanías del pueblo se volvieron una versión hiperbolizada del ciudadano moderno: atrevidos, cada vez más irracionales y volátiles. Los encontronazos con los humanos se volvieron cada vez más frecuentes, ya que no había recursos para guardas forestales y, mucho menos, estudios y proyectos para controlar su población. Grafton, en la historia tragicómica que cuenta Matthew Hongoltz-Hetling, se volvió tierra de nadie, un lugar en el que cada persona tenía que ir armada, pues en caso de que se cruzara con un oso nadie la podría ayudar.

El experimento libertario en Grafton es un ejemplo más de la libertad llevada al absurdo o, en el mejor de los casos, a prácticas que afectan la calidad de vida de los pobladores. Al tratar de eliminar la recaudación de impuestos y la relación con el Estado los libertarios quedaron expuestos a los ataques de osos, pero también a una desorganización que acabó por sepultar su utopía. El gobierno, como cualquiera sabe, puede ser usado para oprimir a las personas y convertirse en un tirano, pero sustituir su función por una serie de propuestas que debilitan el tejido social y la cooperación para tener una comunidad estable provoca un colapso gradual en la infraestructura y la convivencia, como sucedió en Grafton. Sin embargo, a pesar de los fallidos experimentos libertarios –que incluyen las ciudades empresariales autónomas que parasitan países del Sur Global, como Próspera, fundada en una isla de Honduras en 2017–, el malentendido ideal de la libertad sigue llamando la atención de gente que muchas veces es usada como carne de cañón por políticos de derecha y sus asesores, que no buscan acabar con el Estado sino usarlo para su beneficio personal, como sucede actualmente con los personajes agrupados alrededor de Elon Musk.

Matthew Hongoltz-Hetling, Un libertario se encuentra con un oso. El utópico plan para liberar a un pueblo (y a sus osos), traducción del inglés de Carolina Santano Fernández, Capitán Swing, Madrid, 2025

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